Volturno: así se creó la cafetera indestructible argentina que volvió a estar de moda
En la era de la obsolescencia programada, en un pequeño taller metalúrgico de Caseros, al oeste de la Provincia de Buenos Aires, se empezó a fabricar en 1951 un producto de uso diario para que durara de por vida. Aunque actualmente se venden 3.000 unidades por mes, más de uno no necesitó comprarla porque la heredó de sus padres o abuelos. La durable y de uso diario es la tradicional cafetera Volturno, una marca argentina (no italiana, como suele creerse) creada por Antonio Varriale, un inmigrante italiano y Antonio Julio Onoda, un argentino hijo de padre japonés.
"Mi padre era un perfeccionista, siempre hacía las cosas bien, nunca hizo un arreglo provisorio o así nomás a las apuradas; todo lo hacía como para que lo vivan hasta sus bisnietos. Y esa forma de ser es la que trasladó al producto y a la empresa; fue una convicción que incluso mantuvo en épocas de crisis aunque pudiera abaratar los costos; prefería ir a pérdida que hacer un producto de mala calidad", cuenta su hijo Adrián Onoda, quien dirige la empresa junto a su madre Ana María Affonso.
La cafetera Moka fue un invento del italiano Alfonso Bialetti y desde que la patentó en 1933 se convirtió en un ícono de la cultura italiana. Tal es así que cuando Antonio Varriale inmigró a la Argentina, entre la ropa en su valija se trajo una cafetera Bialetti y la firme decisión de producirla en el país aprovechando que la patente ya había pasado a dominio público.
El curioso origen del nombre de la cafetera
El elegido para acompañarlo en el emprendimiento fue su vecino y tocayo Antonio Onoda que era tornero y tenía un pequeño taller en el fondo de su casa en Caseros. En 1967 se sumó Aníbal Dall’Anese, otro inmigrante italiano pariente de Varriale y entre los tres conformaron la empresa como SRL bajo el nombre Fábrica Argentina Cafetera Express (FACE SRL) y la marca Volturno, que es el nombre del río más largo y caudaloso de la Italia meridional, pero también fue el nombre de un barco que se hundió durante un viaje al que Varriale debería haber ido, pero que se vio obligado a cancelar porque se había enfermado.
La explosión de la marca fue durante la década del 70; en esos años, sin tener que mudarse de Caseros pasaron del taller improvisado al fondo de la casa de Onoda a una planta de 1.200 metros cuadrados; la misma que ocupan actualmente. Allí llegaron a tener más de 50 empleados haciendo alrededor de 10.000 cafeteras al mes.
Con las ventas pudieron reinvertir en más y mejores máquinas. De hecho, cuenta orgulloso Adrián, los directivos de Bialetti viajaron a la Argentina para conocer en persona la fábrica de Volturno. Incluso, agrega, llegaron a mandarles cafeteras de modelos que FACE no fabricaba para ver si ellos podían hacerlas para el mercado argentino, pero llegaron los 90 y, como muchas otras tantas industrias amenazadas por la apertura de las importaciones, su crecimiento se estancó; todo se redujo a intentar subsistir y sostener los puestos de trabajo de las 3 personas que pudieron conservar.
"Fueron épocas muy duras. Hoy siguen entrando cafeteras de China a un precio menor, pero por suerte la gente prioriza la calidad, prefieren pagar un poco más sabiendo que están comprando un producto que al menos van a usar unos 30 años. Sin embargo no fue así en los ‘90 con la moda del Todo por Dos pesos", analiza el empresario.
Sin embargo fue en ese contexto que Antonio Onoda decidió comprar las partes de la empresa a sus socios quedando él y su esposa como únicos dueños. Antonio falleció en 2019 y desde entonces Ana María, su compañera y socia, está a cargo fundamentalmente del área comercial, Eugenia, su nuera del área administrativa y Adrián, que estudió Administración de empresas, está a cargo de las finanzas y la estrategia de la empresa.
