Comer sano: la agroecología suma miles de hectáreas y el modelo ya se "exporta"
A contramano del modelo de producción predominante, basado en la siembra de semillas transgénicas y la aplicación a mansalva de millones de litros de plaguicidas al año, la agroecología y su sistema de labor sin químicos se afianza en la Argentina. Y no solo eso: el éxito de la experiencia local atrae la atención de los productores incluso fronteras hacia afuera.
Se trata de una modalidad que descarta por completo la utilización de agrotóxicos y, al mismo tiempo, recupera la noción del campo como un ecosistema interrelacionado del que toman parte los chacareros, la producción en sí misma y los actores del ambiente. En la actualidad, este sistema ya suma más de 85.000 hectáreas distribuidas en todo el país.
Las grandes extensiones de monocultivo como las estimuladas por el agronegocio consagrado no tienen lugar dentro de este concepto. En cambio, se promueve una rotación permanente de variedades, y la combinación con actividades como la ganadería y el tambo.
Llevado a la práctica, el modelo ya desde la quita del componente agroquímico le garantiza al productor un ahorro considerable: de acuerdo con datos divulgados por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), suprimir las aplicaciones de herbicidas, insecticidas y fungicidas, además de restar el fertilizante artificial, reduce hasta un 60 por ciento los costos de producción de una hectárea de maíz o soja de primera o segunda.
Los agrotóxicos en cuestión basan su cotización en el valor del barril de crudo internacional y la comercialización en la Argentina se cancela en dólares.
Con rindes similares a los ostentados por los lotes sembrados con organismos genéticamente modificados –OGMs en la jerga– como la soja RR o los maíces Mon810 y Nk603, pero con exigencias financieras menores y un nivel de endeudamiento que entre sus cultores es cercano a cero, la agroecología viene cosechando gran aceptación. Así, en la Argentina dio lugar a una organización que aglutina a 13 municipios, 150 productores y 69 asesores.
Denominada RENAMA, esta red que reúne a distritos y comunidades agroecológicas acaba de exportar su método al departamento de Canelones, en Uruguay, y en breve pondrá un pie en España, más específicamente en el municipio Binéfar, en la comunidad autónoma de Aragón.
En la Argentina, Gualeguaychú, Guaminí, Bolívar, Lincoln, General Alvarado, Coronel Pringles, Salliqueló, Chabas, Saavedra, Coronel Suárez, Adelia María, Monte de los Gauchos y Pigüé, son algunos de los distritos y pueblos que, de forma comunal o a través de grupos de productores, ya abrazan la producción agrícola sin plaguicidas.
Hace escasos días, iProfesional mantuvo un encuentro con Eduardo Cerdá - titular de RENAMA-, Rodrigo Castro y Juan Ignacio Pereyra -miembros fundadores-, quienes brindaron detalles de un modelo que se contrapone a una producción atada a las pulverizaciones con herbicidas como el cancerígeno glifosato, y apunta a garantizar la provisión de alimentos sanos, seguros y soberanos.
La agroecología ¿es aplicable a cualquier tipo de cultivo? ¿Es posible desarrollar el sistema en un contexto de predominio de los lotes fumigados? ¿Se utiliza siembra directa? ¿Cuáles son los insumos y el costo de producción bajo este esquema? ¿Qué ocurre con la mano de obra? ¿Puede la Argentina mantenerse como país exportador si migra de forma intensiva hacia ese modelo?
Sobre estos y otros interrogantes, los entrevistados aportaron las definiciones que siguen.
-Punto de partida: ¿Qué es la agroecología para RENAMA? Porque se conoce que existen diferentes definiciones…
Eduardo Cerdá (EC): Es entender más la naturaleza, la ecología, para producir. Pero buscando la salud de los campos, las plantas, los animales. Un equilibrio. La agroecología es un gran paraguas, otra forma de hacer agricultura. Apelamos a conceptos de la ecología, la física y la química, la biología, junto a aspectos sociales para que sea una agricultura que se pueda sostener en el tiempo.
Hoy no sirve evaluar cómo estamos produciendo si a eso no le damos una proyección, una evaluación de si se puede mantener a mediano y largo plazo. Esto es algo que comprendía el concepto de sustentabilidad antes de ser bastardeado o apropiado por otros sectores.
-Si lo simplificamos ¿agroecología sería partir del no uso de agrotóxicos?
EC: Sí, pero eso como algo muy simple.
Rodrigo Castro (RC): Es entender al campo como un sistema vivo. Si lo asumís de esa forma, el hecho de meter químicos ya implica matar a ese ser vivo. Pasa por interpretar al campo como un sistema integral con muchos elementos que funcionan interconectados.
-¿Bajo el paraguas de la agroecología se puede llevar a cabo cualquier cultivo?
