El secreto de la cultura japonesa para sobreponerse a la tragedia
"¿Cómo se sigue después de esto?". Esa es la pregunta inevitable que se hace el mundo en estas horas.
Es que la capacidad de asombro del mundo entero se pone a prueba, luego de días de recibir la sucesión de imágenes dramáticas llegadas desde Japón.
Primero, las casas siendo arrastradas por el agua, las personas que observaban ruinas de lo que fueron sus hogares y la desesperación de quienes no sabían si sus familiares estaban vivos. Luego, la población conviviendo con el riesgo del desastre nuclear y haciendo fila ordenadamente para medir el nivel de radiación en sus cuerpos.
Y, como parte inseparable de ese escenario dramático, esa actitud del pueblo japonés, entre resignada ante la catástrofe y confiada en que, una vez más, se superará la tragedia.
Para quienes observan desde estas latitudes, no siempre resulta fácil entender lo que transmiten las pantallas de televisión. Porque la sola idea de quedarse, de la noche a la mañana, sin casa, sin auto, sin las fotos familiares, sin el barrio donde uno vive, es algo que para muchos puede resultar insoportable. Al punto que hay quienes se preguntan si en una situación así es posible volver a empezar.
Los expertos señalan que, como siempre ocurre, las personas reaccionan en forma diferente ante las situaciones extremas. Pero en el primer momento, el impacto psicológico ante la pérdida es algo común a toda la gente y a todas las culturas.
"Desde los objetos materiales, la vivienda y el trabajo hasta seres queridos e incluso la tranquilidad, siempre hay algo que se pierde en un desastre y eso puede tener un significado muy diferente en cada individuo", explica Claudia Gómez Pietro, presidenta de la Sociedad Argentina de Psicología en Emergencias y Desastres y profesora de la UCA.
Sin embargo, la especialista reconoce un punto en común: el sentimiento de vulnerabilidad. "Todos sabemos que en algún momento vamos a morir, pero no estamos pensando siempre en eso. Estas situaciones nos recuerdan nuestra propia fragilidad y nos despiertan una necesidad de protección", señala.
Por eso, apunta que una de las primeras ayudas que deben recibir los damnificados es la cobertura de las necesidades básicas. "Cuando la persona está vulnerable porque perdió todo o mucho de lo que tenía, lo primero que necesita es volver a sentirse seguro y contenido. Y, para ello, necesita en abrigo, comida y un lugar donde dormir", ejemplifica.
Por su parte, la directora del departamento de Psicología de la UADE, Elena Scherb, destaca que una de las primeras reacciones que suelen observarse en las personas afectadas por una catástrofe es la desorientación.
"Se ven imágenes de personas que deambulan como perdidas. Puede ser algo transitorio, porque realmente no saben dónde están o no terminan de comprender qué está pasando", señala.
Y agrega que "el shock puede generar un desorden físico y, a la vez, una desorganización psíquica que puede causar ciertas reacciones violentas como saqueos, aunque eso puede ser menor si hay una educación previa".
Y en este sentido, los expertos señalan una de las claves que pueden marcar la diferencia entre que una persona se derrumbe o decida seguir adelante ante una tragedia: la sensación de pertenencia. Cuando, más allá de las pérdidas personales, alguien se siente parte de algo más grande que lo incluye y lo protege, allí hay un incentivo vital adicional.
"El renacer implica aceptación, y no resignación, no pasividad ante lo sucedido. Y tener salud mental es reconocer el dolor y el intento de seguir viviendo, respetándonos y sentir que nuestra recuperación no es deslealtad", analiza la licenciada Adriana Guraieb.
En tanto, Gómez Pietro recuerda que "cuando muchas personas fueron afectadas por el mismo desastre, se puede generar una sensación de que todos están atravesados por la misma situación y de que eso los hace más fuertes para salir juntos adelante".
Y Scherb señala que "cuando se logra un orden tras el desastre, el sentimiento de pertenencia y de ser uno más entre todos los que están pasando por lo mismo es esperanzador y potenciador para salir adelante".
