"Flexibilidad creativa": el coronavirus inaugura un nuevo paradigma en el mundo de las relaciones laborales
Si bien se transita una crisis cuya intensidad y extensión se desconoce, la pandemia esta revalorizando distintos componentes que hacen a la institucionalidad de las sociedades, entre ellas la capacidad de gestión de los Estados para dar las respuestas sanitarias, sociales y económicas esperables; comprobándose una vez más que el tamaño no está directamente asociado a la eficiencia y eficacia para atender y resolver los problemas que los ciudadanos demandan en un contexto donde lo que prevalece es la incertidumbre.
Yendo al mundo del trabajo, el COVID-19 avanza y ciertamente ha sorprendido a Argentina padeciendo ciertas patologías preexistentes, para ponerlo en términos sanitarios, muchas de ellas directamente vinculadas a la falta de crecimiento de su economía, ausencia de creación de empleo privado en los últimos diez años y un incesante avance de la informalidad laboral de la mano del crecimiento de la pobreza y la indigencia.
Como se suele decir, la caja de herramientas con la que cuenta Argentina para afrontar los innumerables desafíos que se presentan son escasas y entonces los márgenes de maniobra se reducen al extremo; no se cuenta con fondos anticíclicos, como otros países que ahorraron en tiempos de bonanza, ni tampoco con crédito externo, a los que recurren aquellos que no han erosionado la confianza y reputación ante de acreedores externos.
Es por ello que la "prepandemia" exhibió una Argentina resistiendo diversas adecuaciones de su marco laboral; impidiendo avanzar, entre otros aspectos en un blanqueo laboral inclusivo; en la regulación del teletrabajo, la protección del empleo a través de plataformas digitales de intermediación y muchas otras "comorbilidades", a las que se sumaron medidas coyunturales que terminaron por diseñar una suerte de "corralito" sobre un mercado laboral con evidentes signos de fatiga y estrés, por la persistente recesión de la economía.
Este encorsetamiento aludido se inició en diciembre de 2019 con la duplicación de las indemnizaciones por despido; luego en enero de este año con un incremento salarial obligatorio y sin distingos entre empleadores, para desembocar en marzo y con el coronavirus instalado y la emergencia sanitaria declarada, en la prohibición de despidos y suspensiones, con la salvedad de aquellas suspensiones concertadas entre sindicatos y empleadores, de modo tal de poder fijar entre ellos el valor que se le asigne al "no trabajo" durante el aislamiento sanitario, medida sensata y razonable, ya que no puede ser equivalente al valor agregado que representa trabajar en el proceso de generación de riqueza.
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El Gobierno asertó al dejar abierto este incentivo a la negociación de los actores sociales, tal vez convencido que su capacidad de fuego para ayudar a sostener los empleos a través de la inyección de recursos es limitado. Solo cuenta con la emisión monetaria y esta acudiendo a ella para apuntalarlo; es por ello que un esfuerzo de proporciones debeá ser asumido por empleadores, sindicatos y trabajadores.
De la fricción a la cooperación: ¿enfrentamos un cambio de paradigma?
Seguramente es prematuro diagnosticar que se transita un cambio de paradigma en las relaciones laborales, pero aparecen ejemplos lo suficientemente disruptivos y alentadores en torno a la existencia de este fenómeno, habrá que ver si prevalece y en tal caso, vino para quedarse y consolidarse.
Un tránsito de la confrontación pura y dura a la colaboración de aquellos que están extrapolando a su ámbito de incumbencia esa convicción social que, de esta catástrofe económica salimos "juntos".
