¿Querés ganar dinero como hacen los que saben? Así podés invertir en los instrumentos favoritos de la City
Durante años un gran debate ha dividido al mundo financiero: inversión activa frente a inversión pasiva.
La inversión activa consiste en hacer una selección de cotizantes que se cree podrían tener una mejor performance que sus pares, mientras que la inversión pasiva intenta simplemente replicar la generalidad del mercado.
Por mucho tiempo la inversión activa predominó por sobre la pasiva, con el crecimiento de la industria de los fondos comunes de inversión como principal protagonista. La popularización de los fondos comunes de inversión tuvo lugar en Estados Unidos a mediados de la década del '70 con el surgimiento de múltiples fondos que permitían al inversor minorista tener una cartera de inversión administrada por un equipo profesional a un costo relativamente accesible.
Sin embargo, a medida que la accesibilidad y conectividad de los mercados fue en crecimiento, la inversión activa fue perdiendo su atractivo. Por un lado, cada vez hay más usuarios tratando de explotar las oportunidades del mercado, mientras que por el otro, la información corre cada vez más rápido, lo cual hace que sea cada vez más difícil "tener la primicia" y poder explotarla por un tiempo considerable. En especial en mercados desarrollados, dónde las transacciones son más transparentes y las ineficiencias son menores.
A su vez, los fondos comunes son presa de su propio éxito. El hecho de que más y más inversores se hayan ido volcando a estos productos, hizo crecer en forma exponencial los montos de dinero involucrados, lo cual también dificultó de sobremanera el poder entrar y salir de una inversión en forma oportuna. Es como si un elefante quisiera cruzar un bazar sin que nadie lo note, probablemente al primer avance ya deje rastro de su paso. Lo mismo sucede con los fondos cuando se posicionan o salen de un activo, su propio peso condiciona ese mercado, alertando a los demás inversores acerca de sus movimientos.
En este sentido, diversos estudios han concluido que es poco probable ganarle al mercado de manera consistente, por lo que si bien es posible obtener retornos en exceso por algún tiempo, en algún momento una mala decisión puede echar por tierra ese diferencial, llevando a que los resultados en el largo plazo sean, con suerte iguales al del mercado o segmento de referencia, si es que no resultan incluso menores.
Por último, pero no menos importante, los costos que implica una gestión activa complejiza aún más la tarea, en tanto los rendimientos de la cartera deben compararse con los del mercado una vez deducidos todos los gastos de administración, los cuales resultan sensiblemente más bajos en las estrategias de inversión pasivas, sobre todo a partir de la creciente robotización de la operación bursátil.
Si bien la competencia dentro de la industria mantiene los costos relativamente bajos, la magia del interés compuesto puede hacer grandes diferencias a partir de situaciones iniciales ligeramente distintas. Diez mil dólares invertidos al 8% en una inversión pasiva, vs. el mismo dinero invertido al 8% en una cartera activa con un coste de 1% en cargos de gestión producirán al cabo de 10 años US$21.589 vs. US$19.671, es decir una diferencia de casi 10%. Si vemos la cartera al cabo de 20 y 30 años, esa diferencia se estira al 20% y 32%, con un valor final de US$100.626 y US$76.122 respectivamente. A precios de hoy, podría significar la diferencia entre un 2 y un 3 ambientes en un barrio clase media de la Capital Federal, solo en cargos de administración, lo cual no resulta para nada despreciable.
Los ETF y el ascenso de la inversión pasiva
Con todos estos datos en mente, varios fondos de inversión en Estados Unidos comenzaron a barajar la posibilidad de simplemente ofrecer a los inversores replicar un determinado índice, producto, o segmento de mercado. Ello permitiría seguir vendiendo fondos a un costo mucho menor, redundando en una mayor ganancia para el patrocinador y para el cliente. De ese modo, surgieron hacia mediados de los '90 los fondos cotizados en bolsa, o ETF, por sus siglas en inglés.
Un fondo cotizado en bolsa es un valor negociable, lo que significa que tiene un precio asociado que le permite comprar y vender fácilmente. Los ETF pueden contener muchos tipos de inversiones, incluidas acciones, materias primas, bonos, monedas, o una combinación de tipos de inversión. A grandes rasgos, pueden dividirse en las siguientes categorías:
- ETF de índices amplios: Replican sectores amplios del mercado, en general emulando lo que sucede en una o varias plazas de negociación particular/es. Un ejemplo bien conocido es el SPDR S&P 500 ETF (SPY), que replica al índice S&P 500.
- ETF de bonos: pueden incluir bonos del gobierno, bonos corporativos, y bonos estaduales y locales, llamados bonos municipales.
- ETF de la industria: replican una industria en particular, como la tecnología, la banca o el sector del petróleo y el gas.
- ETF de materias primas: invierten en materias primas, incluido el petróleo crudo o el oro.
- ETF de divisas: invierten en divisas como el euro, el franco suizo o yen.
- ETF inversos: intentan obtener ganancias de la caída del mercado vendiendo valores en corto, es decir, vendiendo una acción o bono alquilado, para luego de una caída, recomprar a un precio más bajo y así embolsar una ganancia.
Como se deduce de lo anterior, la amplitud de sectores replicados por los ETF, así como su flexibilidad (permiten por ejemplo hacer coberturas y apalancamientos fácilmente), los convirtieron rápidamente en instrumentos altamente populares entre los principales administradores de dinero del mundo, a tal punto que en la última década la magnitud de los fondos pasivos superó la de los fondos activos por primera vez en la historia. Una tendencia que seguramente llegó para quedarse.
¿Cómo comprar y vender ETF?
Para poder invertir en ETF es necesario contar con una cuenta que permita negociar en Estados Unidos. Puede ser una cuenta local o, lo que es aún mejor, una cuenta internacional. Hoy en día resulta muy sencillo abrir cuentas con brokers del exterior, ya sea en el segmento low cost (para aquellos que ya tienen experiencia y son capaces de desenvolverse autónomamente) o boutique (para aquellos que prefieren un mayor grado de asistencia y un servicio preferencial). En este último caso, se puede comenzar a invertir por montos tan pequeños como US$ 5.000, accediendo a prestaciones similares a la que podrían recibirse en las grandes instituciones de banca privada pero a un costo mucho menor. Por su parte, los brokers low cost no cuentan con mínimos de apertura, pero la asistencia que proveen es mucho más limitada, y en la mayoría de los casos, no incluye tampoco el asesoramiento.
Qué opción resulta más adecuada para cada uno, depende de los objetivos financieros, la tolerancia al riesgo y el entendimiento acerca del producto de inversión, además del presupuesto inicial y planeado, pero bien vale la pena explorar alguna de estas alternativas.
Disclaimer legal: Tenga en cuenta que existen riesgos asociados con la inversión en valores, incluida la posible pérdida de capital, de conformidad con la Norma FINRA 2210 (d)(1)(A).