El creador de la marca Reef volvió a la Argentina y así se gana la vida ahora
Surfear es su mayor habilidad, y no solo significa que dominó las olas. También supo domar las reglas de ser emprendedor, se paró sobre la tabla volviéndose empresario, emigró y eligió regresar a la Argentina para coronarse en el mundo de los negocios. Fue olímpico, creó una empresa que vendió en millones de dólares y hoy abre su séptimo local de gastronomía y surf en el país: seis están en Mar del Plata, y ahora llegó a Palermo.
Fernando Aguerre se crió en Mar del Plata, pasando sus días entre las olas junto a su hermano y las tablas. Pero no solo tiene espíritu deportista, también es un emprendedor nato.
"Desde chico hacía cosas para pagarme mis gastos, plantábamos rabanitos en un baldío cerca de casa o armábamos frascos para hacer burbujas de jabón. Después, a los 11 años, cuando ya surfeábamos, detectamos el problema de lo que significaba mandar a reparar las tablas (en esa época no existía la pita, que es la cuerda que mantiene a la tabla atada al surfista), porque era caro y demoraba una semana como mínimo. Y se rompían seguido, porque la tabla se te iba y golpeaba contra las rocas", describe Aguerre.
¿Qué hicieron en ese momento Aguerre y su hermano? Montaron un taller para reparar sus propias tablas, y su trabajo fue tan bueno que pronto había fila frente a su lugar para solicitar su servicio. "Lo hacíamos en el garaje, con dos caballetes. Pero cuando empezó a crecer la demanda mi papá nos financió una lija industrial, hasta ahí hacíamos todo a mano, que se la pudimos pagar antes de que termine ese verano", recuerda.
El surf como modo de vida
Ese primer trabajo les permitió dejar de compartir la tabla a los hermanos y tener una cada uno. Pero, todo cambió cuando se empezaron a vender las pitas: las tablas ya no se rompían tanto, y había que dar un giro de volante.
En ese momento empezaron ellos a fabricar las pitas, organizaban fiestas, eran DJs y a los 20 ya estaba abriendo el primer local de Ala Moana (significa camino que te lleva al mar). "Fabricábamos ropa, parafina, ojotas. Cuatro años después estábamos migrando y habíamos fundado Reef. Llegamos a los Estados Unidos sin hablar inglés", se ríe este deportista incansable.
Esta fue una etapa de gran crecimiento, imponiendo la cultura del surf en el mundo laboral (por ejemplo, si había olas, el que llegaba con el traje de neoprene mojado a la oficina tenía permitido entrar una hora tarde), el disfrute estaba por encima, porque así uno se vuelve creativo y productivo.
Pero tanto crecimiento hizo que los hermanos se replantearan qué querían hacer. Fue ahí que vendieron Reef en millones de dólares y volvieron a la Argentina. Además, Fernando es papá de trillizos y quería que estuvieran cerca de sus raíces. "Siento una obligación moral por devolver todo lo que me dio el surf", dice.
Surf, negocios y Juegos Olímpicos
Entonces, al tiempo que abría un nuevo Ala Moana en Mar del Plata, Fernando ingresó como directivo en la Internacional Surfing Association (ISA), donde llegó a ser presidente y logró que el surf se volviera un deporte Olímpico.
"Con el surf me di cuenta que podía vivir en cualquier lugar del mundo, pero cada vez que me iba de la Argentina sentía pena. A mí me gusta armar comunidades, y los surfistas no tenemos clubes, porque andamos en la playa, entonces Ala Moana es eso, un lugar donde reunirnos", afirma Aguerre.
Cada local tiene mucho de surf, y también de la vida de este deportista y coleccionista. Así el local de Chapadmalal ofrece clases de pinturas, pasan películas y los pochoclos corren por cuenta de la casa. La idea es que sea un lugar donde a todos les guste pertenecer.
"Lo mío es todo intuición: probar, errar y volver a probar. En los negocios es como en el surf, siempre hay una nueva ola a la que subirse", define este hombre de negocios, que no teme correr riesgos.
"Queremos ser la embajada de las olas en Buenos Aires. Es un shop hecho para surfistas por surfistas. Queremos ser una marca fiel a sus raíces", afirma Aguerre, que además de la apertura del local está lanzando las colecciones Back to School y también una línea de ropa.
Pero, como a todo emprendedor que elige volver, muchos le preguntan qué lo motivó a meterse en negocios en estas tierras. Claramente Aguerre no le teme a los desafíos, y le encuentra el gusto a enfrentarlos. Por eso no duda en decir que "Argentina es como una ola salvaje, que cambia sin aviso".
¿Cómo domina esta ola? Todo lo que se vende en Ala Moana es 100% de fabricación nacional, y en cada local trabajan 7 personas. Una competencia que está ganando con disciplina y con la energía del mar a su favor.