Pastalinda, la máquina argentina que destronó al palo de amasar y que hoy importan hasta los italianos
Hacer un bollo, enharinar la mesada y con el palo amasar para después cortar los fideos con un cuchillo es un proceso desconocido para los que tienen una Pastalinda en su hogar o que por su durabilidad estimada en 30 años tuvieron la suerte de heredar una de alguna tía o abuela. Hoy de este genérico argentino inventado por un inmigrante italiano se producen 50.000 unidades por año y el 25% se exporta desde a Uruguay hasta la India pasando por la mismísima Italia, la cuna de la verdadera pasta.
En la Italia de Mussolini, Don Augusto Prot libraba su propia batalla: había cursado sus estudios en una escuela de oficios de Milán donde adquirió los conocimientos musicales necesarios para convertirse en un reconocido tenor. Llegó a formar parte del coro del emblemático teatro La Scala de Milán, pero el Duce le puso un límite a su carrera artística; para seguir el régimen le ordenaba afiliarse al Partido Nacional Fascista, pero él no cedió, prefirió dejar los escenarios y dedicarse a la mecánica, otro de los oficios que había aprendido en la escuela.
En un pequeño garage, Prot y su esposa empezaron en 1935 a fabricar piezas para otras industrias. Arrancaron con un solo torno y al poco tiempo invirtieron en más máquinas y lograron mudar la empresa, que se llamó Prot, a Sesto San Giovanni, una ciudad al norte de Milán. Allí el milanés empezó a fabricar máquinas lavadoras, embotelladoras, capsuladoras y etiquetadoras para reconocidas marcas de bebidas italianas como Campari.
El negocio fue un éxito, pero afuera la Segunda Guerra Mundial hacía estragos y Milán se había convertido en uno de los principales objetivos militares. Cobijados en un refugio subterráneo el matrimonio Prot y sus hijos sobrevivieron a los bombardeos y su fábrica fue el único edificio de la zona que quedó en pie, pero ya no había ánimos para seguir en medio de tanto dolor y sufrimiento. Emigrar fue la única opción y Argentina la promesa de una vida mejor.
Con el compromiso de no fabricar nunca más en ninguna parte del mundo las mismas máquinas, Prot vendió las patentes y en 1948 desembarcó en Argentina con suficiente dinero para volver a empezar. Se estableció en General Las Heras, un pueblo ubicado a unos 30 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires y en un predio que compró empezó a fabricar maquinaria agrícola.
Emigró, montó un nuevo negocio, reunió nuevamente a su familia, todo iba saliendo según sus cálculos. Sin embargo le faltaba la buena pasta italiana y sin darle demasiada vuelta al asunto se puso a diseñar lo que para él iba a ser la mejor máquina para hacer pastas del mundo.
La máquina linda, "es una pasta linda"
La máquina tenía que cumplir dos requisitos, debía ser fácil de usar y debía durar. El primer prototipo lo hizo tallando madera a lima y, cuando quedó conforme con el resultado, produjo 50 unidades en aluminio fundido. La marca comercial la aportó su hija María Pía cuando al ver la máquina dijo "Qué linda máquina, es una pasta linda".
Con el diseño y la marca patentada, Prot lanzó en 1950 la primera Pastalinda al mercado, primero la línea Hogar y 5 años después una versión para hoteles y locales gastronómicos.
En 1958, justo con el lanzamiento de la Pastalinda con estructura de chapa y en colores, Prot falleció de cáncer de pulmón. Sus hijos Piero y María Pía se hicieron cargo de la empresa hasta que en los '60 Piero emigró a Perú para emprender otro negocio y su hermana con su esposo Rodolfo Grillitsch quedaron como únicos responsables de la empresa familiar; ella ocupando la administración y él el sector productivo. Actualmente Rodolfo tiene 97 años y María Pía 90 y hasta la pandemia fueron a la empresa como el primer día.
Los '70 fue la década dorada de Pastalinda. La empresa empleaba a alrededor de 80 personas, trabajaban las 24 horas, fabricaban unas 400 máquinas por día y exportaban a Estados Unidos.
"Si hay algo que colaboró a que Pastalinda perdure en el tiempo fue su calidad. Aún hay familias que tienen de esas máquinas que hizo mi bisabuelo hace 73 años, algunos nos la traen para hacerle un service o para que las limpiemos porque quieren seguir usándolas. Hay familias que hasta pelean por heredar la Pastalinda de la abuela", dice orgulloso Jonathan Romero, el bisnieto del fundador y actual presidente de Pastalinda.