Pero inmediatamente hace una salvedad. "Si no hay organización, el hecho de que la desgracia sea generalizada es algo que genera pesimismo", señala la docente de UADE.
Ahí es donde la situación de Japón empieza a comprenderse mejor.
El mandato de sobrevivir
Sin dudas que la memoria colectiva juega su parte importante para determinar qué tan rápido una sociedad puede recuperarse. Y en ese sentido, los japoneses tienen una fortaleza espiritual que viene de una historia marcada por la desgracia y el posterior resurgimiento.
"Mi abuelo murió en la guerra, y no recuerdo que nunca en mi casa nos hayan inculcado el sentimiento de la pérdida o que me hayan dicho ‘nosotros fuimos infelices porque no teníamos esto o aquello", recuerda Ana Serei, directora de Alternativa Nikkei, una asociación de descendientes de japoneses en la Argentina.
Y agrega que su situación puede encontrarse repetida por millones en Japón, donde es difícil que una familia no tenga una experiencia directa vinculada con las pérdidas de la guerra o de las catástrofes naturales.
Sin ir más lejos, Serei tiene en este momento hermanos y sobrinos viviendo en las cercanías de Tokio y parece tomar lo que está ocurriendo con una naturalidad que resulta insólita para los parámetros mentales argentinos.
"Uno en Japón es preparado desde chico para saber que una situación así puede ocurrir. Eso influye no sólo para actuar mejor en la emergencia, sino para saber que lo importante es mirar hacia delante, como siempre ha sido la constante de la historia japonesa", explica Serei.
En la jerga de los expertos en management y psicología de los grupos, esta actitud es calificada como "resiliencia".
"Se trata de un modo de abrirse paso ante la adversidad, de reconstruirse generando una respuesta psíquica ante la catástrofe", define la psicóloga Ana Rozenfeld, para quien la forma en que Japón reconstruyó su economía y su infraestructura tras la guerra es uno de los mejores ejemplos de la resiliencia expresada a nivel nacional.
Y destaca que hay, incluso, una frase japonesa (shikata ga nai), que define precisamente la aceptación de lo que toca vivir. "Son ideales culturales que contribuyen a crear la fortaleza en el Yo", agrega la experta.
En la tragedia, aferrarse al orden
De todas formas, se puede argumentar que muchos países también viven en zonas con altas probabilidades de desastres naturales y no por ello se genera una mentalidad colectiva que permita una recuperación rápida.
Para los expertos es evidente que, además de la familiaridad con la catástrofe, hay elementos propios de la idiosincrasia japonesa que marcan una diferencia.
En este sentido, una pregunta que ha circulado en los últimos días ha sido cómo habría reaccionado la gente si algo similar hubiese ocurrido en la Argentina.
Y resulta sencillamente impensable la idea de un país sin saqueos, con una rápida y efectiva asistencia estatal a los refugiados, con una población que intenta mantener su vida lo más cerca posible de la normalidad, y donde la gente no se desespera ni pelea entre sí ante la posibilidad de un desabastecimiento.
"Lo que salta a la vista en un momento como este es el espíritu de cooperación, que prima sobre el de la supervivencia individual. El pueblo japonés sólo concibe su vida en sociedad funcionando en forma regular. Para ellos, la idea del orden no es una opción, porque directamente no pueden concebir el desorden y el caos", señala Gustavo Girado, presidente de Asia & Argentina, una entidad que brinda asesoría en el vínculo comercial con esa parte del mundo.
Este empresario, que vivió un tiempo en Japón, está convencido de que la idiosincrasia nacional japonesa hace que en una situación de desastre la gente se aferre más que nunca a la noción de orden.
Una situación difícil de entender cuando se compara con las situaciones de violencia social ocurridas tras el terremoto de Chile o con los saqueos y enfrentamientos entre vecinos ocurridos en Santa Fe durante la inundación de 2003.
"Un escenario de caos y saqueos es impensable para los japoneses. Y también está vinculado con una concepción verticalista de la sociedad que nosotros no tenemos. Ellos mantienen tipos de comportamiento heredados de la tradición imperial", explica Girado.
