Mueren más restaurantes y bares emblemáticos de Buenos Aires: la lista de los que no resistieron
Cayó el telón para uno de los emblemas de la gastronomía italiana en Buenos Aires. Ahogado por un parate que se extiende desde marzo, y una recaudación que vía el delivery nunca pasó de "simbólica", Pippo cerró sus puertas tras más de 80 años marcando los tiempos de la pasta en Capital Federal.
El reducto que supo albergar a la farándula porteña, y que ya en 2015 había bordeado la quiebra, no pudo sortear la actual pandemia y el resultado son 25 personas que ahora pasan a integrar la masa de desocupados.
Según pudo saber iProfesional, el personal de Pippo sólo percibía el ATP oficial desde que se inició el aislamiento obligatorio y los responsables del restaurante incluso adeudan haberes del año pasado.
Fundado en 1937, el primer local de Pippo funcionó sobre la calle Sarmiento, entre Montevideo y Rodríguez Peña. Ya en 1941 el restaurante se mudó a Montevideo 341, epicentro hasta este cierre de su variedad de pastas.
El final de este clásico representa otra muestra de la oleada de cierres de bares y restaurantes que viene tomando cuerpo en la Ciudad desde la irrupción del Covid-19.
Parrillas, emprendimientos gourmet, propuestas étnicas: todas las alternativas se ven afectadas, también, por una recesión relacionada con el mismo contexto sanitario y cada semana se suman nombres a una nómina de clausuras que parece nunca alcanzar su techo.
Desde Sottovoce a La Porteña, en San Isidro y Pilar, todo el segmento gastronómico enfrenta una crisis sin precedentes que hoy provoca baja de persianas sucesivas tanto en Capital Federal como en el conurbano bonaerense.
Sólo en la geografía porteña, entidades como la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC) ya cuentan con detalles de a cuánto asciende el derrumbe: 40 por ciento de la oferta gastronómica de la Ciudad, según indicaron voceros a iProfesional.
Dicho de otra forma, cerca de 3.200 restaurantes no volverán a abrir sus puertas. En términos de empleo, esto implica que el sector perdió cerca de 20.000 puestos de trabajo desde la segunda parte de marzo a esta parte.
Una oleada de cierres masivos
A tono con este presente negativo, en los últimos días de julio -y tras 57 años de funcionamiento ininterrumpido- cerró sus puertas La Rambla, en la esquina de Posadas y Ayacucho, en el barrio de Recoleta.
"Lloraron, lloramos, nos quebramos. Ellos -por los ex empleados del comercio- me ofrecieron poner el dinero de su indemnización para pagar los impuestos. Mirá si esto no era una familia", expresó al respecto Pablo Suárez, dueño e hijo de los fundadores de La Rambla.
"No podía pagarles todo el sueldo, las cargas sociales, la carga impositiva es insoportable, teníamos cero ingreso desde el 19 de marzo. Cerramos un día antes de la fecha que decretó el Gobierno, porque ya no había gente en la calle. No podía seguir manteniendo todo, expensas, luz, gas, cable y teléfono", añadió.
El lugar supo tener entre sus clientes más célebres a famosos como Tato Bores, Susana Giménez, Tato Bores, Alberto Olmedo, Antonio Carrizo, Luis Miguel, entre muchos otros. También supieron almorzar allí dos escritores habitué del barrio: Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares.
Casi a la par, la histórica parrilla La Porteña cesó el funcionamiento de sus dos sucursales en Pilar y San Isidro. La cadena en cuestión abrió su primer punto gastronómico en 1994 y también en julio, a partir de la crisis económica intensifica por el Covid-19, tuvo que bajar la persiana con la consiguiente pérdida de al menos 130 puestos de trabajo.
En torno al emprendimiento informaron que la decisión llegó como consecuencia de 4 meses de facturación por el piso. Uno de sus propietarios reconoció una caída en las ventas superior al 70 por ciento y expuso que mantener abierto devino en insostenible en tanto, según su perspectiva, el segmento gastronómico recién logrará adquirir cierta normalidad comercial hacia 2021.
El final de estos comercios representa el último ejemplo de una tendencia que se aceleró en junio.
En junio, La Parolaccia y La Bistecca, dos marcas de peso pertenecientes a los hermanos Pablo y Federico Lore, avanzaron con el cierre de locales en Puerto Madero y Martínez. También en ese lapso dejaron de operar dos restaurantes emblemáticos de Palermo: El Trapiche y El Rey del Vino.
En simultáneo, Sottovoce clausuró definitivamente su "filial" en Puerto Madero y al día de hoy sus dueños sólo mantienen en situación de eventual reapertura a la versión del restaurante en Recoleta.
En Palermo, en tanto, la situación también se observa muy complicada. El restaurante de parrillada y pastas Ravello -en la calle Honduras al 5906- también cerró sus puertas a raíz de la intensificación de la cuarentena. Y lo mismo ocurrió con Revuelta, que funcionaba dentro del Hotel Own -Gurruchaga 2121-.
Por el lado de los bares, en ese barrio dejó de operar Bad Toro -Honduras al 5000-, en torno a la plaza Serrano, y también Clara -Serrano 1595-, cuyos dueños colocaron en uno de los ventanales del comercio un cartel detallando que "fue imposible sostener el local con 80 días de cuarentena...".
Ragnar Beer Pub y Valk Taproom son otros nombres que se suman a los emprendimientos que, en términos comerciales, cayeron con la pandemia.
También los restaurantes asiáticos
Durante la segunda semana de mayo, el Hong Kong Style, un punto gastronómico tradicional del área, muy recomendado por chefs de renombre, cerró las puertas de su local en Montañeses al 2100.
"Después de 20 años de dedicar absolutamente todos nuestros días a este proyecto que culminó en lo que hoy ustedes conocen como Hong Kong Style, hemos tomado la difícil decisión de cerrar las puertas de la que ha sido nuestra casa desde el 2000 y guardar el wok de Lui", informaron sus propietarios a través del espacio del restaurante en Instagram.
Pocos días después, fue el turno de Todos Contentos -Arribeños 2177-, un reducto de la comida taiwanesa con más de 35 años de funcionamiento en ese enclave de Belgrano. A sus dueños se les hizo imposible resistir a base de entregas de comida por delivery y sus 14 empleados quedaron en la calle.
A principios de julio, la baja de persianas definitiva corrió por cuenta de Dragón Porteño -Arribeños 2137-, cocina taiwanesa con más de dos décadas de funcionamiento en el Barrio Chino.
Sus propietarios avanzaron con el cese de operaciones tras no poder afrontar el pago de alquiler, impuestos en general, y el salario de 8 empleados. La alternativa del delivery apenas si les significaba una facturación del orden del 10 por ciento respecto del movimiento comercial previo al coronavirus.