EC: Sí, porque va más allá del tipo de cultivo. El concepto en sí rompe con la idea, por ejemplo, del monocultivo: promueve el policultivo. Si sostenés una sola variedad es muy difícil entender los ciclos de la tierra.
RC: Si vos querés mantener un sistema vivo y que este sea fuerte, tenés que promover la diversidad de cultivos.
-Desde ese punto de vista ¿existe el concepto de plaga para la agroecología?
EC: Tanto el concepto de plaga, por los bichos, como de maleza para algunos vegetales, habla en realidad de un problema, de un desequilibrio. La plaga aparece cuando hay algo muy dispuesto, cuando hacés un monocultivo le generás mucho alimento a los seres que gustan de ese cultivo. Entonces crecen, se reproducen, ponen huevos y terminan volviéndose plaga.
En realidad, lo que están haciendo es restablecer un equilibrio: en la naturaleza no existen cientos o miles de hectáreas de un solo cultivo.
RC: La plaga es algo que surge en los sistemas vivos, un patrón. Cuando se rompe un mecanismo dinámico aparece algo que devuelve ese equilibrio perdido. En sistemas donde tenés mucho de un tipo de cultivo aparece la plaga para restablecer.
-¿Cómo se solucionan los inconvenientes con, por ejemplo, los insectos si no utilizás agrotóxicos?
EC: Si es un lote muy grande, hacemos asociación de cultivos. No es que sembrás únicamente maíz, por poner un caso. Entonces la eventual plaga ya encuentra una complicación. Trabajar con mucha biodiversidad y asociar cultivos es una estrategia efectiva. Cultivos asociados y secuenciados en el tiempo.
Juan Ignacio Pereyra (JIP): Lo adecuado, también, es colocar corredores biológicos para que los bichos tengan qué consumir.
RC: Para controlar una plaga lo que se puede hacer es darle una opción para que se alimente o, en todo caso, dejar un espacio para que surja una especie de control de esa plaga.
-Hablemos de números: ¿A cuánto asciende el costo de producción? ¿La agroecología es más barata que la producción con plaguicidas y transgénicos?
EC: El costo es más bajo porque no necesitás de los insumos químicos. En semillas se utilizan las que el productor genera a partir de la siembra, se fomenta el intercambio. Se trata de variedades hechas en suelo con vida, es muy diferente al insumo industrial.
Al principio, arrancamos con variedades que fuimos evaluando y que luego nos parecieron las más adaptables al modelo. Después, los productores empezaron a sembrar y promover el intercambio. Tenemos variedades de casi todos los cultivos. Sería muy importante que el Estado invierta lo ganado de los productores en mejorar esas semillas y no que destine plata para ensayar materiales de las empresas.
Generar una hectárea agroecológica es la mitad de barato que producir una hectárea con agroquímicos. Hoy, para hacer una hectárea de maíz transgénico estás en casi 500 dólares de costo. En agroecología esa unidad demanda 200 dólares.
En trigo la relación es parecida. El empresario o productor tiene que entender que este modelo le incrementa los costos y la retribución posterior no está a la medida de ese aumento.
-¿Cómo es el rendimiento bajo este concepto?
EC: Puede ser igual y hay casos en los que hemos superado al rendimiento de nuestros vecinos convencionales. Pero lo interesante es que ante un problema de inestabilidad climática, por ejemplo una sequía, el rendimiento en agroecología cae mucho menos. O sea que es más seguro, más estable.
Si el clima es bueno, los rendimientos también. Si ocurre lo contrario, se está a la par del vecino. Si se incorpora ganadería al campo, esta aumenta siempre. En Guaminí (provincia de Buenos Aires), donde ya llevamos cuatro años de trabajo, los productores tienen el mismo rendimiento en agricultura pero duplicaron el número de animales.
¿Por qué? Bueno, el campo produce más y la ganadería le garantiza estabilidad. Se ocupa de la maleza. Genera una sinergia.
-Por lo general, el tipo de productor más conocido es un actor fuertemente endeudado; ¿cambia con la agroecología? Y a la par, ¿qué ocurre con la mano de obra en este sistema?
EC: Entre quienes integran RENAMA ninguno tiene créditos. En el campo "La Primavera" -5.200 hectáreas, partido bonaerense de Bolívar- compraban 9.000 litros de glifosato por año. Lo pagaban en dólares. La agricultura predominante es muy dependiente del petróleo. Ya lo decíamos en 1998: seguir con un modelo dependiente del petróleo no es viable, es un disparate.
En "La Primavera" se hacían 1.000 hectáreas de barbecho químico con glifosato. Pasamos a tener ninguna hectárea trabajada con químicos.
En cuanto a la demanda de mano de obra, para el pool de siembra el modelo químico es más simple. Manda a fumigar, otro empleado siembra… Ahora, si vos incorporás ganadería, eso implica animales vivos, estar pendiente. Implica pensar desde otra lógica, entender que hay vida y que tenés que cuidarla.
