Cavallo pide que se dolarice la economía: ¿sería la solución a la crisis o traería más problemas?
Mientras desde el Gobierno están hablando de los nuevos billetes que se emitirán próximamente con la imágen de próceres como José de San Martín, Martín Miguel de Güemes y Juana Azurduy y de eliminar las imágenes de animales de la moneda que fueron el sello de la gestión anterior, el exministro de Economía, Domingo Cavallo, y el precandidato a diputado por la Ciudad de Buenos Aires Javier Milei salieron a decir que la solución a los problemas de la economía argentina es una dolarización, aunque acompañada de otras medidas complementarias. ¿Sería viable un plan de este tipo en nuestro país?
El planteo de ambos economistas está asociado a que la Argentina es una economía bimonetaria en la que la mayoría de las transacciones se realizan en pesos, aunque varios sectores usan al dólar como moneda de intercambio, tal como el inmobiliario y, en algunos casos, el de automóviles. Incluso, muchos argentinos ahorran y atesora en moneda estadounidense, con la particularidad de que gran parte de esos ahorros son sacados del sistema financiero.
Eso se debe a que el peso se ha convertido en una moneda débil y gran parte de nuestra sociedad no confía en su valor. Claro que esto está justificado en nuestro pasado. Recientemente, en un workshop realizado por el BCRA bajo el título "La Dolarización en los países emergentes: historia, dilemas actuales y perspectivas", Germán Feldman, economista jefe de la entidad, destacó que la histéresis, que hace referencia a cómo la historia moldea la cultura de una sociedad, es un concepto central en el proceso de desvalorización de nuestra moneda.
"La estabilidad macro tiene que mantenerse en el tiempo para que los argentinos internalicen que ahorrar en activos denominados en moneda local es conveniente", resaltó Feldman durante su exposición. Y es que la bimonetarización es consecuencia de un recurso defensivo de búsqueda de refugio de valor en el dólar ante escenarios económicos complejos y signados por altos niveles de inflación ante los cuales diversos gobiernos han implementado como mecanismo de reseteo sucesivas estrategias monetarias, que se caracterizaron por la quita de dígitos para volver a empezar.
Cuatro veces se modificó el nombre de nuestra moneda y 13 ceros perdió en los 22 años que van desde 1970 y a 1992 (último cambio por el peso, que dura hasta hoy). Todo eso, en lugar de dar los resultados esperados, no hizo más que debilitar al peso.
"Ante este escenario, hemos escuchado en reiteradas ocasiones la propuesta de dolarizar la economía como una buena salida para sociedades en las que la moneda no vale nada. Quienes lo proponen suelen sostener que usar una moneda fuerte e internacionalmente reconocida va a solucionar el problema", señala en diálogo con iProfesional el director de Analytica, Ricardo Delgado.
Sin embargo, advierte que hay que observar el caso de Ecuador, que "es la única economía de la región que se dolarizó y no ha resuelto los problemas de fondo". Así, asegura que "la dolarización suena mucho a canto de sirena más que a una solución para los problemas reales de fondo de la economía".
Para dolarizar se necesita disciplina fiscal
En línea con lo que señala Delgado, Martín Kalos, economista jefe de Epyca Consultores, considera que "la dolarización es un recurso realmente extremo porque implica perder el manejo de políticas económicas".
Aclara que, si bien en el caso argentino hubo errores en el manejo de esas herramientas en el pasado, eso no implica que sea positiva la pérdida de su control porque "eso nos limita en la capacidad de acción en pos de los objetivos de política económica". Si bien reconoce que hay otras herramientas, considera que las de política monetaria son valiosas y opina que renunciar a ellas es un error siempre.
Por su parte, Fausto Spotorno, director del estudio Orlando J. Ferreres y Asociados, afirma que "la dolarización es una salida a la inflación y, a medida que la moneda local pierde confianza, es cada vez más probable que sea una opción muy atractiva", pero advierte que requiere todo un set de reformas muy profundas, como equilibrio fiscal, apertura económica, desregulación profunda de varios mercados, como el laboral y una fuerte reforma Tributaria".
Asegura que la ventaja que tiene es que, cuando se aplica, muestra beneficios relativamente rápido, pero que la desventaja es que, si no se hacen las reformas mencionadas seriamente, la economía puede terminar con una hiper-recesión.
En coincidencia con esta visión, el economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), Juan Luis Bour, comenta que "la dolarización como sistema que reemplaza al peso es un concepto más complejo y no resuelve problemas, sino que los pone en otro plano".
Sucede que, al no poder emitir dólares, se debe lograr (para el caso argentino) superávit primario, además de dar flexibilidad a mercados de factores y productos. Así, según él, se trata de un proceso que requeriría ser disciplinado fiscalmente, regular mercados pro competitivos (factores y productos) y abrir la economía.
El caso ecuatoriano, en primera persona
Los cuatro diagnósticos coinciden con lo que ilustró en el marco del workshop realizado por el BCRA, Santiago Segovia, representante del Banco Central de Ecuador, quien hizo un repaso de los 21 años de la dolarización de la economía en ese país (que comenzó un 7 de enero del año 2000).
Aseguró que "esta medida tuvo un efecto positivo inmediato sobre la estabilidad monetaria, la reducción de la incertidumbre y la eliminación del riesgo cambiario", pero que el funcionamiento virtuoso y la sostenibilidad de este esquema requiere indudablemente de una capacidad continua de generación de divisas.
Segovia relató que esta, condición se dio en el caso ecuatoriano durante gran parte de los años 2000 debido al crecimiento del precio internacional del petróleo, pero que, en contextos de caída en los términos de intercambio y deterioro en las condiciones financieras globales, aparecieron las limitaciones que la dolarización formal impone sobre los grados de libertad de la política macroeconómica para ejercer un rol contracíclico.
Requiere cambios en la matriz productiva
Según explica Delgado, la dolarización es una solución extrema que lo que hace es atar a las economías a la productividad estadounidense. "O sea que, si llegara a tomar ese camino, la Argentina tendía que producir en las mismas condiciones que la industria estadounidense y eso generaría problemas en muchos sectores de la economía", advierte. Esto es un proceso muy difícil de llevar adelante en un caso como el nuestro, donde –a diferencia de Ecuador- tenemos un sector productivo amplio, una estructura mucho más diversificada que complicaría un proceso de dolarización.
Además, en coincidencia con lo que describe el funcionario ecuatoriano, este economista sostiene que "para dolarizar, deberíamos tener la cantidad de dólares suficiente para pagar deuda, fortalecer reservas, cosa que Argentina hoy no tiene".
En un sentido similar, Bour resume que "la propuesta de dolarizar funciona en una economía al menos tan flexible y abierta como la de Estados Unidos y muchísimo más disciplinada fiscalmente porque no emitimos dólares".
Conclusión: no es magia
Así, con matices que diferencian sus opiniones, los economistas consultados coinciden sin embargo en que, tal como advierte Kalos, "la dolarización vista como una herramienta que cambiaría la realidad económica de la Argentina por sí sola es una visión muy simplista y dista de la realidad".
Elegir ese sendero no solucionaría los problemas de fondo. Es sólo un cambio en el signo monetario y lo que realmente requiere la Argentina es una política económica que genere un sendero consistente y sustentable de crecimiento y desarrollo.