La importancia de las instituciones
De manera que el factor cultural no protege contra el desastre natural pero sí es fundamental para limitar la "segunda parte" de la tragedia, que es la provocada por el temor y la violencia que siguen a una catástrofe. Y, por consiguiente, determinará también a qué velocidad se puede superar la secuela.
Un ejemplo cercano, el de Chile, muestra cómo puede llevar mucho tiempo restaurar el shock anímico en una población. Un libro de reciente publicación, "Terremoto después del terremoto", refleja los datos de una encuesta entre la gente más directamente afectada por el sismo.
Allí se detectó que un 12% aún sigue viviendo el estrés postraumático. El problema se da con más fuerza entre las mujeres, que tienen un nivel de afectación de 14,8%.
Las soluciones también varían según las culturas. En el caso chileno, se consideró que había una necesidad de poner en palabras lo que había sucedido. Y así nació el proyecto "Hablar te ayuda", donde los damnificados expresan sus vivencias con respecto a la tragedia.
En cualquier caso, Scherb,de la UCA, remarca que se deben respetar los tiempos de recuperación de cada individuo y de la sociedad en general: "Hay que dar espacio a la expresión de la tristeza o cualquier manifestación de la pérdida, aunque no por ello hay que dejar de acentuar que siempre se puede volver a empezar y que hay posibilidades. Sin embargo, no hay que hacerlo a costa de una negación de lo que significa haber perdido todo".
En las antípodas, y muy lejos del modo latino de expresar las emociones, los japoneses tienen formas diferentes de reaccionar.
"A diferencia de lo que ocurre aquí, allá la gente no tiene esa tendencia a exteriorizar los sentimientos. Ni a nivel personal ni social. Porque tampoco va a ocurrir que haya manifestaciones de protestas después de un tsunami", comenta Serei.
Comparaciones odiosas
Pero hay, claro está, situaciones que van más allá de lo cultural a la hora de explicar la sorprendente calma y organización de los japoneses ante la tragedia. Y tiene que ver con la confianza en las instituciones.
En definitiva, la tranquilidad tiene que ver con la certidumbre sobre la capacidad del Estado para solucionar los problemas.
"Mis familiares me dicen que los únicos que reaccionan con pánico ante la posibilidad de un desabastecimiento de alimentos son los extranjeros. Un japonés no va a sobreabastecerse y dejar al vecino sin mercadería. Y si algo falta, confía en que va a llegar en algún momento", comenta Serei.
Es por eso, agrega, que resulta tan extraño en ese país ver el tipo de eventos solidarios a nivel privado, las colectas y maratones televisivas típicas de los países latinos: "Allá existe una confianza en que el Estado realmente se va a ocupar de manera eficiente".
Las comparaciones son odiosas, pero a veces son inevitables. Y en una situación así no puede dejar de pensarse qué habría ocurrido en la Argentina.
"Para nosotros, probablemente sería muy complicado salir adelante", señala Gómez Pietro, de la UCA. "Ante el caos, mucha gente se niega a dejar su casa por temor a que lo roben, pero no porque sea delirante sino porque es un temor real. La gente no confía porque ya en una situación normal se siente insegura. Y si hay desconfianza en el otro en una situación normal, no se va a cambiar ese sentimiento en medio del desastre".
En este sentido, el desapego a las normas y la desconfianza en el Estado funciona como una claro agravante de los problemas.
"No confiar en el Estado te deja mucho más desprotegido, porque para dejarte cuidar necesitas tener fe en quien lo hace", agrega la experta, quien destaca el contraste con lo que hoy se está viviendo en Japón.
Esa confianza lleva, además, a un sentimiento de compromiso con la sociedad que llega a límites a veces difícil de entender desde esta parte del mundo.
"Los japoneses no van a tener inconvenientes en bajar su estándar de vida si eso es necesario para la reconstrucción del país. Ya lo han hecho en el pasado. E incluso estarían dispuestos a hacer sacrificios como trabajar gratis parte de la jornada laboral", comenta Girado, de Asia & Argentina.
Sin dudas, una cultura en las antípodas.