SECTOR EN CRISIS

Por salto del dólar y caída de consumo, grandes empresas de alimentos sufren pérdidas y frenan inversiones

Evitan tomar nuevos riesgos y congelan proyectos para reducir el impacto de la devaluación y eventuales medidas del próximo gobierno
NEGOCIOS - 13 de Septiembre, 2019

Las importantes pérdidas que acumuladas en el período, el contexto recesivo, la fuerte suba de los costos y las consecuencias negativas de la devaluación en el mercado interno complicaron la performance comercial y financiera de las principales alimenticias argentinas.

En esos 12 meses transcurridos entre enero y diciembre pasados acumularon pérdidas por más de $6.000 millones, según los balances anuales informados por grandes del sector, como Molinos Río de la Plata, Arcor, Mastellone y SanCor, entre otras.

La profundidad de la crisis hizo que en el sector el 2018 fuera considerado como el peor año de la última década para estos grupos, algunos de ellos con tamaño de multinacional como el caso de la alimenticia controlada por la familia Pagani.

Sin embargo, es más que probable que el 2019 supere las expectativas negativas y termine agravando la crisis de estas compañías, que continúan acumulando balances negativos como consecuencia del mismo contexto en el que se desempeñaron el año pasado.

De hecho, hay en el sector voces que advierten que los niveles de caída que arrojará este año estarán mucho más cerca de lo que ocurrió en la crisis del 2002 que con lo que sucedió en el 2009, cuando por el contexto mundial la Argentina también entró en recesión.

Los ejecutivos de estas compañías dejaron de lado el optimismo que habían adoptado luego de los buenos resultados del primer semestre y que los habían llevado a pensar hasta en crecer y plantear nuevas inversiones para el 2020.

Todo, con un marco preocupante para el sector a nivel macro, que ostenta el uso de la capacidad instalada más bajo desde el 2001, que llega nada más que el 63%, evidenciando una importante retracción que provocó la pérdida de 2.300 empleos y acumula balances negativos en la mayoría de las empresas.

Ahora, el escenario de crisis económica y financiera, junto a la incertidumbre política impulsa una fuerte quietud y freno en los proyectos de negocios. Así, las compañías evitan tomar nuevos riesgos.

Desde el análisis político, no tienen en claro qué panorama llegará con el eventual gobierno de Alberto Fernández en cuanto a las empresas que participan del sector de consumo masivo de alimentos.

Pero evalúan con preocupación que la gestión del Frente de Todos pueda tomar medidas populistas, como las de negociar un acuerdo general de precios y salarios, restricciones a nuevos aumentos y a los ajustes por despidos, pago de doble indemnización o nuevos cepos y prohibiciones como las que ya aplicaron en las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner.

En el plano económico, se considera que el actual escenario recesivo, la devaluación post PASO que llevó el dólar de $47 a casi $62 y la incertidumbre del mercado doméstico, del cual son fuertemente dependientes sus ventas y sus ingresos, provocará un nuevo tsunami entre las compañías argentinas de la industria alimenticia.

Esto, a pesar de haber nuevamente liderado la suba de precios en el segmento de la alimentación durante el mismo período, con el objetivo puesto en no perderle pisada a la inflación que, según los analistas, terminará el año en alrededor del 52%.

Medidas que no ayudan

Ni la tradicional canasta de Precios Cuidados, extendida hasta enero próximo, ni la más nueva de Precios Esenciales, ni las ya comunes promociones y descuentos de los súper e hipermercados parecen alcanzar para revertir la profunda recesión de la economía y la retracción del consumo.

Tampoco alcanzarían la quita del IVA a la canasta de productos alimenticios, ni el dinero que el Gobierno busca inyectar en el bolsillo de los consumidores a partir de medidas como la devolución de hasta $2.000 de aportes patronales, o la suba del mínimo no imponible de Ganancias y mucho menos la devolución del importe del monotributo durante dos meses.

De hecho, se multiplican las dudas con respecto al bono de $5.000 que el Gobierno quiere lanzar por decreto para que cobren todos los trabajadores del sector privado y que se suma al ya otorgado para los empleados de la administración pública nacional.

