Caída de las ventas, inversiones frenadas y menor producción, el escenario de la industria textil para este año
Caída de las ventas en el mercado interno, deterioro de la actividad económica, aumento de los costos de las materias primas y de los insumos, incremento de tarifas y de la presión tributaria son algunos de los motivos por los cuales los industriales textiles aseguran haber sufrido en el 2018 una de las peores crisis de la última década.
Es más, la disminución del nivel de actividad ha provocado una reducción el menor uso de la capacidad instalada del sector en los últimos 17 años detectada en noviembre pasado, con un 43,9%. Situación que llevó a la mayoría de las textiles a recortar horas trabajadas, suspender personal y a concretar despidos y cierre de líneas de producción y de fábricas. En las empresas aseguran que la pérdida de puestos de trabajo entre el 2015 y el año pasado supera los 17.000 empleos, aunque advierten que el impacto es mayor si se considera la pérdida de puestos de trabajo no registrados, principalmente en la confección.
Por esos motivos, entre los hombres de negocios de la industria textil se anticipa la extensión de la crisis durante este año. Es más, advierten que la situación se podría agravar si el Gobierno no implementa un paquete de medidas que repare el daño provocado por un entorno macroeconómico que ha venido erosionando a la actividad manufacturera nacional en los últimos años. De hecho no se esperan mejoras en las ventas y en la producción, por lo cual las inversiones continuarán frenadas tal como viene ocurriendo desde el 2017.
El complicado escenario surge de una consulta realizada por la Fundación ProTejer entre 86 empresas del sector en la cual se anticipa que, por lo menos el 45% de las textiles no espera cambios en sus ventas para este año, mientras que otro 33% anticipa caídas en sus volúmenes de comercialización.
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ProTejer es la entidad empresarial que agrupa a la mayor parte de la cadena agroindustrial textil y de confecciones y realiza anualmente la misma encuesta cualitativa con el objetivo de anticipar el ánimo de los empresarios.
En ese marco, surge también que durante este año la capacidad instalada se mantendrá en los mismos niveles que los del 2018 para el 64% de las empresas, en tanto que otro 30% la ubica entre el 61% y el 70%. Por esos motivos, advierten los hombres de negocios dedicados a la confección de prendas de vestir y de calzado que deberán continuar aplicando políticas restrictivas que afectarán al personal. En este sentido, de la encuesta se desprende que la mitad de las empresas reducirá su cantidad de empleados, así como una misma proporción achicará las horas de trabajo.
Todo un combo de anticipos negativos que también afectarán los planes de negocios teniendo en cuenta que el 83% de las firmas consultadas no realizará inversiones debido a las expectativas negativas sobre el mercado interno y la economía, así como por las altas tasas de interés y la incertidumbre cambiaria.
Con este pesimista escenario de fondo, los ejecutivos aseguran que los principales problemas a enfrentar serán caída de las ventas, disminución de la rentabilidad, retraso en la cadena de pagos, alta presión tributaria e incertidumbre macroeconómica.
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Al respecto, Yeal Kim, presidente de la Fundación ProTejer, explica que el sector atraviesa por una prolongada situación de crisis generada por una profunda retracción de la demanda producto del deterioro del poder adquisitivo de la población. “A la disminución de la demanda se le suma la persistente presión de las importaciones que provoca una sensible pérdida de participación de las ventas nacionales sobre un reducido mercado local”, agrega el ejecutivo. También advierte que las menores ventas en el mercado interno “no se pueden compensar con mayores exportaciones, que han sufrido importantes caídas en el 2018”.
En este contexto, el ejecutivo recuerda los factores que más daño le han generado a la industria textil local durante la gestión de Cambiemos. Según su visión, la lista la componen un aumento de la presión tributaria, mayor ingreso de productos importados, altos costos de financiamiento, extensión de la cadena de pagos y políticas económicas sectoriales insuficientes. También se refiere a mayores costos laborales, restricciones en el acceso al financiamiento, caída de las exportaciones, mayor informalidad y evasión, altos costos inmobiliarios y deterioro del clima de negocios.
“Esperamos que este año se mantenga el debilitamiento del poder adquisitivo, las expectativas negativas sobre el mercado interno, el aumento de las importaciones, la contracción del crédito interno y la evasión”, resalta el ejecutivo.
Según su visión, este escenario influirá en la forma en la cual el sector prepara sus estrategias comerciales al punto de mantenerse la reducción de las horas trabajadas y del personal, así como el adelanto de las vacaciones, el cambio de la oferta de productos, extensión de los plazos de las políticas comerciales, la reducción de inversiones programadas y de la exposición al crédito.
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“Los datos se relacionan con lo que ocurrió en el 2018, cuando un 89% de las empresas sufrió caída de sus ventas, otro 60% despidió personal y un 73% ni siquiera pudo exportar y tampoco pudo variar sus ingresos y mucho menos cumplir con sus planesde inversiones”, añade Kim.
Sus palabras coinciden con los resultados de la encuesta de ProTejer en la cual se anticipa que un 45% de las empresas no espera cambios en sus ventas para este año, mientras que un 33% sostiene que disminuirán con una capacidad instalada que se ubicará entre un 61% y un 70% y con incremento de los despidos de personal y congelamiento de las inversiones.
Los motivos que explican este crítico desempeño son similares a los del año pasado. Es decir, la caída de las ventas en el mercado interno, deterioro de la actividad económica, aumento del costo de las materias primas e insumos y mayores tarifas energéticas. Entre otros factores se encuentran también el aumento de la presión tributaria y de las importaciones.
En cuanto a las estrategias para enfrentar este panorama se destacan la reducción de horas de
trabajo y de personal, adelanto de vacaciones y cambio en la oferta de productos.
“El problema no es la falta de competitividad porque nuestras plantas tienen niveles de eficiencia y productividad de clase mundial, por lo cual hay que mirar la elevada carga impositiva que pesa sobre la producción, así como las altas tasas de interés; los servicios financieros raquíticos y caros; la concentración de los canales de comercialización, la renta inmobiliaria exacerbada; y los costos logísticos y de energía por encima de los de la región”, señala el titular de ProTejer.
Desde su punto de vista, “todos estos factores hacen que lo que se produce llegue a precios no competitivos a los consumidores, más si se tiene en cuenta que el 50% del precio de una prenda corresponde a impuestos abonados a lo largo de todo el proceso productivo y que sólo un 8,5% provenga de los costos de producción”. A modo de conclusión, Kim asegura que los industriales no son los culpables de esta situación, “sino los principales afectados junto a los trabajadores”.