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Vemos algunos ejemplos de concertación inéditos y que prueban que la preservación del entramado productivo y la empleabilidad exigirá del esfuerzo mancomunado de empleadores, sindicatos y por cierto, del acompañamiento de los propios trabajadores,
Algunos casos para destacar:
* Entendimiento tripartito entre la CGT, UIA y el Gobierno Nacional, fijando pautas para la implementación de suspensiones concertadas, fijando un ingreso social y preservando el empleo, facilitando así que empleadores y trabajadores, en especial de PYMES, puedan suscribir compromisos donde la ayuda estatal apuntale los ingresos. A esta iniciativa cupular se fueron sumando los sindicatos más representativos en términos cuantitativos. ¿Acaso es una primera exteriorización embrionaria del postergado Consejo Económico y Social?.
* Acuerdos de Crisis Covid-19 en áreas y sectores que nunca antes incursionaron en estrategias defensivas del empleo, donde la regulación estatal resulta determinante. La actividad aerocomercial privada muestra el caso de Flybondi y el sindicato de trabajadores de esa empresa suspendiendo a pilotos, tripulantes de cabina y técnicos aeronáuticos, donde un esfuerzo económico compartido permitió que aquellos que más ganan, contribuyan a favor de los más vulnerables. Los acuerdos en la actividad petrolera y gasífera son otra muestra de madurez empresaria y sindical en la coyuntura.
* Concertación entre empleadores paralizados, cuyos trabajadores están suspendidos y aquellos que han sido declarados esenciales para el abastecimiento de productos de primera necesidad para la población, suscribiendo convenios de cooperación como el celebrado entre Unilever y General Motors, para que los técnicos que no trabajan y continúan percibiendo la asignación dineraria convenida entre la automotriz y SMATA, puedan conformar una relación de pluriempleo y desempeñarse temporariamente en la industria alimenticia y de producción de elementos de higiene personal.
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Todos se benefician, Unilever reclutando empleados capacitados que asimilarán con rapidez la curva de aprendizaje para afrontar esta coyuntura; GM habilitando la posibilidad que sus colaboradores mantengan el entrenamiento y mejoren sus ingresos y los propios trabajadores, capitalizando una experiencia enriquecedora en términos de capacitación y empleabilidad, además de percibir un salario en simultáneo con la asignación no remunerativa por suspensión que continuará recibiendo.
Flexibilidad creativa
Por cierto, abundan otros ejemplos donde la premisa que se ha planteado es construir ecosistemas colaborativos donde todos ganen y las crisis suelen ser un gran catalizador y acelerador de esta "flexibilidad creativa" que muestra que la rigidez laboral en ocasiones es más propia de los sujetos, que del marco laboral que sirve de referencia, también un tanto obsoleto.
De lo contrario en el sector automotriz no se hubiera podido avanzar en Acuerdos Tripartitos de Empleabilidad, semejantes al antes referido, pero entre dos terminales automotrices en competencia como Volkswagen y Mercedes Benz, las que en la crisis del 2009 se prestaron casi cien empleados sin trabajo en una de ellas y con posibilidad de ser demandados en la otra. Esta experiencia exitosa la repitieron en el 2014.
No basta con mostrar apertura para buscar soluciones y contar con el coraje para llevarlas a cabo entre las empresas; resultará fundamental la comprensión y el acompañamiento sindical de dirigentes que no visualicen que un proceso de negociación puede representar una abdicación de derechos o conquistas, tal como sostienen aquellos detractores de iniciativas como las referidas, orientadas en el sentido correcto, habilitando así una mirada optimista sobre este nuevo fenómeno, que como se puede ver, empieza a ser parte de la negociación colectiva y adquirir una dimensión cuantitativa relevante.
El mundo laboral se muestra impávido ante la magnitud de la crisis. Sabemos de nuestras debilidades y ojalá se incorpore la evidencia empírica que demuestra que la postergación de las reformas necesarias solo contribuye a volvernos más vulnerables ante escenarios donde los esfuerzos deben invertirse en el sostenimiento de la empleabilidad, imponiendo abordajes disruptivos que neutralicen la inercia que suelen proponer los profetas del statu quo.
* Héctor Alejandro García es abogado, asesor de empresas, socio de García, Pérez Boiani y Asociados.