La emblemática golosina Mantecol vuelve a manos de sus creadores
Miguel Georgalos, el hombre que a partir de su apellido supo fundar una fábrica de golosinas en 1939, seguramente seguirá desde su descanso eterno el reencuentro de su empresa con la marca que se convirtió en un genérico para el sector al estilo del Paty y la Savora para los alimentos; la Gillette para los artículos de afeitar o la Bayaspirina para calmar un dolor de cabeza. Es que después de 21 años desde aquel 18 de enero del 2001 cuando fue vendido a la filial local del grupo británico Cadbury Schweppes, el Mantecol volvió a ser propiedad de Georgalos.
En aquel año y debido a la situación económica del país y el sabor amargo que le dejó a la familia Georgalos el efecto tequila, la marca fue vendida a Cadbury Stani por u$s22,6 millones. El dinero sirvió para que Georgalos pudiera cancelar gran parte del pasivo que había acumulado, capitalizarse y producir nuevos productos. Pero la operación también le impidió competir en el mercado del postre de maní, donde se comercializaba el Mantecol, por siete años, luego de los cuales, en el 2008, lanzó su nueva marca, el Nucrem.
Ahora y según pudo saber iProfesional, la empresa habría cerrado la compra de una planta que Mondelēz International posee en la localidad bonaerense de Victoria donde precisamente se fabrica el Mantecol, además de otras tradicionales golosinas como Jirafa, Lengüetazo, Bazooka y Palitos de la Selva que también formarían parte de la transacción que se habría cerrado en los últimos meses luego de conversaciones que comenzaron en el 2019.
Reestructuración global
En 2012, Kraft Foods cambió su nombre a Mondelēz tras separar su división de América del Norte de su negocio global. A la Argentina, había llegado en los 90 luego de comprar Suchard y a comienzos del nuevo milenio se integró con Nabisco, que se había fusionado con Standars Internacional y Terrabusi. La absorción del Mantecol se produjo en el 2010 tras una reestructuración global mediante la cual Cadbury se convirtió en parte de lo que forma hoy Mondelēz International.
Ahora, y según trascendidos del mercado, el acuerdo que habría firmado con Georgalos incluiría la continuidad laboral de los casi 600 trabajadores de la planta de Victoria, así como que la empresa argentina le siga produciendo algunos productos. iProfesional quiso confirmar la operación con fuentes tanto de Georgalos como de Mondelez, pero no obtuvo respuesta a las consultas.
De todos modos, en el sector la transacción ya no es un secreto y recuerdan que a partir de esta compra, Georgalos cierra su segundo deal en nueve meses si se tiene en cuenta que en octubre del año pasado adquirió el 100% de las acciones de Alimesa S.A, una planta que era propiedad de Pepsico ubicada en la provincia de La Rioja y en la cual se elaboran Toddy y Zucoa.
Ambas marcas ya forman parte de su portfolio al igual que Flynn Paff; Nucrem; Namur; Full Maní; Tokke y a las que se estarían sumando Mantecol; Bazooka; Lengüetazo y Palitos de la Selva.
Georgalos posee además una línea de chocolates sin azúcares agregados, otra de repostería y turrones, confituras y panificados navideños, junto a las barras Flow Cereal y cereales para desayuno tras la adquisición de General Cereals.
De Floresta a Anteojito
Sin embargo y a pesar de su fuerte presencia en la industria alimenticia, el mercado de las golosinas, los chocolates y los cereales, durante muchos años la estrategia de crecimiento de la empresa estuvo ligada a la evolución del Mantecol. La marca fue idea de Miguel Georgalos, un inmigrante llegado en la década del 30 proveniente de la isla griega de Chios y cuya primera creación fue el postre de maní derivado del halvá.
Lo llamó Mantecol, porque una vecina le decía que por la forma en que presentaba el postre envuelto en papel aluminio se parecían mucho a los panes de manteca. Georgalos comenzó a producir en 1939 en la Capital Federal, más precisamente en el barrio de Floresta, adonde se mudó junto a su esposa a una casa en la esquina de las calles Segurola y Elpidio González.
Luego compraron la vieja cancha de All Boys en esa misma esquina para emplazar la primera planta de la empresa que en un primer momento fue bautizada como La Greco Argentina hasta convertirse en Georgalos Hnos.
A fines de los años '50, la familia comenzó a buscar un campo en Córdoba para autoabastecerse de maní y avanzar en el negocio. Así llegaron a la localidad de Río Segundo, que pasó a ser la sede de la empresa y de su marca insignia que era cada vez más conocida entre los consumidores argentinos.
Pero más allá de ese reconocimiento, el nombre de Mantecol se reforzó por la amistad de Miguel Georgalos con Manuel García Ferré, el creador de Anteojito y quien durante años le cedió a la empresa la contratapa de la revista infantil.
En la actualidad, el Grupo Georgalos cuenta con más de 1.000 empleados, además de operar cuatro plantas productivas y dos centros de distribución a los que sumará los 600 trabajadores y el establecimiento de Victoria.
Mercado de capitales
A la par de estas operaciones, en marzo pasado Georgalos salió a buscar fondos frescos en el mercado de capitales con el objetivo de reestructurar deuda de corto plazo y financiar capital de trabajo. Lo hizo mediante la emisión de Obligaciones Negociables (ON) por u$s3.229.080 (dollar-linked) a una tasa del 0%, a 36 meses de plazo y con una sobresuscripción de más de dos veces el monto máximo de la emisión.
El dinero fue utilizado para inversiones en activos físicos y bienes de capital situados en el país, incluyendo compra de equipos de alta tecnología para sus plantas de Río Segundo y Luján, refinanciación de pasivos e integración de capital de trabajo en el país.
Hace unos meses, la compañía adquirió de Europa equipos de alta tecnología por varios millones de dólares como refinadores, laminadores y extrusores que le permite ampliar las operaciones de ambos establecimientos y mejoras en los procesos de calidad.
Más que nada teniendo en cuenta que las actividades de Georgalos se mantuvieron estables y hasta crecieron a pesar de la caída del consumo y de las consecuencias económicas que está dejando la pandemia del Covid-19, aunque con un nivel limitado de rentabilidad. Las inversiones en su planta de Río Segundo le sirvieron para reflotar su histórica marca de turrones Namur, un proyecto que le demandó u$s 2,5 millones en inversiones que apuntaló con el banco cordobés Bancor.