"Si bien es cierto que los vínculos en las empresas familiares son un desafío enorme, nosotros aprendimos que siempre van a aparecer diferentes opiniones e incluso peleas y sabiendo esto entonces que esto es parte, cuando ocurren las debatimos, acordamos y después estamos compartiendo un café; Con mi papá hemos tenidos miles de puntos de vistas distintos, en algunos ha tenido la razón él y en otros yo, pero nunca nos volvimos a nuestras casas con bronca; lo que pasa acá adentro, acá se queda", cuenta Adrián.
Café de especialidad y la reaparición de Volturno
"Aunque a partir del 2004 la empresa fue retomando su ritmo de crecimiento, hace unos 6 años que notamos claramente como estamos recuperando relevancia gracias a que la industria del café está cambiando: el consumo está creciendo, el café de especialidad es tendencia y hay una vuelta a los métodos más artesanales de elaboración del café", cuenta Onoda quien aprovechó la ola para diversificar el negocio.
Para acompañar la tendencia, el empresario le dio a Volturno su propia marca de café y en Las Lomitas Street (Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires) inauguró Volturno Corpwork, un cowork que además de contar con la tecnología necesaria el desempeño de los equipos de trabajo de las empresas, tiene su propia cafetería de especialidad.
"Claramente es muy distinto a lo que hacemos habitualmente que somos una metalúrgica, pero en definitiva lo que nos acerca es la marca, muy posicionada en el sector del café. Por lo tanto, para Volturno tener su propia cafetería y su propio café es un crecimiento lógico; casi como inevitable", justifica Onoda.
Si bien a largo de su historia la empresa ha exportado cafeteras a la región, fundamentalmente a países limítrofes, hoy, confiesa Onoda, están trabajando al límite de su capacidad productiva por lo que no pueden más que enfocarse en el mercado interno.
"Estamos vendiendo todo lo que fabricamos, unas 3.000 cafeteras por mes. Es más, tenemos demoras en las entregas, por eso estamos incorporando nueva tecnología y paulatinamente iremos mejorando la productividad, pero la realidad es que para una pyme el crecimiento es marginal.", dice el empresario.
Sin embargo el objetivo de Onoda no es hacer de FACE una mega empresa, para él cada empresa debe tener su tamaño adecuado. "Volturno nunca va a ser Ford. Para nosotros la empresa es una forma de vida y cuando creces mucho hay que delegar y la verdad es que hay cosas de las que no me quiero despegar porque me gusta hacerlas. Nosotros definimos un tamaño de empresa y así queremos estar; nuestro objetivo es ser cada vez mejores, no más grandes".
Desde la función del aluminio hasta el pulido final, todo se hace con su staff de 13 empleados. Nada se terceriza y si bien este modelo de producción les permite un control de los procesos, también les exige contar con mano de obra especializada; puestos que en muchas oportunidades les cuesta cubrir por escasear en el mercado laboral. "El trabajo es bastante artesanal y el área de fundición es bastante compleja porque hay factores como el clima que afectan la fundición", explica.
Sin embargo, la contracara de esto es que con sus más de 70 años de experiencia fabricando las Volturno, no tienen competidores, incluso se anima a decir Onoda, tampoco los tienen en el continente. "Tramontina hizo en su momento un modelo pero dejó de hacerlo y también hubo una fábrica en Cuba. Ahora quedamos solos nosotros con las que hacen los chinos y algún modelo de Bialetti", detalla.
Hoy por hoy, cuenta el empresario, los desafíos de la empresa pasan por cómo sostener el precio de sus productos con una estructura de costos que mes a mes aumentan por la inflación.
"Si me preguntas qué problema me quiero sacar de encima, sin dudar te digo que es la variación de precios. En vez de estar pensando en cómo vender mejor o cómo mejorar los procesos e innovar me paso todo el tiempo haciendo números; un montón de trabajo adicional que nos saca del foco" se lamenta Onoda quien por día toma más de medio litro de café. "¿Si me hace mal? No, tomo muy buen café", concluye.