Contra todo pronóstico, Caputo consiguió otro superávit fiscal: ¿se le complicará desde ahora?
Y Luis Caputo volvió a darse el gusto: anunció su sexto superávit fiscal consecutivo -tanto a nivel primario como financiero-, a pesar de que el propio gobierno había advertido que en junio se podría cortar la racha. Y encima los datos le permitieron "cancherear" a la oposición peronista con la recuperación del gasto jubilatorio y del rubro de asistencia social.
"Superávit financiero logrado, además, atendiendo los más vulnerables. En 2023, déficit fiscal. Emisión monetaria y ajuste bestial en jubilaciones y AUH. En 2024, superávit financiero récord y con aumentos reales en jubilaciones y AUH", dice el mensaje del ministro en las redes sociales, acompañado por banderitas argentinas, a tono con el momento de triunfalismo futbolero.
Hasta ahora, la crítica más escuchada hacia la política fiscal del gobierno era que estaba basada en la licuación inflacionaria de los componentes más importantes del gasto público, sobre todo el hipersensible rubro de jubilaciones y pensiones, que en algunos meses, como febrero, llegó a tener un impactante recorte real de 38%. Era una situación que había sido objetada hasta por el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), por su inviabilidad de sustentabilidad política.
El cambio en la fórmula indexatoria implicaba que esa política de licuación tendría necesariamente su final: con un ajuste por el IPC pasado -con desfasaje de dos meses-, y en un contexto de inflación en caída, resulta inevitable que la masa jubilatoria comience a crecer en términos reales.
Haciendo de la debilidad virtud, Caputo aprovechó el dato de la primera suba real de las jubilaciones para mostrarlo como un efecto buscado por el gobierno y para enrostrarle a sus críticos que, aun en un contexto de jubilaciones en recuperación, no se puso en riesgo el superávit.
Con un 35% del presupuesto total, el rubro jubilatorio es por lejos el de mayor peso en el gasto público. Y el hecho de que ese renglón del gasto haya tocado su piso de recorte real, sumado al efecto estacional del pago del medio aguinaldo, era lo que había hecho que todo el mercado -y también el propio Javier Milei- dieran como obvio que en junio se volviera a los números en rojo.
Sin embargo, Caputo se las ingenió para repetir el resultado superavitario. Como otras veces, recurriendo a situaciones extraordinarias que difícilmente puedan repetirse en el mediano plazo, pero el efecto político resulta inmejorable justo en el momento en que el gobierno necesita reafirmar un mensaje de tranquilidad hacia el mercado.
Con la motosierra, el Gobierno consiguió otro superávit
En la caja fiscal, considerando el resultado primario -es decir, antes del pago de intereses de la deuda- quedó un superávit de $488.569 millones. Es un resultado que luce pequeño en comparación con los $2,4 billones del mes pasado, pero aquel número estaba distorsionado por el ingreso extraordinario del impuesto a las Ganancias.
Pero de todos modos resulta un buen número, si se tiene en cuenta que casi duplica el resultado obtenido en abril, cuando el mercado miraba con preocupación cómo cada mes el superávit se iba adelgazando un poco más.
En junio, volvieron a caer tanto el gasto como los ingresos, aunque la parte de la tijera lo hizo en mucha mayor medida: en términos reales, la entrada de recursos por recaudación de impuestos cayó un 14,8%, mientras que el gasto total cayó un contundente 35%.
A pesar de que hubo recuperaciones en los haberes jubilatorios y en la Asignación Universal por Hijo, lo cierto es que el rubro global de prestaciones sociales registró una caída interanual de 18,7%, como consecuencia de los cambios en la política asistencial del Estado.
También en los gastos de funcionamiento, el segundo rubro más voluminoso del presupuesto, se registró otro recorte en términos reales, esta vez de 25,9%. Dentro de esta categoría del gasto público, la porción más importante se la lleva el pago de salarios para los empleados estatales. En la perspectiva del gobierno, ese recorte se profundizará, dada la determinación a avanzar en la no renovación de contratos en la administración pública.
Pero si hay un rubro en el que resulte impactante el efecto de la motosierra, es el de los subsidios económicos: una caída de 74% para el tercer renglón más importante del presupuesto. Hubo categorías, como vivienda, educación y transporte, en los que la variación interanual resulta negativa no ya en términos reales sino hasta nominales. Y en energía, que es el que se lleva el mayor volumen de los subsidios, el recorte real fue del 54%.
Impuesto PAIS, una carta de Luis Caputo
En cuanto a los ingresos, se notó el impacto del impuesto PAIS, el gran anabólico de las cuentas fiscales, que el mes pasado aportó nada menos que un 7% de la recaudación total. Es, precisamente, el impuesto que el gobierno se comprometió a reducir en el corto plazo, al aceptar que su aplicación resulta distorsiva para la economía.
Por lo que ha insinuado el Gobierno, ya en agosto se debería reducir su alícuota, que del actual 17,5% volvería al 7%. Y el año próximo no debería seguir vigente, dado que tendría que salir de escena junto con el cepo cambiario. Al menos, ese fue el argumento que el propio Javier Milei había planteado el verano pasado, cuando en medio del debate por la ley Bases se negó al pedido de los gobernadores provinciales para coparticipar el impuesto PAIS.
La recaudación de junio es clara respecto del impacto que tendrá el paulatino recorte de este tributo. Si ya se estuviera aplicando la reducción de 10 puntos en la alícuota, entonces la recaudación total habría disminuido en $445.000 millones, un 4% del total.
Es así que quienes tienen dudas sobre la sostenibilidad del superávit se replantean la preocupación por la dependencia que Caputo está demostrando respecto de un impuesto que, de cumplirse con lo prometido, dejará de hacer su aporte justo en un momento recesivo, en el que otros tributos más directamente ligados a la actividad comercial -como el IVA, por ejemplo, ven disminuida su capacidad contributiva-.
En otras palabras, regresan las sospechas de que durante el segundo semestre, que es cuando típicamente aumenta las erogaciones del gasto público, ya no resulte posible sostener el superávit de las cuentas, si al mismo tiempo no se cuenta con la ayuda del impuesto PAIS.
Serán meses en los que, al contrario de lo que ocurrió hasta ahora, el gasto jubilatorio -por lejos, el de mayor incidencia en el presupuesto- empezará a crecer en términos reales por efecto de la nueva fórmula indexatoria. Y hasta los rubros que en otros años salvaron la recaudación, como las retenciones a la exportación del agro, ahora muestran menos pujanza: en junio representaron apenas un 3,8% del total, cuando en otras épocas aportaban cerca del 10%.
Ahora, para complicar más la situación, los analistas creen que, a partir de las nuevas medidas monetarias -que transfieren al Tesoro la responsabilidad de pagar a los bancos por su excedente de liquidez- se hará todavía más difícil el panorama, porque eso requerirá un mayor nivel de superávit primario.
Lo cierto es que, aun con todas estas dudas en el horizonte, por sexta vez consecutiva, Toto Caputo consigue su objetivo contra el escepticismo del mercado, donde abundan las opiniones sobre que el superávit es apenas temporario.
¿Cuál será la carta en la manga de Caputo para los próximos meses? Posiblemente, esté jugando al efecto positivo del recién votado impuesto a los ingresos personales -como se rebautizó a Ganancias para la cuarta categoría-. Algo que, de todas formas, no esté claro que pueda compensar el resto de los factores negativos que sufrirá el fisco en un entorno recesivo.