Entre los empresarios del sector existe desánimo y resignación ante lo que consideran será otro año negro para el sector y comenzaron a adoptar métodos que antes no tenían en cuenta para proyectar sus negocios como analizar a diario la performance del dólar.

"Miramos los movimientos de la moneda norteamericana como nunca antes a la hora de decidir qué aumentos de precios vamos a tomar y qué planes vamos a tener en cuenta hacia futuro", admiten en uno de estos grandes grupos alimenticios ante las consultas de iProfesional.

Explican que la necesidad de estar atentos al dólar de manera casi constante se debe a que en muchos productos de consumo masivo el tipo de cambio "es una amenaza diaria".

Otro ejecutivo del sector admite que en su empresa todavía siguen intentando interpretar los cambios que hubo en la economía después de las elecciones PASO del 11 de agosto pasado y que dejó como saldo una gran incertidumbre con respecto al escenario que se planteará para la industria alimenticia a partir del 2020.

"Todavía no hemos tomado total conciencia sobre el impacto que tuvo la mega devaluación de agosto, justo un año después de la anterior devaluación del año pasado", agregan desde una de las mayores lácteas del mercado local a la hora de definir cómo se preparan para cerrar las finanzas de este año y qué planes adoptarán para atravesar el 2020.

Desde la competencia también suman dudas sobre el futuro. "No habíamos llegado a asumir lo que pasó hace un año cuando vino otra devaluación y nos obliga a recalcular y dar de nuevo", sostienen y reconocen que se encuentran recalculando las proyecciones de este año, tras el fuerte cambio de panorama surgido del resultado electoral de agosto pasado.

De hecho, en todas las compañías advierten que las medidas tomadas por el Gobierno para favorecer en algo el consumo y volcar más dinero a la economía no serán suficientes para generar un repunte en las ventas y el cierre de balances anuales con rentabilidad.

Aseguran que es temprano para saber cómo respondió el consumo a estas decisiones, pero creen que de todos modos no alcanzarán para revertir la fuerte caída de hasta el 20% en el volumen de ventas general del sector de alimentos y bebidas.

Balances bajo la lupa

Incluso, en empresas como Molinos Río de la Plata, la evaluación de lo que vendrá no es optimista a pesar de que el balance del primer semestre del año fue positivo para la compañía de la familia Perez Companc.

Por lo menos así se desprende de los resultados que obtuvo entre enero y julio pasados, cuando logró una ganancia de $1.004 millones, contra una pérdida de $1.712 millones de igual período del 2018.

De hecho, la empresa arrastra un rojo de $1.702 millones de todo el año pasado. Y según su último informe enviado a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, entre enero y julio de este año se vio favorecida por "factores extraordinarios que le aportaron $1.078 millones, siendo el más relevante el impacto contable no recurrente en el cargo por impuesto diferido producto de la revaluación fiscal de los activos fijos".

Por lo tanto, el resultado operativo de la compañía fue de apenas 1,5% de las ventas reportadas, con ingresos operativos por $13.470 millones, creciendo 6% cuando los costos lo hicieron al 12%, y sostuvo un estricto control de los gastos.

A esto le suma una deuda en moneda extranjera cercana a los u$s180 millones, que le será complicada de manejar a partir de la inestabilidad del dólar y de los mercados de capitales.

La empresa admite que su performance ocurrió durante "un periodo donde se prolongó la contracción del consumo de alimentos y bebidas", pero resalta que de todas formas logró mantener el volumen respecto del año anterior, "ampliando la cartera de productos y soportando incrementos de costos no trasladados en su totalidad a precios que impactaron en un significativo deterioro de su margen bruto".

La misma situación positiva se vio en los números de Arcor que, en el mismo semestre, alcanzó una ganancia $655 millones revirtiendo una pérdida de $874 millones informada en el primer trimestre del mismo año.

De hecho, hasta incrementó sus ventas aunque más que nada por efecto de los negocios de sus empresas del exterior que representaron un 34% del total de las ventas consolidadas del grupo cordobés, mientras que los números domésticos, que incluyen las exportaciones, tuvieron una participación del 66%.