RC: La agroecología necesita que haya gente en el campo. Hay que estar viendo qué ocurre, entender las relaciones que surgen, los problemas que aparecen.
-¿Se pueden hacer muchas hectáreas de agroecología?
EC: Sí, no hay limitantes. Ni hay lugar en el mundo donde no se pueda llevar a cabo porque trabajamos con los principios mismos de la naturaleza. Lo que puede ocurrir es que no puedas trasladar lo que ocurre, por ejemplo, en Lincoln (provincia de Buenos Aires) a Formosa porque la tierra es otra. Bueno, allá harás otra cosa.
En el asesoramiento que daremos en España, por caso, se trabajará con una empresa que tiene 7.000 hectáreas allá y unas 10.000 acá. Les interesa dejar los agroquímicos, ya tienen 1.000 hectáreas sin trabajar con químicos y quieren ampliar. Cerramos contrato para dar asesoramiento por un año.
-¿Cuál es la posición respecto de la siembra directa?
EC: Es fantástica pero no así, con agroquímicos, como está entendida. Hoy se hace con barbecho químico y eso rompió la estructura de los suelos. La siembra sin mover el suelo debe hacerse entendiendo que la tierra es un ser vivo y sin despreciar la vida que le dan las plantas.
Ahora AAPRESID –la asociación que nuclea a los productores que motorizan la siembra directa–, después de años, sale alertar que se está perdiendo fertilidad en los suelos como si no tuviera responsabilidad en eso. Lo mismo el INTA –Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria–. Promovieron el sistema con químicos y ahora dicen que estamos mal, como si no tuvieran relación directa con el problema.
A la resistencia de malezas respondieron con mayores concentraciones de glifosato. Antes era del 48 por ciento, ahora es del 63.
-Se dice que si no producís de esta forma, los alimentos pasarían a valer por lo menos el triple; ¿esto es así?
EC: Es un mito. Con el combustible caro como está, traer verduras del interior a Buenos Aires implica un costo muy alto en flete. En cambio quien está ahí, produciendo, no tiene ese gasto. Puede vender incluso más barato. Esto va de la mano de incentivar la feria agroecológica, el consumo local. Hablamos de una estrategia para el mercado interno y de un mejor alimento.
Por otro lado, producir sin agroquímicos también baja los costos en términos de importaciones y eso repercutiría de forma positiva en la balanza comercial. Hoy, bajo el modelo convencional, exportás el doble, sí, pero a un precio irrisorio, extrayendo demasiados nutrientes y con el costo del envenenamiento que generan los agroquímicos.
-¿Qué significa mejor alimento?
JIP: Las universidades forman ingenieros agrónomos que tienen una lógica físico-química y nada más. Revisan nitrógeno, humedad, fósforo y no van más allá. Tratan de solucionar todo de forma artificial porque en muchos casos trabajan para las mismas empresas que venden los insumos.
CE: Los fertilizantes que se usan de forma convencional no tienen más de tres nutrientes. Nitrógeno, fósforo, azufre. La planta, para desarrollarse bien, necesita más de 20. Una de las cosas que están ocurriendo es que los alimentos vienen con cada vez menor carga de minerales. Están vaciados.
En cuanto se observa la composición de la fruta o la verdura, queda a la vista que en los últimos 25 años bajó 30, 40 por ciento el contenido en hierro, lo mismo para el calcio o la vitamina C. Hoy un alimento si no te lo venden de una huerta agroecológica, tratado de forma biológica, viene con menos minerales.
Si a la planta sólo le tiramos nitrógeno y fósforo, bueno, se desarrolla incluyendo únicamente esos elementos. Precisa hierro, molibdeno, otros minerales, y no los tiene. Cuando más nutrientes recibe la planta, más elevada es su salud y lo que sintetiza. Uno lo nota, por ejemplo, en el sabor. La que no crece de esa forma brinda un fruto inflado pero casi vacío en términos de alimento.
-¿Cuánto demora la migración si un productor decide pasarse al modelo agroecológico?
CE: Es un proceso muy rápido. En "La Primavera" ya en el primer año de cambios los costos se redujeron un 25 por ciento. Al año siguiente logramos duplicar la rentabilidad. La realidad es que los ajustes no implican tirarse a un precipicio. El productor avanza según cómo se va dando la experiencia.
-La última: ¿Argentina puede sostenerse como país agroexportador si se vuelca masivamente a la agroecología?
CE: Sería super importante establecer un cambio así, ya que tiene un potencial superior al que hoy poseen los commodities, que además son la base del uso de agrotóxicos. Es un modelo rentable, que genera más trabajo. El potencial existe. Debería ser un objetivo: ir hacia una mirada de país exportador de productos agroecológicos. Se vendería alimento de más valor.