El Banco Central define una suba de las tasas y analiza acelerar la minidevaluación diaria
"Probabilidad alta. Muy alta". Así responde, en estricto off the record, un funcionario clave del equipo económico cuando iProfesional le consulta si el Banco Central volverá a subir las tasas de interés de referencia en la reunión de Directorio de esta mañana.
Más que el momento -si será efectivamente en el encuentro de hoy o la próxima semana-, el debate en la institución que preside Miguel Pesce está centrado en la magnitud del ajuste alcista de las tasas de interés.
El incremento en el costo del dinero tiene un impacto innegable en la economía y en los costos de las empresas, que después trasladan ese incremento en el financiamiento a los precios de sus bienes y servicios.
El funcionario consultado admite la preocupación que existe en el equipo económico por el salto de la inflación -que en febrero llegó al 6,6% y que pinta peor para este mes de marzo, según las propias proyecciones oficiales- y por el impacto negativo de este escenario en la actividad económica.
El debate sobre la suba de la tasa de interés radica en el pedido del Fondo Monetario a que la Argentina mantenga una "tasa de interés real positiva" (que le gane a la inflación). La actual -del 75% anual, que equivale a una tasa efectiva anual del 107%- ya se quedó muy corta respecto de la inflación anual, que ya trepó al 102,5% y estará más alta el mes que viene, cuando se conozca el IPC de marzo.
Un alza de cinco puntos en la tasa de referencia -del 75% al 80% anual- sería un movimiento conservador en el contexto actual de aceleración inflacionaria. Llevaría a la "tasa efectiva anual" cerca del 120%. Así, estaría por encima de la inflación anual al mes de febrero.
"En el contexto actual, no nos queda otra alternativa para contener la brecha y que no se debilite más la demanda de dinero", analiza la misma fuente del equipo económico.
Dólar: ¿se viene un ajuste en el "crawling peg"?
Junto al incremento de las tasas de interés, el FMI viene reclamando una aceleración en el ritmo de las minidevaluaciones diarias. El denominado "crawling peg".
Hasta acá, Sergio Massa y Miguel Pesce venían resistiendo esa chance. Con razón, el ministro y el titular del BCRA dicen que esa medida provocaría más inflación. Una suba más fuerte del dólar dejaría prácticamente sin anclas al mercado cambiario. El único sostén, por decirlo de alguna manera, es el súper cepo que impide una mayor dolarización.
Sin dólares suficientes en las reservas, una aceleración del "crawling" acelerará las presiones sobre los precios.
En febrero, el BCRA subió el dólar mayorista un 5,4%, por debajo del 6,6% de la inflación. En enero, el tipo de cambio oficial se había movido 5,6%, cuatro décimas por debajo al IPC de ese mes.
Está claro que el tipo de cambio oficial se viene retrasando, y el Fondo reclama una actualización más rápida.
Los técnicos de Washington, en línea con lo que piensa gran parte de los economistas locales, creen que el tipo de cambio ya está un 30% atrasado. Incluso, por lo bajo, algunos bancos de Wall Street consideran que el atraso supera ese nivel.
La cuestión de fondo radica en que el nivel de los precios sube más aceleradamente que lo pensado y el Gobierno debería tomar medidas para evitar un empeoramiento de la situación cambiaria.
"No es el FMI; es la realidad la que presiona al Gobierno", dice un reconocido banquero, que negoció el último canje de la deuda en pesos, que prefiere el anonimato en su diálogo por whatsapp con iProfesional.
Precios Justos, bajo la lupa
"Firmamos acuerdos para que los precios de los alimentos suban menos del 4% mensual, y la suba en alimentos superó el 10% en el conurbano. No va", comenta la fuente del gabinete económico.
Desde el equipo de Massa no dan pistas de los próximos pasos. Está claro que no tienen demasiadas herramientas para desacelerar la suba de los precios. Un funcionario acepta incluso que un congelamiento temporal empeoraría las cosas.
En medio de la aceleración de la dinámica inflacionaria en los productos de la canasta básica, la relación entre el Gobierno y las empresas se volvió a tensionar. La semana pasada, el despacho de Matías Tombolini, secretario de Comercio, fue testigo de un verdadero desfile de empresas de primera línea.
La principal preocupación en esos encuentros fue la escasez de divisas, que en la práctica del día a día se traduce en mayores trabas a las importaciones de insumos para la producción de productos esenciales.
La diferencia de precios entre los productos que se venden en los comercios tradicionales -de barrio- y los que se ofrecen en las góndolas de los supermercados es cada vez superior.
Un informe de la consultora Scentia -especializada en consumo masivo- da cuenta de que el diferencial de precios de los alimentos y bebidas, y también en los artículos de limpieza y aseo personal, se encuentra en su máximo histórico.
Nunca antes, desde la aparición de las cadenas internacionales de supermercados en los años 90, la brecha de precios fue tan amplia como ahora.
De acuerdo a Scentia, los precios de los almacenes y autoservicios son alrededor de un 33% más caros, en promedio, que en las grandes cadenas de supermercados.