Qué piensa el CEO de Siemens sobre el futuro del trabajo, la educación y los negocios
Aunque solo hemos visto el comienzo, una cosa ya está clara: la Cuarta Revolución Industrial es la mayor transformación que la civilización humana ha conocido. Nunca las revoluciones industriales anteriores generaron tan enorme poder transformador.
La Cuarta Revolución Industrial está transformando todas las actividades humanas: la forma de hacer cosas, de usar los recursos de nuestro planeta, de comunicarnos e interactuar los unos con los otros, la forma en la que aprendemos o trabajamos, incluso como gobernamos hacemos negocios. Su amplitud, velocidad y alcance no tienen precedentes.
Piénselo: hace sólo diez años no existía el teléfono inteligente. Hoy, nadie sale de casa sin él. Hace apenas unas décadas, las computadoras conectadas a Internet se encontraban en solo unos pocos lugares. Hoy, cada ser humano puede conectarse a una red que abarca todo el mundo y proporciona acceso al mayor repositorio de información y conocimiento creado por la humanidad.
Este enorme poder implica también un riesgo enorme. Sí, lo que está en juego es importante.
Si hacemos bien la revolución, la digitalización beneficiará a los casi 10.000 millones de seres humanos que habitarán nuestro planeta en el año 2050.
Si nos equivocamos, las sociedades se dividirán en ganadores y perdedores, habrá disturbios sociales y anarquía, el pegamento que mantiene unidas a las sociedades y las comunidades se desintegrará, y los ciudadanos ya no creerán que los gobiernos puedan garantizar el cumplimiento de la ley y proporcionar seguridad.
Es por eso que la Cuarta Revolución Industrial no va solo de tecnología o negocios; afecta a la sociedad en su conjunto.
Es fascinante cuando una computadora supera al mejor jugador humano, cuando los 'bots' escriben textos y las máquinas "hablan" entre sí.
Sin embargo, nosotros los humanos, definimos los algoritmos que gobiernan las máquinas y no al revés.
Y no se equivoque al respecto: ahora estamos escribiendo el código que dará forma a nuestro futuro colectivo.
Eso está sucediendo ya en la fabricación. Lo que llamamos Industria 4.0 genera un "gemelo digital" de todo el entorno de producción, desde el laboratorio hasta la fábrica. Los fabricantes pueden diseñar, simular y probar productos sofisticados en el ámbito virtual antes de hacer el primer prototipo físico, antes de configurar líneas de producción y antes de comenzar la producción real. El software ayuda a optimizar cada proceso y cada tarea, ya sea realizada por humanos o máquinas.
Una vez que todo funciona en el mundo virtual, los resultados se transfieren al mundo físico, las máquinas, y se cierra el ciclo informando al ámbito virtual. Esta integración cíber-física perfecta supera a todo lo que ha sucedido en la industria hasta ahora.
Como en revoluciones industriales anteriores, pero en una escala mucho más grande, la Cuarta Revolución industrial eliminará millones de empleos y creará millones de nuevos puestos de trabajo.
Y dado que la fabricación representa el 70% del comercio mundial, esto realmente afectará a "la riqueza de las naciones", citando a Adam Smith. Esto plantea la pregunta: ¿qué podemos hacer para asegurarnos de esta revolución beneficie al mayor número de ciudadanos?
Primero, podemos aprender del pasado y sentar las bases conceptuales para una sociedad inclusiva.
A mediados del siglo XX, el economista Alfred Müller-Armack desarrolló la llamada economía de mercado social, un modelo de éxito para Alemania hasta el día de hoy. Imaginó una sociedad abierta que apuntaba a "unir el principio del mercado libre con el de la distribución justa de la prosperidad ".
Esta visión es más relevante hoy que nunca porque señala el camino a una forma inclusiva de capitalismo y a un modelo sostenible de economía y bienestar social.
Creo que el siguiente paso en el camino hacia la inclusión es elevar significativamente los estándares para las empresas en cuanto a la responsabilidad social corporativa y la sostenibilidad.
Contrariamente a la máxima de Milton Friedman, el negocio de los negocios no debería ser solo negocios.
El valor del accionista por sí solo no debe ser el único criterio. Muy al contario, debemos hacer que el valor social sea el objetivo prioritario de referencia para una empresa.
Hoy los stakeholders -clientes, accionistas, proveedores, empleados, líderes políticos, la sociedad en su conjunto- esperan con razón que las empresas asuman una mayor responsabilidad social, por ejemplo, protegiendo el clima, luchando por la justicia social, ayudando a los refugiados, y entrenando y formando a los trabajadores.
El negocio de los negocios debería ser crear valor para el conjunto de la sociedad. En Siemens, llamamos a esto "Business to Society".
En segundo lugar, dado que la Cuarta Revolución Industrial se basa en el conocimiento, necesitamos una conjunción entre formación y educación.
Aquí, tanto el Gobierno como las empresas deben unir fuerzas para proporcionar a los trabajadores las habilidades que necesitan para participar en la economía, por ejemplo, al poder aprovechar las oportunidades creadas por la inteligencia artificial.
Si la fuerza de trabajo no se mantiene al día con los avances en el conocimiento a lo largo de sus vidas, ¿cómo serán ocupados los millones de nuevos puestos de trabajo?
En tercer lugar, debemos fomentar la innovación y la capacidad de adaptación. La digitalización ha demostrado su poder disruptivo en el pasado; ha puesto patas arriba industrias enteras (conoce el dicho: "Internet acaba con el intermediario"). Pues bien, las tecnologías digitales permiten nuevos modelos comerciales, y ahora vemos que también nuevos modelos sociales. Uno de estos es la economía compartida.
Desafía uno de los preceptos fundamentales de nuestro orden económico: el papel prominente de la propiedad. No importa si lo considera bueno o malo, es la realidad.
En cuarto lugar, como líderes debemos reunir el coraje para hacer frente a las preguntas difíciles. Y aquí hay muchas. ¿Cómo podemos asegurar el futuro de aquellos cuyos trabajos serán eliminados por máquinas? ¿Necesitamos un ingreso básico garantizado? Deberíamos imponer impuestos sobre el software y robots? ¿Las empresas que proporcionan plataformas globales de IT tienen que cumplir con las normas nacionales y regulaciones? Si es así, ¿cómo pueden hacerse cumplir? ¿Qué libertades y derechos deberían tener las personas en la era digital?
Estas son las preguntas difíciles que enfrentamos hoy. Y no creo que apelar a los buenos viejos tiempos ofrezca respuestas a la realidad de hoy. En su libro "Retrotopía", el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman sostiene que muchos han perdido toda la fe en la idea de construir una sociedad futura y defienden la vuelta a las ideas del pasado, enterradas pero no muertas.
En cambio, debemos mirar hacia adelante, analizar las oportunidades y los riesgos de la Cuarta Revolución Industrial, y después trabajar duro y ofrecer respuestas que realmente funcionen para nosotros y las futuras generaciones.