El dilema del inversor: ¿conviene comprar, vender o mantener los bonos en dólares?
Las últimas cotizaciones de los bonos en dólares más operados en el mercado local se ubican por debajo de los u$s20, como consecuencia de la salida masiva de inversores, que en su mayoría habían ingresado al último canje de deuda a un precio promedio de u$s50. Ante esta situación, surge naturalmente la pregunta si una vez que tocaron ese piso será posible remontar la cuesta de las cotizaciones o si por el contrario este es un nivel al que llegaron para quedarse.
En tal sentido, es interesante analizar lo sucedido a partir de 1996 y hasta la fecha, tomando en cuenta una serie que empalma las cotizaciones de los bonos más representativos en ese lapso.
El primer período en consideración comienza en ese año y concluye con la quiebra de la Convertibilidad a principios de 2022. Quienes tenían en aquel entonces bonos en dólares vieron como su cotización pasó de cotizar cómodamente sobre la par (115%) para ir cayendo levemente hasta el año 2000, cuando valían entre 90 y 100, pero luego derrumbarse en cuestión de semanas para tocar un mínimo por debajo de 20 en plena crisis.
Entre puntas la pérdida de cotización llegó a ser del 85%, pues quien contaba con una inversión inicial de u$s1.000 si los vendía apenas cobraría 160 dólares.
El segundo período se extiende hasta fines de 2007 y está signado por una fuerte recuperación de las cotizaciones que se extendió en primera instancia hasta mediados de 2002, cuando con una paridad levemente por encima del 55 por ciento. Entre puntas quien mantuvo los bonos obtuvo una ganancia del 190%, aunque no logró recuperar los niveles previos al 2000
En ese período el bono más utilizado fue el Bonar 12, que partió con una paridad de 60% y llegó a superar el 95% por un breve lapso. Entonces, la ganancia también fue por demás interesante, ya que se logró hacer una diferencia de casi el 60 por ciento.
El dilema del inversor: ¿conviene comprar bonos en dólares?
Pero esta suerte de bonanza duró muy poco, ya que afectada por la crisis internacional que se inició a mediados de julio de 2007 y que hundió al Bonar 2017, que en su peor momento, ya en el segundo semestre de 2018 llegó a valer apenas 15 por ciento. Con esta baja la pérdida entre puntas fue del 85 por ciento.
Luego de este traspié, la paridad subió en poco tiempo hasta tocar nuevamente un pico por encima del 90% para luego entrar en un período de cierta volatilidad, con mínimos de 70 por ciento, tras lo cual comenzó a tener preponderancia el Bonar 24, que fue sin dudas el mejor título de toda la serie, al menos en lo que hace a las paridades alcanzadas, pues en su mejor momento llegó a cotizar por encima del 120 por ciento.
Una vez más su reinado fue efímero, pues con el paso del tiempo también comenzó a perder paridad y terminar su ciclo en torno al 80%, cuando fue remplazado por el Global 26, el que, fuertemente afectado por la crisis cambiaria de 2018 / 2019 se derrumbó hasta un mínimo del 25 por ciento.
Finalmente, con el último canje de deuda, surgió el Global 30 que nació con una paridad del 50%, que no logró sostener desde el inicio hasta la actualidad, pues por estos días se ubica nuevamente por debajo del 20%, es decir en el mismo nivel que los peores momentos de la historia cercana.
Otra manera de ver su evolución: el riesgo país
Las violentas oscilaciones de las cotizaciones de los bonos más representativos en cada momento tienen su correlato en el índice de riesgo país (IRP) que elabora el banco de inversión JP Morgan Chase. En tal sentido, un breve repaso para el período bajo análisis muestra los siguiente:
Con el derrumbe de la Convertibilidad, el IRP pasó de un promedio de 600 puntos básicos (p.b.) a un máximo histórico de 7.136 p.b. a principios de agosto de 2002, para luego oscilar en un canal lateral con pisos apenas por debajo de los 5.000 p.b.
Dicho de otra manera, los títulos públicos argentinos o el riesgo soberano pagaban una tasa entre el 50% y el 70% anual. Esta situación se revirtió cuando se concretó el primer canje de deuda en 2005, ya que el indicador cayó hasta un mínimo de 198 p.b. en abril de 2007.
Pero ese mínimo duró apenas unos días, pues una vez que estalló la crisis financiera internacional, a mediados de 2008 se multiplicó por 10 para superar los 2.000 puntos básicos.
Posteriormente, la situación tendió a normalizarse y el IRP fue descendiendo hasta tocar un nuevo piso en torno de los 350 p.b., pero con el resultado de la PASO de agosto de 2019 y las elecciones generales de ese año el indicador rebotó con fuerza para volver a tocar un máximo de 4.500 p.b. justo al inicio de la cuarentena / pandemia.
Con el nuevo canje de deuda el IRP se ajustó rápidamente a la baja pues una vez mas encontró un nuevo piso en los 1.120 p.b., a partir del cual volvió a trepar con fuerza ante el advenimiento de sucesivos eventos que hicieron que los inversores se alejaran del riesgo argentino. Como consecuencia de ello, en la actualidad se ubica en los 2.800 p.b., siendo este el tercer nivel más alto desde 1996, por debajo del período 2001-2005 y el de 2020, pero muy por encima de la suba de 2009.
Bonista argentino vs. Resto del mundo
En la mayoría de los países en los que los mercados de renta fija funcionan en forma relativamente normal, los inversores que optan por alocar sus capitales en bonos del gobierno apuestan básicamente al interés implicito en cada cupón y si fuera posible ganar por la variación del precio. Todo ello con el convencimiento de que la inversión es a mediano o largo plazo y que sus fondos están relativamente seguros.
No por nada cuando el mercado enfrenta cimbronazos, lo más común es hablar del "fly to quality", que no es otra cosa que vender activos en otras latitudes para terminar comprando bonos americanos.
Diferente es el caso del ahorrista o inversor local que en búsqueda de lograr cierta protección ante las turbulencias del mercado, apuesta a los títulos públicos argentinos en dólares, ya que de un largo tiempo a esta parte están subidos a una especie de gigantesca montaña rusa, de la que nadie sabe como se va a bajar.