Pandemia: cómo cambió la realidad de los contadores
La pandemia golpeó con fuerza a la realidad de todos. De la noche a la mañana todo lo que conocíamos como "normalidad" se convirtió en un deseo, en algo exótico de un pasado que no se sabe a ciencia cierta cuándo regresará.
Con el confinamiento obligatorio decretado en un comienzo -extendido a lo largo de los meses- vimos con tristeza como muchos proyectos naufragaron, incluso con la ayuda que pudo dar el Estado.
Otros, en cambio, tuvieron que improvisar procedimientos para continuar con su trabajo sin poner en riesgo la vida de nadie. El trabajo a distancia se impuso casi sin querer.
En el medio de todo, los contadores tuvimos un rol clave en el mantenimiento de las arcas fiscales. Aún sin ser considerados esenciales, continuamos con nuestro trabajo en materia tributaria sin descanso.
Pandemia: cómo cambió la realidad de los contadores
Cada anuncio emitido por las autoridades (sean nacionales, provinciales o municipales) sólo pudieron concretarse con la certeza de que los impuestos fueron liquidados (y abonados) a tiempo.
Todas las herramientas económicas utilizadas para apoyar a los que más lo necesitaban terminaron generando un mayor trabajo para nosotros, con requerimientos que en muchos casos dependieron de nosotros.
Fuimos forzados a cumplir con obligaciones tributarias como si no existiesen restricciones para circular, sin autorizaciones para movernos en transporte público y con la necesidad de contar con material que, o estaba en nuestros estudios o en nuestros clientes.
En muchos casos nos privamos de descansar los fines de semana o los feriados. Trabajamos horas extras que nadie está interesado en reconocer. Dejamos de lado cuestiones personales para cumplir.
Como si no fuese un problema el escenario que nos planteaba el COVID, tuvimos que adaptarnos a los cambios normativos constantes. Todos los días salieron nuevas normas, muchas de las cuales parecían ignorar el contexto en el que eran emitidas.
Y no sólo eso: también hubo nuevos impuestos. Más trabajo para cumplir con todos y cada uno de los requisitos que, insisto, imponían como si no existiese uno de los peores contextos económicos en años.
Los contadores fuimos forzados a continuar. A liquidar en las horas en las que nos permitía las aplicaciones Web del fisco. A cumplir con los requisitos incansables que imponían cada nueva resolución.
Nos obligaron a informar los mismos datos una y otra vez, como si el organismo de recaudación no contara con ninguna información de los contribuyentes. Como si nuestra labor fuera exclusivamente esa.
Cada vez dedicamos más tiempo en contestar a pedidos del fisco. Nos ahogamos en trámites burocráticos que no hacen más que proporcionar datos que nadie parece mirar después.
Lo peor es que nadie parece ver esta realidad. Peor aún: a nadie parece importarle el efecto psicológico que puede representar para una persona trabajar incansablemente como lo estamos haciendo los contadores.
Es muy difícil pensar en progresar, cuando sólo miramos el calendario para que no se pase ningún vencimiento. Es imposible crecer, cuando nuestro trabajo se limita a completar incansablemente los formularios que nos reclaman.
Los contadores entramos en un círculo de hartazgo. Por eso, hoy decidí hacer público esta opinión que comparto con muchos de mis colegas: estoy harto. Y estaré así, al menos, hasta la próxima situación de hartazgo (que, lamentablemente, puede suceder en cualquier momento).
Iván Sasovsky, socio fundador y CEO de Sasovsky & Asociados