Por cada kilo de carne o pan que se vende en Argentina, ¿qué parte del precio corresponde a impuestos?
Uno de los reclamos históricos del sector agroindustrial es la carga impositiva que afronta en sus diferentes estratos de la cadena productiva y, sobre todo, en el caso de los derechos de exportación (retenciones).
Parte de preocupación no solo se explica desde la rentabilidad del productor o la industria, sino también desde el consumidor, dado que los alimentos llegan a la góndola con un precio mucho más alto de lo que realmente costarían sin el pago de los aranceles o con un pago diferencial.
En octubre, por ejemplo, el consumidor argentino pagó un promedio de $139 por cada kilo de limones, mientras que el productor recibió $7 por ese mismo kilo de limones de acuerdo al Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) que elabora mensualmente la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
En el caso de la zanahoria, el consumidor pagó un promedio de $129 por kilo mientras que el productor recibió apenas $9. En góndola el zapallito se consiguió a $213 promedio mientras que en la tranquera se pagó a $21.
Pero en esos casos de las verduras no se requiere procesamiento, es decir, no interviene la industria. El mismo cajón que sale del campo llega a la verdulería o el supermercado. Por eso cabe preguntarse qué sucede con otros alimentos como la leche, el pan o la carne donde sí se requiere del sector secundario.
¿Comemos impuestos?
Según el último informe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), uno de cada cuatro pesos del valor del pan, la carne y la leche son impuestos.
En el caso de la carne bovina, el 27% del precio final son los impuestos que paga la cadena cárnica, desde los animales del productor, pasando por los tributos de los frigoríficos hasta llegar a la carnicería y el IVA que paga el consumidor.
Si se desglosa el precio final de la carne vacuna, el sector primario (producción) explica el 53% del valor; el secundario (industria), el 6%; el terciario (comercio), el 14% y el 27% restante es dinero que recauda el Estado.
Como se puede observar en este caso, los impuestos casi quintuplican la incidencia que tienen los frigoríficos en el precio final de la carne, siendo que el Estado no agrega valor en la cadena ni invierte en ella.
Algo similar sucede con las carnicerías, que apenas pueden recaudar la mitad de lo que se llevan los municipios, la provincia y Nación vía aranceles.
El informe destaca además que el impuesto a las ganancias y el IVA, son los de mayor participación en toda la cadena de la carne vacuna, que en conjunto representan el 65% de todos los impuestos que se pagan.
En relación al precio del sachet de leche entera, el tambo representa el 32%; la industria, el 31%; el comercio, 11% y los impuestos, el 26%. En este caso y pese a que el Estado duplica la participación de los puntos de venta, la torta se reparte más entre las partes.
Esto no sucede en el precio del kilo del pan francés, ya que el trigo representa el 13%; el molino, el 6%; la panadería, el 56% y los impuestos, el 25%. Es decir, la producción primaria no explica ni el 20% del precio del pan, mientras que un cuarto son solo tributos.
Si se analiza cómo está compuesto ese importe, el estudio detalla que el 57% son costos de la cadena, el 25% impuestos y el 18% ganancias. Al igual que en el caso de la carne, en el pan, el impuesto a las ganancias e IVA concentran el 70% de los impuestos pagados.
Fuente: FADA
Cabe destacar que tanto en el caso de la leche, la carne o el pan los diferentes eslabones de la cadena pagan impuestos por tasa vial, ingresos brutos, inmobiliario rural, tasas al crédito y débito, ganancias e IVA.
Qué pasa con los impuestos en el mundo
Para poder comparar lo que sucede en la Argentina, hay que tomar como referencia un mercado que tenga un comportamiento similar, como sucede en Brasil con la carne vacuna, ya que ambos países se autoabastecen de la proteína animal y exportan al mundo.
No se puede tomar como referencia ni la leche ni el pan, dado que el país vecino importa más de la mitad de los productos lácteos que consume, así como también materia prima (trigo) para el caso de los panificados.
En Brasil, la incidencia de los impuestos en el precio final de la carne vacuna varía entre el 7% y el 18%, dependiendo del estado que se observe. Esto se explica en gran parte porque muchos estados brasileños tienen incentivos específicos para la producción de alimentos.
Por ejemplo, en el estado de Mato Grosso que tiene más de 30 millones de cabezas de ganado (50 millones la Argentina), el sector cárnico paga los impuestos más bajos del país y la incidencia en el precio final de la carne bovina es cuatro veces menor a la de la Argentina.
Esto genera que el precio promedio de la carne vacuna en el estado del sur de Brasil tenga un valor de 20 reales por kilo, que traducido a la moneda nacional son 613 pesos por kilogramo.