Un día como hoy del año 1989, el Banco Central se quedaba sin reservas: así nació la hiperinflación
El miércoles 1 de febrero de 1989 uno de los gurúes más escuchados por establishment económico porteño concluía una de sus habituales reuniones mensuales diciéndoles a los empresarios presentes que se podían ir tranquilos de vacaciones.
Apenas habían pasado dos días hábiles y un fin de semana lleno de rumores cuando el lunes 6 de febrero antes de iniciarse la rueda, el Banco Central de la República Argentina emitió un escueto comunicado en el que anunciaba que se suspendía la modalidad de subastas de divisas recientemente implementada que estaban destinadas a satisfacer la demanda de moneda extranjeras, por lo que oficialmente se retiraba del mercado cambiario.
La decisión fue tomada en forma conjunta por el ministro Juan V. Sourrouille, el presidente del Banco Central, José Luis Machinea, y el secretario de Hacienda del Ministerio de Economía, Mario Brodersohn, quienes resolvieron aplicar cambios en la política económica.
Tras decretar un feriado bancario de dos días, se resolvió que ante la creciente demanda de dólares se priorizaría preservar el stock de reservas, por lo que el Banco Central no licitaría más dólares, permitiendo una libre flotación de las divisas.
A su vez, establecieron una "pauta devaluatoria" para el mercado comercial del 6% para ese mes y también implantaron un tercer tipo de cambio, denominado "industrial".
Lo que no decía el comunicado pero que era obvio era que la autoridad monetaria se había quedado sin reservas y el mercado respondió en consecuencia, pues a partir de ese momento se desató una gran corrida cambiaria y se ingresó en una espiral de fuertes depreciaciones del austral, que era la moneda de aquel entonces, acompañadas de permanentes subas de las tasas de interés y consecuente ahondamiento del déficit fiscal.
¿Cómo se llegó a esta situación?
Tras el fallido Plan Austral, que consistió entre otras medidas en un congelamiento generalizado de los precios de bienes y servicios y del tipo de cambio, junto con otras medidas heterodoxas, entre las que se destacó en denominado "desagio", a mediados de septiembre de 1988 y en medio de una incesante escalada de los precios, se lanzó en su remplazo el Plan Primavera, que estuvo condenado al fracaso desde el primer día, pues no generó confianza entre los operadores y la población en general, a lo que se sumó que a principios de 1989 las relaciones con el Fondo Monetario Internacional eran tirantes y el Banco Mundial decidió suspender su ayuda a Argentina.
¿Qué pasó después?
La consecuencia de las medidas anunciadas se tradujo en el comienzo de una corrida cambiaria hacia otras divisas, especialmente el dólar estadounidense. Al día siguiente la divisa llegó a cotizar a 26 australes por dólar. No obstante, a final de mes la divisaría saltó a 28,20 australes por dólar y en marzo rozó los 48 australes. Pero en abril ya subía a 79 australes.
Ese mismo mes el país entró en moratoria del pago de su deuda externa y durante mayo el tipo de cambio comercial -que oficialmente se encontraba fijo- se elevó de 80 a 200 australes por cada dólar estadounidense, lo cual equivalía a una devaluación del orden del 150%, lo que incrementó aún más las ya de por sí fuertes presiones inflacionarias.
La corrida cambiaria se transformó en bancaria y su impacto fue de tal magnitud que llevó a que el Gobierno adelantara tanto las elecciones presidenciales previstas para octubre al 14 de mayo y posteriormente el traspaso del poder, que se concretó el 8 de julio de 1989.
El impacto sobre la población fue devastador, ya que en los meses de mayo y junio, los salarios se redujeron 19% según un informe de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), siendo los sectores más perjudicados la industria y la administración pública, en tanto que la pobreza se duplicó al rozar el 50 por ciento.
El salario mínimo de entonces era de 4.000 australes, equivalía a 15,1 dólares, y en la primera semana de agosto sólo alcanzaba a cubrir el 10% de la canasta familiar.
La pérdida de control por parte de las autoridades económicas y la desconfianza generalizada de la población hizo que la inflación mensual saltara del 10% en enero y febrero al 18% en marzo, pero lo peor pasó a partir de abril, ya que en ese mes se desató un proceso hiperinflacionario que tocó su máximo en julio, cuando el índice de precios al consumidor mensual rozó el 200%. Como consecuencia de ello, 1989 terminó con una inflación acumulada superior al 3.000% y el dólar trepó un 2.038 por ciento.
Según el Dr. Juan Carlos De Pablo en este proceso hubo dos fechas cruciales: "a comienzos de febrero de 1989, cuando José Luis Machinea, entonces presidente del Banco Central, dejó de vender dólares en el mercado oficial de cambios; y fines de marzo de dicho año, cuando Juan Vital Sourrouille fue reemplazado por Juan Carlos Pugliese al frente del ministerio de Economía".
Cabe consignar finalmente que tras el cambio de gobierno se ingresó en un período de relativa calma que apenas duró cuatro meses, pues en diciembre de ese mismo año se ingresó en el segundo episodio hiperinflacionario, que se extendió hasta marzo de 1990. Pero esa es otra historia…