¿Tenés hipertensión?: estos son los riesgos de no controlar esta enfermedad
La presión arterial alta, conocida como hipertensión, es una afección que puede dañar silenciosamente el cuerpo durante años antes de presentar síntomas. La falta de control de esta enfermedad puede provocar severos daños en la salud de quienes la padecen, particularmente en algunos órganos como el corazón, el cerebro o los riñones.
De acuerdo a las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la hipertensión afecta a más de uno de cada cuatro hombres y una de cada cinco mujeres, es decir, más de 1.000 millones de personas.
Según las estadísticas de la Clínica Mayo, en Estados Unidos, aproximadamente la mitad de las personas con hipertensión sin tratar mueren a causa de una enfermedad cardíaca relacionada con un flujo sanguíneo deficiente -enfermedad cardíaca isquémica-, y un tercio fallecen como resultado de un accidente cerebrovascular.
Con tratamiento y cambios en el estilo de vida, es posible controlar la presión arterial elevada para reducir las complicaciones que pueden poner en riesgo la salud del paciente.
Por el contrario, no controlar la hipertensión representa una serie de riesgos para el organismo, que a su vez son más severos -y los daños también pueden serlo- a medida que pasa el tiempo y el paciente convive con la enfermedad.
Riesgos de no controlar la hipertensión arterial
Daño arterial
La hipertensión aumenta progresivamente la presión de la sangre que circula por las arterias. Como consecuencia, es posible que sufran daños severos e irreversibles. La presión arterial alta puede dañar las células del revestimiento interno de las arterias. Cuando las grasas de la alimentación ingresan al torrente sanguíneo, se pueden acumular en las arterias dañadas. A la larga, las paredes de las arterias se vuelven menos elásticas, lo que limita el flujo sanguíneo a todo el cuerpo.
Con el paso del tiempo, la presión constante de la sangre en movimiento en una arteria debilitada puede provocar que una parte de su pared se agrande y forme una protrusión, conocida como aneurisma. El problema que presentan los aneurismas es que pueden romperse y causar un sangrado interno que puede poner en riesgo la vida.
Daño renal
La hipertensión puede lesionar tanto los vasos sanguíneos de los riñones como los que van hacia ellos, un trastorno que puede causar varios tipos de enfermedad renal -nefropatía-. La insuficiencia renal se encuentra entre las principales y más frecuentes consecuencias de la hipertensión. El daño en las arterias grandes que van a los riñones, al igual que en los vasos más pequeños, puede causar que los órganos no puedan filtrar efectivamente los desechos de la sangre. Como consecuencia, se pueden acumular niveles peligrosos de líquido y de desechos.
Lesiones en el cerebro
Al igual que el corazón, el cerebro depende de un suministro sanguíneo para funcionar correctamente. La hipertensión, entonces, puede provocar diversos trastornos. El accidente isquémico transitorio y el accidente cerebrovascular (ACV) son dos de las principales consecuencias que pueden aparecer en el cerebro. Un accidente isquémico transitorio es una interrupción breve y temporal de la irrigación sanguínea al cerebro. En general, es causado por la oclusión parcial o total de una arteria. Un accidente isquémico transitorio suele ser una advertencia que indica que estás en riesgo de tener un accidente cerebrovascular total.
Por su parte, el ACV ocurre cuando parte del cerebro no recibe oxígeno ni nutrientes, lo cual hace que mueran las neuronas cerebrales. La hipertensión sin control puede predisponer a padecer este tipo de trastorno, ya que daña y debilita los vasos sanguíneos del cerebro y hace que se estrechen, se rompan o tengan pérdidas.
Daños en el corazón
Dado que el corazón es el órgano encargado de bombear la sangre hacia todo el cuerpo, los niveles altos de presión pueden dañarlo de diversas formas. Una de las consecuencias más comunes es la enfermedad de las arterias coronarias, que son las que suministran sangre a los músculos del corazón. Si se estrechan no permiten que la sangre fluya libremente a través de ellas, lo cual puede provocar dolor en el pecho, arritmias e incluso infartos cardíacos.
La dilatación del ventrículo izquierdo es otro de los efectos adversos que puede sufrir una persona con hipertensión. El problema se presenta porque la presión arterial alta obliga al corazón a trabajar más de lo necesario para bombear sangre al resto del cuerpo. Así, el ventrículo izquierdo se engrosa y endurece -hipertrofia ventricular izquierda-. Este tipo de cambios afectan severamente al órgano cardíaco, ya que limitan la capacidad del ventrículo para bombear sangre al cuerpo.
Finalmente, la insuficiencia cardíaca es otro de los trastornos que puede provocar la presión alta. A medida que pasa el tiempo, la tensión en el corazón provocada por la presión arterial alta puede debilitar los músculos del corazón y hacer que funcionen de manera menos eficiente. Así, el corazón agobiado comienza a desgastarse y fallar.
Disfunción sexual
Con el tiempo y la falta de control médico y tratamiento adecuados, la presión arterial alta daña el revestimiento de los vasos sanguíneos y provoca que las arterias se endurezcan y estrechen -aterosclerosis-, una afección que limita el flujo sanguíneo. Esto significa que la sangre fluye con más dificultad hacia todos los lugares del cuerpo, incluido el pene. Para algunos hombres, la disminución del flujo sanguíneo provoca dificultades para lograr y mantener las erecciones, algo que regularmente se conoce como disfunción eréctil. Es un problema bastante frecuente, en particular en aquellos hombres que no hacen el tratamiento indicado para la hipertensión.
Daño ocular
El daño en los vasos sanguíneos que irrigan los ojos puede producir una retinopatía. Se trata de una enfermedad que afecta a la retina y que puede provocar sangrado en el ojo, visión borrosa y, en algunos casos, pérdida completa de la visión.
La neuropatía óptica, es decir, el daño en el nervio que que inerva cada ojo, es otro trastorno que puede aparecer como consecuencia de la hipertensión.