Invirtió en una franquicia de hamburguesas, pero el negocio falló y terminó endeudado
Invertir en una franquicia suele verse como un camino seguro para quienes quieren emprender sin partir de cero. La promesa de un modelo probado, el respaldo de una marca reconocida y la posibilidad de generar ingresos con menos riesgos parecen argumentos infalibles. Sin embargo, no siempre el sueño de tener un negocio propio resulta como lo imaginado. Este es el caso de un ingeniero químico que, pensando en su retiro, decidió convertirse en franquiciado e incursionar en el sistema, para encontrarse con una experiencia que le dejó más deudas que ganancias.
Por obvias razones, este ahora ex franquiciado prefiere mantener en reserva su nombre y el de la empresa en la que invirtió. Para efectos del relato, lo llamaremos José. En 2007, con 50 años y una carrera estable en una empresa, José comenzó a planear su jubilación. Buscaba una forma de generar ingresos adicionales y se sintió atraído por la gastronomía, un rubro que siempre le habían interesado. Sin experiencia previa en el sector, optó por adquirir una franquicia, convencido de que este modelo le ofrecería acompañamiento y, especialmente, el know-how que carecía.
"Hice mi propia investigación de mercado y elegí una conocida cadena de comida rápida", cuenta José a iProfesional. Después de varias reuniones, firmó contrato y comenzó la obra civil para abrir su local en el patio de comidas de un centro comercial en Buenos Aires. Algo que lo entusiasmó al principio fue la posibilidad de generar empleo. "Con mi franquicia logré impactar positivamente en jóvenes de entre 16 y 22 años. En muchos casos era su primer trabajo, y creo que el equipo fue lo mejor de esos 11 años como franquiciado", reflexiona con cierta nostalgia.
No obstante, lo que prometía ser un sueño emprendedor se convirtió en un desafío. La inversión inicial estimada eran unos u$s50.000, pero terminó costándole tres veces más. "Cuando me dijeron ‘alrededor de’, pensé que serían unos pocos miles de dólares extra, pero en el cálculo no estaban incluyendo la mercadería inicial ni los sueldos de los empleados que debí contratar antes de abrir para que arranquen las capacitaciones", explica. Además, la marca, con expectativas de ventas altas, lo obligó a contratar más personal del necesario, lo que agravó la situación cuando esas proyecciones no se cumplieron. "Había costos que no se mencionaban hasta que ya estabas comprometido, y eso te deja sin margen para maniobrar", detalla.
Los problemas no se limitaron a lo financiero. José había elegido cuidadosamente al gerente que lideraría el local, alguien con experiencia en el rubro y las cualidades necesarias para gestionar el equipo. Sin embargo, este renunció antes de la inauguración, lo que lo obligó a improvisar. Una empleada aceptó asumir el rol con el visto bueno del franquiciante y demostró ser sumamente eficiente, pero pronto fue transferida a otro local. "La consideraron demasiado gerente para mi sucursal", recuerda con frustración. La situación se repitió en varias ocasiones: cada vez que encontraba un gerente capacitado, la empresa intervenía, ya sea trasladándolo o sugiriendo su reemplazo. "Sentía que no tenía control real sobre mi propio negocio; era un rehén de la empresa", lamenta.
Otro punto crítico fueron los constantes cambios de imagen que la marca implementó durante el contrato. Estas renovaciones, pensadas para mantener la competitividad de la cadena, requerían nuevas inversiones en cartelería, mobiliario y equipamiento. "Era como volver a abrir el negocio cada dos años", describe José. Estos gastos, sumados a los royalties y el porcentaje de las ventas que debía entregar a la marca, hicieron que alcanzar el punto de equilibrio le tomara seis años, mucho más de lo esperado. "Cada mes sentía que trabajaba más para la empresa que para mí mismo", confiesa.
Paradójicamente, la pandemia fue su salvación. Obligado a cerrar temporalmente, pudo renegociar su situación financiera y optó por no renovar el contrato cuando este llegó a su fin. "Me ofrecieron seguir, pero las cláusulas eran abusivas. Si el municipio me multaba, yo debía pagarle a la marca un equivalente. Y si rescindía el contrato, debía indemnizarlos con u$s100.000", detalla, dejando en evidencia la rigidez del acuerdo. Después de años de lidiar con este tipo de condiciones, decidió que era momento de cerrar ese capítulo.
Lecciones para futuros franquiciados
Aunque reconoce que su experiencia no es la de todos los franquiciados, José cree que su historia puede servir a otros que estén considerando ingresar al sistema de franquicias. "No quiero desalentar a nadie, pero hay que entrar con los ojos bien abiertos", advierte. De acuerdo a su vivencia, comparte seis consejos clave para quienes evalúan este modelo de negocio:
- Hablar con otros franquiciados, no solo con el que propone la empresa. Es fundamental conocer las experiencias reales de quienes ya están dentro del sistema.
- Leer y revisar el contrato con un abogado especializado. No basta con entender lo básico; es crucial que el abogado vele por los intereses del franquiciado y detecte cláusulas abusivas.
- Asegurarse de que la inversión inicial esté claramente especificada. Esto incluye prever imprevistos y costos adicionales que puedan surgir durante la apertura.
- Acordar por escrito el grado de intromisión de la empresa con el personal del franquiciado. Esto puede evitar conflictos futuros sobre la gestión del equipo.
- Tener en cuenta la estrategia de expansión de la empresa franquiciante. Es importante saber que, en los modelos mixtos (con locales propios y franquicias), las mejores zonas suelen quedar en manos de la empresa, mientras que las áreas menos rentables, pero no necesariamente desfavorable, se destinan a los franquiciados.
- Estar en contacto con la Cámara Argentina del Franquiciado. Esta organización ofrece asesoramiento legal, laboral y comercial para los franquiciados.
La experiencia de José deja una lección clara: aunque el sistema de franquicias puede ser una puerta de entrada al mundo de los negocios, es esencial estar informado, hacer preguntas y leer cada detalle antes de firmar. "No es solo una inversión de dinero; es una inversión de tiempo, esfuerzo y, en muchos casos, tranquilidad", reflexiona. Al final, la ecuación de una franquicia y su círculo virtuoso tiene que ser un ganar – ganar entre franquiciante y franquiciado.