El plazo fijo dejó en marzo una ganancia de casi 10% en dólares: ¿seguirá la bicicleta financiera?
Por segundo mes consecutivo, quienes confiaron en la promesa de Toto Caputo sobre estabilidad cambiaria, obtuvieron un premio financiero: el plazo fijo tradicional volvió a ser una opción de alta rentabilidad: un 9,7% medido en dólares.
La cifra surge de considerar el tipo de cambio comprador de hace un mes en el mercado paralelo, y el tipo de cambio vendedor de este final de marzo. Si alguien vendía dólares hace 30 días, obtenía $1.015, que quedaban colocados a una tasa de 9,2% mensual. El resultado de esa inversión, convertido al blue a la actual cotización, deja 9,7 centavos por cada dólar convertido.
De todas formas, la "bicicleta" no fue tan rentable como había sido en febrero, cuando se logró una marca difícil de superar en el mundo: una ganancia de 27% en dólares en apenas un mes. Ese resultado había sido posible por el desplome de 15% que había tenido el blue, como consecuencia del apretón monetario ejecutado por Caputo.
Y, con toda probabilidad, esa rentabilidad del plazo fijo volverá a reducirse para todos los que hayan renovado sus depósitos después del 13 de marzo, cuando empezó a regir el nuevo marco regulatorio de las tasas de interés, que deja a los bancos la libertad de fijar las remuneraciones a los ahorristas.
A partir de ese momento, los bancos pasaron a recibir un 6,7% mensual por sus colocaciones de 24 horas en el Banco Central -lo que se conoce en la jerga como "pases pasivos"- y, por lo tanto, bajaron a su vez las tasas que les pagan a los ahorristas de plazo fijo. Las tasas ofrecidas a los clientes oscilan entre un 5,8% y un 6,2%.
Considerando la tendencia de leve baja en el dólar blue, y suponiendo que ese continúe siendo el escenario del mercado de cambios, entonces puede anticiparse que el rendimiento mensual será de un 5,5% -siempre calculado en dólares- para quienes depositaron en plazo fijo después del recorte de tasas.
Primer round para Caputo
Por supuesto que, si la comparación se hace contra la inflación, las tasas continúan siendo muy negativas, pero el propio Caputo argumentó que, en realidad, ese no era un punto relevante, porque el ahorrista argentino no hace el cálculo de su patrimonio en pesos y, por lo tanto, no compara la tasa de interés con el IPC sino que compara la tasa con la variación del dólar.
Hasta ahora, los números parecen darle la razón, dado que, aun con un recorte de las tasas, el volumen depositado en plazos fijos se mantiene relativamente estable, sin que se haya producido la fuga masiva que los economistas más críticos habían pronosticado.
Hablando en plata, hay unos $13,2 billones en plazo fijo, una cifra que si bien es muy inferior a la que había hace un año -efecto de la licuación inflacionaria- se mantiene estable en lo que va del año.
La brusca reducción en la tasa nominal de interés había sido una de las medidas más criticadas, tanto por economistas de la línea "keynesiana" como por los mismos ortodoxos que habían apoyado la candidatura de Javier Milei. El plan de Caputo va en contra de la receta tradicional -y generalmente recomendada por el Fondo Monetario Internacional- que sugiere subir las tasas como forma de retirar dinero de la plaza y, de esa forma atenuar las presiones inflacionarias.
Pero Caputo y su socio del Banco Central, Santiago Bausili, fueron en el sentido opuesto y llevaron las tasas a un terreno fuertemente negativo: primero bajó la tasa a un 110% nominal anual, que implicaba un retorno mensual apenas superior al 9% cuando todos los economistas pronosticaban para diciembre un IPC no menor al 25%, como efectivamente ocurrió.
Y, tres meses después, con el nuevo recorte de la tasa de pases pasivos, a un nivel de 80% anual, junto con la eliminación de la tasa mínima obligatoria para los plazos fijos. Caputo se defendía con el argumento de que la tasa negativa era la mejor medida anti-inflacionaria, porque suponía un efecto de licuación sobre los pasivos monetarios del Banco Central.
Fue una apuesta que, al inicio, fue recibida con escepticismo por parte del mercado, sobre todo cuando se vio el inicio flojo del bono Bopreal, con el que Caputo esperaba aspirar pesos del mercado para restar presión cambiaria. Y, de hecho, en enero se produjo volatilidad en la plaza, de tal forma que el blue, que había arrancado el año apenas encima de los $1.000, llegó a $1.255 hacia la tercera semana del mes.
Es por eso que, quienes hayan invertido en plazo fijo durante enero, llegaron a fin de mes con una pérdida en términos de dólares equivalente a 9%. Sin embargo, contra todos los pronósticos, no se produjo la temida corrida bancaria, y el ministro logró calmar al mercado cambiario mediante una fuerte absorción de pesos.
Y los ahorristas tuvieron su gran revancha en febrero y, en menor medida, otra buena rentabilidad dolarizada en marzo.
¿Cuánto dura el plazo fijo a tasas bajas?
¿Qué pasará a futuro con la política de tasas de plazo fijo negativas frente a la inflación? Esa es la pregunta que se hacen en el mercado financiero, sobre todo ante la constatación de cómo las rentabilidades empiezan a achicarse.
Como siempre, la clave está en el dólar. Más específicamente, en su versión blue, que es la referencia de los pequeños ahorristas.
Los analistas del mercado -y los propios bancos- creen que no hay motivos para esperar una salida masiva de depósitos, en la medida en que se mantenga estable la cotización del dólar paralelo. Por más que haya nuevos recortes de la tasa, los depositantes tenderán a permanecer en el sistema en la medida que la tasa siga siendo positiva en dólares.
De momento, el pronóstico es que la calma cambiaria pueda durar, dado que el país ingresa en el "trimestre dorado" en el que ingresa el mayor aporte de divisas de la exportación agrícola.
Aun así, las próximas semanas supondrán un desafío para la continuidad del plan Caputo y su licuación de pasivos monetarios.
Si, como supone el gobierno, la inflación continúa su sendero descendente y a partir de abril volverá a ubicarse en un dígito, es probable que el recorte de las tasas tenga un nuevo capítulo, algo que tornaría cada vez menos atractiva -y más arriesgada- la permanencia en los plazos fijos.