Público visitante en el fútbol argentino: una costumbre que no es financieramente rentable
El fútbol argentino hoy atraviesa una situación incierta. ¿Puede ir el público visitante a ver los partidos? ¿Cuándo? ¿Por qué a una misma cancha a veces van solo los hinchas locales y a veces también simpatizantes del rival de turno?
Desde el lamentable episodio en el cual Javier Jerez, hincha de Lanús, fue asesinado en un enfrentamiento con la policía, en las afueras del Estadio Único de La Plata, en 2013, se determinó que no habría más visitantes. Desde hace unos años, la prohibición se levantó parcialmente en algunos sectores, como por ejemplo, la Provincia de Buenos Aires, y en algunas competencias en particular, como la Copa Argentina, donde en la mayoría de los partidos se permiten aficionados de los dos contrincantes.
Sin embargo, y pese a que el Aprevide, organismo de seguridad bonaerense, habilita a la mayoría de los estadios de esa localidad a recibir público de ambas parcialidades, sobre todo a partir de este año, es muy habitual que haya instituciones que rechacen esta posibilidad. Los dirigentes suelen ampararse en cuestiones deportivas o argumentar que se está remodelando el sector donde podrían ir los hinchas del contrincante, pero lo cierto, es que desde lo económico, la mayoría de las veces, no les resulta conveniente.
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Varios clubes, en busca de mostrar transparencia en la gestión, han empezado a publicar para sus socios, los valores de los egresos e ingresos de cada partido, y los resultados son llamativos. En enero de este año Tigre reveló las cifras del encuentro ante San Martín de Tucumán: recaudó $1.051.150 y gastó $1.284.474, por lo que perdió $233.324. En abril, ya por Copa de la Superliga, Argentinos Jrs. registró una pérdida aún mayor en el partido que lo enfrentó a Independiente. Gastó $800.247 y recaudó $294.050 perdiendo $506.197. En ningún caso hubo público visitante, pero el gasto mayor de los dos clubes fue producto del operativo policial.
Incluso, en un partido clave, como fue la semifinal de la Copa de la Superliga, ante Boca, el equipo de La Paternal, jugando a estadio lleno y obteniendo por venta de entradas cuatro veces lo que había recaudado en el partido ante Independiente, tuvo ganancias menores a $100.000. Otra vez, el egreso más grande fue el pago del operativo policial, que al tratarse de un partido a cancha llena fue más grande, a lo que hay que sumarle $250.000 destinado a la seguridad privada.
El Bicho pudo llenar la cancha sin necesidad de visitantes, y, probablemente, si hubiera tenido que recibirlos, la cancha hubiera estado llena de todos modos, pero habría que haber sumado mínimamente 300 efectivos policiales para evitar cualquier inconveniente entre las parcialidades. Cada policía en día de partido cobra aproximadamente $200 por hora y trabaja, en general, ocho horas, más las horas extras que se pagan cada una casi un 50% más. Es decir, Argentinos hubiera gastado $650.000 solo en personal policial, sin tener en cuenta otros egresos que también crecerían como la seguridad privada, vallas, médicos, etc.
Además, AFA y Superliga, establecieron un límite de $500 pesos como valor máximo de las entradas generales, por lo que, solamente las plateas pueden tener un precio mucho más alto para los visitantes que para los locales. Y, en febrero de este año, definieron que, en aquellos partidos en los que se admita público visitante, el 20% de la recaudación sea destinada a ese equipo.
Da la sensación de que aquellos equipos que tienen la posibilidad de jugar cada partido con su estadio lleno al menos en un 75%, como en el caso de la provincia de Buenos Aires suele suceder con Independiente y Racing, definitivamente no resulta conveniente recibir a los simpatizantes del rival.
Y, aún si se tratara de un equipo con más espacio en su estadio del que pudiera llenar por sus propios medios, dependería muchísimo de la cantidad de espectadores que pudiera y quisiera traer el adversario. Para cubrir los gastos que todo esto conlleva, y obtener una ganancia mínimamente considerable, se deberían vender al precio máximo ($500) unas 2.500 entradas generales, más comúnmente llamadas populares.
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Más allá de la previsión que pueda hacer el local, a la hora de conceder la posibilidad de albergar invitados, con respecto a la cantidad de hinchas que el equipo tenga, es muy difícil saber ciertamente cuantas entradas se venderán y muchas veces es muy fino el límite entre perder, ganar y salir hecho.
Además, hay que considerar los riesgos adicionales que esta cuestión acarrea. Por supuesto, que la primera cuestión a analizar tiene que ver con la seguridad, tanto de los locales como de los visitantes. En la mayoría de los estadios, los visitantes se ubican en una tribuna que se encuentra por encima o por debajo de hinchas locales, lo que genera situaciones incomodas para aquel grupo que queda en posición inferior.
Por otro lado, desgraciadamente, es frecuente el vandalismo de algunos simpatizantes que provocan destrozos en la zona que les toca ocupar. Y, como si todo esto fuera poco, la incomodidad de que alguna de los dos grupos de hinchas, deba permanecer en el estadio por un tiempo prolongado hasta que el otro grupo desagote las zonas aledañas.
Todo parece conspirar contra las posibilidades de tener hinchas de los dos equipos que compiten en un partido. Muchas veces, son los propios aficionados los que, por una cuestión de comodidad, también se manifiestan en contra de recibir a la visita, más allá de que después pretendan o no poder ir ellos a alentar a su equipo a otro estadio. El público parece haberse habituado a una dinámica distinta a la histórica, al folklore entre dos hinchadas, los cánticos cruzados y los colores ajenos en casa propia.
Este tipo de debates suelen avivarse durante los años electorales. Muchas veces, el humor popular se palpa a partir de los partidos de fútbol. Pero, independientemente de la confusa situación que generan los organismos estatales y de seguridad, hoy por hoy, los visitantes parecen ser, para muchos dirigentes deportivos, una piedra en el zapato.