Al igual que en el caso de Molinos, las ganancias de los primeros seis meses de Arcor fueron alcanzadas gracias a la estabilidad cambiaria y a una estrategia de gestión de recursos con estricto control de gastos.

De todos modos, sus ejecutivos reconocieron que los negocios del holding se desempeñaron en un contexto de incertidumbre y de retracción del consumo, por lo cual no abandonará su política de contar con niveles adecuados de liquidez para poder cumplir con sus obligaciones financieras.

Un ejemplo es el caso de La Campagnola que, en el primer semestre, perdió $719 millones, debió trasladar sus operaciones industriales de la planta de San Martin, en Mendoza a San Luis con el objetivo de recomponer la competitividad y contribuir con la sustentabilidad del negocio.

A esta controlada, el holding debió cederle $1.800 millones para reforzar sus números, teniendo en cuenta que en San Luis también ha definido un plan de crisis con la suspensión de trabajadores y el freno parcial de varias de sus líneas de producción.

En el caso de Mastellone, otra de las empresas controlada por Arcor, la situación es similar si se tiene en cuenta que la mayor compañía láctea de la Argentina arrastra una pérdida de $1.995 millones acumulada el año pasado.

La firma sufre un pésimo desempeño tanto en sus propias cuentas como en las del Grupo Arcor y se espera para lo que resta del año una dinámica negativa por el cambio de clima.

Esto se debe al quiebre de la estabilidad cambiaria y las altas chances de entrar en cesación de pagos que muestra la Argentina, con los mercados internacionales cerrados para la obtención de fondos frescos y una economía virtualmente quebrada.

Desde las empresas señalan que en lugar de sostener sus estrategias de mediano y largo plazo de crecimiento y generación de valor, ahora se enfocan en minimizar los daños del contexto desfavorable, evaluando nuevos ajustes internos, revisando sus negocios y buscando proteger sus volúmenes para evitar mayores caídas.

También dicen estar resignando rentabilidad mes a mes al limitar el traslado de la suba de costos a los precios de sus marcas pero teniendo en cuenta que igualmente deben retocar valores para sostener sus negocios.

La profundidad de la caía es tal que deben optar por recomponer rentabilidad a costa de perder volumen o de utilizar la fórmula inversa.  "Se puede resignar rentabilidad para mejorar el volumen, pero lo se puede resignar ambos factores por varios meses", explican los empresarios al entender que la combinación negativa de menor ganancia y menores ventas "es una combinación peligrosa para cualquier compañía", más que nada en un contexto de consumo donde, dicen, "la gente no está comprando".

"El balance anual volverá al rojo, a pesar de que nos habíamos entusiasmado con las mejoras que logramos en el primer semestre", se desaniman en una de las grandes del negocio.

"La devaluación de agosto nos retrotrajo a los números del año pasado", admiten sus competidores en donde también reconocen que los aumentos de precios seguirán en torno al 15% durante este mes de septiembre, por lo menos en rubros como los de alimentos y bebidas y limpieza y tocador e higiene personal.

En cuanto a los compromisos financieros contraídos, entre las compañías del sector evalúan fórmulas para estirar los pagos de sus deudas, más que nada las nominadas en moneda extranjera.

Sin embargo, las negociaciones con sus acreedores no son fáciles. En el caso de los bancos, realizan consultas diarias y negociaciones permanentes pero con el único objetivo de reprogramar los vencimientos. Es decir, "patear para adelante" la cancelación de los compromisos, logrando la mejor tasa posible.

"No hay chances de cancelar deuda genuinamente con el actual escenario", advierten los hombres de negocios para quienes la única opción es la de ganar tiempo "para ver si aclara el panorama".

De esta forma, se mantienen los factores que llevaron a las alimenticias a cerrar el 2018 con millonarias pérdidas, con un contexto desfavorable, con inversiones en stand by, negocios en caída, renegociaciones de las deudas en dólares, nuevos planes de ajustes e incertidumbre sobre lo que vendrá para el sector a partir del cambio de gobierno.

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