Aunque en su historia superaron todo tipo de crisis, fue con el menemismo cuando a la empresa se le pusieron las cosas más difíciles por lo que implicó tener que competir con las máquinas que se empezaron a importar de China.
"Si bien eran máquinas más chicas y de mala calidad se hizo difícil competir en cuanto a precio. Una Pastalinda en esa época costaba alrededor de u$s100 y una china costaba u$s5. Hasta que la gente se dio cuenta que esas máquinas eran descartables, muchos las prefirieron priorizando el bolsillo. De 400 Pastalinda pasamos a fabricar 50, pero a pesar de todo lo cierto es que mientras otras empresas tuvieron que cerrar, Pastalinda se sostuvo", cuenta Romero en exlusiva a iProfesional.
Salvo aquellas máquinas chinas que amenazaron su liderazgo, ninguna otra logró sacar a Pastalinda del podio, según el empresario, imitaciones hubieron siempre, pero nadie quiso (o pudo) hacerlas mejor que ellos.
El renacer de los domingos de pastas
Romero entró a la empresa familiar en 2015. Al comienzo barrió los pisos e hizo tareas menores mientras cursaba sus estudios en Administración de Empresas para finalmente tomar el timón de Pastalinda en 2018. "Al principio no fue fácil. Tuve que empezar de cero, entré a trabajar sin ningún tipo de experiencia y con gente que tenía 60 años de antigüedad; yo no sabía ni lo que era un tornillo y era solo un pibe de veintipocos años", recuerda Romero.
Con una inversión que superó los u$s6 millones el joven empresario trasladó la operación de Las Heras a una planta en La Paternal (CABA) y amplió la oferta de productos con nuevos modelos y utensilios como el secapastas, el accesorio para ravioles, los sellos y la rueda corta pasta, entre otros productos complementarios.
"Además ageilizamos todo el proceso de producción y modernizamos la planta con máquinas de punta; prácticamente hicimos una fábrica nueva. Me acuerdo que contratamos a una consultora para que nos ayude. Nos dijeron que teníamos un problema serio, que la máquina duraba mucho y que si queríamos ganar más plata lo que teníamos que hacer era gastar menos y hacer que tenga una vida útil de no más de dos años para que la gente la vuelva a comprar. Claramente hice todo lo contrario: mejoramos los materiales, ampliamos la garantía de 1 a 3 años y volvimos a sacar Pastalinda con nuevos colores", cuenta el empresario.
La Pastalinda roja de esta nueva etapa se presentó en el programa televisivo MasterChef en 2016 y desde entonces el público redescubrió las máquinas y la pasión por cocinar en casa. "Mucha gente no sabía que seguíamos produciendo, muchos creían que las máquinas que circulaban eran solo las de las abuelas. Con el programa la demanda se disparó al doble de un día para el otro y tuvimos que ampliar la fábrica y comprar más máquinas. La historia de Pastalinda es la historia de la demanda insatisfecha, siempre vamos detrás de los pedidos".
Con la pandemia del Covid 19, durante el aislamiento, la empresa volvió a crecer de manera exponencial al triplicarse la demanda y agotar su stock. "A pesar de las limitaciones que nos imponía el protoco para evitar contagios sacábamos en promedio unas 400 máquinas por día, volvimos a trabajar las 24 horas incluso los domingos, tuvimos que contratar más gente, hoy somos 100 y otra vez importamos más maquinaria; fue insólito. El 2020 superó la época dorada de la empresa", cuenta Romero.
Históricamente los productos se vendieron exclusivamente en bazares y cadenas de retailers, pero en los últimos años Romero tomó la decisión de abrir una tienda online propia y dos puntos de venta físicos exclusivos de la marca; uno a la calle en Palermo Soho y el otro, una góndola en el Shopping Alto Palermo; modelos de negocio que no descarta en un futuro empezar a franquiciar.
Una cuenta pendiente que tenía la empresa, pero que desde 2021 Romero comenzó a saldar fueron las exportaciones. Hoy el 25% de la producción se exporta y hay entonces Pastalinda en los hogares de Perú, Uruguay, Paraguay, Chile, Colombia, Canadá, India y próximamente volverán a Estados Unidos y por primera vez le dirán "ciao" a los mismísimos italianos.