Bienes Personales, una muestra del desacople de la Argentina con el mundo
Mientras muchos funcionarios advierten que no hay una presión impositiva elevada en la Argentina, la realidad golpea otra vez a los contribuyentes que tratan de cumplir con sus obligaciones en tiempo y forma.
El Impuesto a las Ganancias que pesaba sobre los trabajadores y jubilados fue el primero que mostró la realidad imperante: los aumentos que se daban para combatir la inflación se los quedaba el fisco por la desactualización de las deducciones.
Si bien los cambios introducidos llegaron para darle un alivio a millones de personas, lo cierto es que terminará cumpliendo con la sentencia "pan para hoy, hambre para mañana", ya que se estableció un valor fijo para definir el piso.
La Historia (la más reciente, no hay que retroceder tanto en el tiempo) demostró que definir parámetros estáticos no funciona si no se combate el verdadero problema argentino: la inflación.
También fue el caso del Monotributo, que quedó sumergido en un círculo de desidia que hizo que fueran necesarias no una, sino dos modificaciones legislativas (realizadas con sólo unos meses de diferencia) para adecuar sus parámetros
Ahora, el Régimen no sólo dejó de lado su esencia de "Simplificado" para convertirse en un verdadero sistema en el que la falta de un Contador puede significar un fuerte dolor de cabeza.
Además, se estableció como indicador de ajuste el índice de movilidad jubilatoria que nada tiene que ver con los monotributistas, que miran el IPC para ajustar sus tarifas para intentar no perder frente a la inflación.
Bienes Personales, una muestra del desacople de la Argentina con el mundo
Peor es el caso de Bienes Personales. ¿Por qué? La última reforma no incluyó el ajuste de su mínimo no imponible, que mantiene la cifra de $2 millones que estuvo vigente para el 2020.
La falta de actualización es un verdadero sinsentido, ya que un incremento del patrimonio que responde exclusivamente a una cuestión nominal puede convertir a una persona en contribuyente de un año a otro.
Por ejemplo, una persona que tenía en su caja de seguridad u$s22.000 al 31 de diciembre de 2020 no era contribuyente (la cotización que hay que computar es $89,25), mientras que para el 2021 deberá afrontar el impuesto.
Es decir: sigue teniendo los mismos u$s22.000, pero por efecto de la devaluación y, sobre todo, por la falta de adecuación de parámetros, ahora tendrá que pagar Bienes Personales.
Con indicadores de inflación como los de la Argentina, lo más sensato (al menos en términos netamente financieros) es buscar la manera de ahorrar en una moneda diferente del peso.
Lo más llamativo de nuestro ejemplo es que hablamos de una persona que sólo quiere conservar su poder adquisitivo, no de un inversor golondrina o un especulador financiero que busca enriquecerse sin importar el daño que pueda hacer con su inversión.
Por eso, queda claro que los contribuyentes que tienen capacidad de ahorro están obligados a perder siempre. Sea por la inflación o por los impuestos, están condenados a fracasar en su intento por salir indemnes.
Las últimas reformas en el impuesto, que beneficiaban a ciertas inversiones con la exención, puede tener buenas intenciones, pero la realidad es que no van a modificar el pensamiento del inversor.
Los que sienten que las inversiones en dólares son seguras, no van a cambiar porque eximan las realizadas en pesos. Y castigar al resto de los ahorros con la falta de actualización de los parámetros no hace más que premiar a quienes optan por el camino de la informalidad.
Es inaudito que se considere necesario un incremento en los parámetros de otros impuestos (Ganancias o Monotributo, por ejemplo) y se ignore la urgencia de modificar el mínimo de Bienes Personales.
Es clave incorporar en la agenda legislativa un nuevo ajuste que esta vez sí permita actualizar los parámetros que definen el piso del gravamen. Pero, además, habría que considerar otros factores tan importantes como la posibilidad de deducir deuda.
Esta característica nos hace tristemente únicos, ya que ningún otro impuesto patrimonial deja de lado la posibilidad de considerar los pasivos a la hora de establecer la base imponible.
Esto habla del desacople de la Argentina para competir en momentos como éste en el que la inversión y el empleo deberían ser el desvelo de los políticos, ya que su propia subsistencia depende de los contribuyentes.
Sin renta no hay impuesto sostenible en el tiempo -aun cuando recaiga sobre el patrimonio- y termina siendo una suerte confiscación indirecta, lo que pone a la Justicia otra vez en el difícil lugar de interpretar la propiedad privada y los derechos constitucionales.
Iván Sasovsky, socio fundador y CEO de Sasovsky & Asociados