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La "Enfermedad Holandesa" y el caso argentino: dos realidades, un mismo problema cambiario

A diferencia de los Países Bajos, donde el mercado determinó la apreciación del florín, en Argentina es el gobierno quien decide el precio del dólar
11/02/2025 - 07:09hs
La "Enfermedad Holandesa" y el caso argentino: dos realidades, un mismo problema cambiario

A lo largo de la historia económica moderna, pocos términos han sido tan ampliamente adoptados para describir un fenómeno monetario adverso como la "Enfermedad Holandesa". Este concepto surgió en los Países Bajos durante la década de 1960 tras el descubrimiento de vastas reservas de gas natural en el Mar del Norte, lo que llevó a una apreciación significativa del florín neerlandés y, paradójicamente, a un declive de la competitividad de otros sectores clave de la economía. 

Lo que en un principio parecía una bendición para la nación terminó convirtiéndose en un caso de estudio sobre los efectos perniciosos de un auge de los recursos naturales.

La "Enfermedad Holandesa": el auge del gas y la apreciación del florín

En 1959, los Países Bajos encontraron uno de los yacimientos de gas natural más grandes del mundo en Groningen. Durante los años siguientes, las exportaciones de gas se convirtieron en una fuente clave de ingresos para el país, atrayendo flujos de divisas extranjeras e impulsando la demanda por el florín. Como resultado, la moneda se apreció significativamente en términos reales, encareciendo los bienes y servicios neerlandeses en el exterior y deteriorando la competitividad del sector manufacturero.

Mientras que los consumidores neerlandeses disfrutaban de bienes importados más baratos y un aumento en su poder adquisitivo, la industria exportadora comenzó a sufrir una reducción en la demanda de sus productos.

Las empresas manufactureras vieron disminuir su rentabilidad, lo que llevó a un proceso de desindustrialización con pérdidas de empleos y cierres de fábricas. El problema no era la falta de ingresos, sino la mala asignación de estos recursos y la incapacidad de la economía para diversificarse adecuadamente.

El caso argentino: un atraso cambiario de raíz monetaria

A diferencia de los Países Bajos, la apreciación del peso argentino no se debe a un boom exportador ni a una afluencia masiva de divisas generadas por el desarrollo de Vaca Muerta u otros recursos naturales. En cambio, el fenómeno se origina en una política monetaria deliberada del Banco Central de la República Argentina (BCRA), que utiliza el tipo de cambio como ancla para el control de la inflación.

El gobierno ha implementado un esquema de atraso cambiario sosteniendo las restricciones en el mercado de divisas y la intervención directa en los dólares financieros. A diferencia de los Países Bajos en los años 60, donde el fenómeno fue impulsado por una bonanza genuina de recursos, Argentina mantiene un tipo de cambio artificialmente bajo a través de regulaciones, cepos cambiarios y control de capitales.

Diferencias clave entre ambos casos

  1. Origen del Fenómeno: En los Países Bajos, la apreciación del florín fue consecuencia de un boom de exportaciones energéticas, mientras que en Argentina, el atraso cambiario es producto de la intervención estatal y la política monetaria.

  2. Impacto en la Competitividad: En los Países Bajos, la fortaleza del florín encareció las exportaciones industriales de forma natural, mientras que en Argentina, la sobrevaluación del peso genera una distorsión en los precios relativos y desalienta la inversión en sectores productivos.

  3. Mecanismos de Sostenibilidad: En los Países Bajos, la apreciación del florín fue un fenómeno de mercado, sin restricciones cambiarias, mientras que en Argentina, el gobierno mantiene el tipo de cambio mediante restricciones y controles que distorsionan la economía.

La visión del gobierno y el riesgo de sostenibilidad

Días atrás, el presidente argentino argumentó en una columna de opinión que no existe atraso cambiario en el peso, señalando que "nadie puede determinar el vector de precios de equilibrio general intertemporal de donde se deriva la afirmación de que el tipo de cambio está atrasado, ya que su cálculo implica conocer las preferencias, la tecnología y las dotaciones, tanto de la economía local como de la mundial, y no sólo en el presente, sino también en el futuro"  y sugiriendo que los críticos no pueden probar empíricamente el desfasaje del tipo de cambio. Sin embargo, ese mismo argumento podría utilizarse para sostener lo contrario: tampoco se puede demostrar que el tipo de cambio está correctamente alineado con los fundamentos macroeconómicos. 

Según el Gobierno nadie puede asegurar que el tipo de cambio está atrasado, pero intentan argumentar que el valor determinado arbitrariamente por ellos es el correcto, incluso por encima del que pueda surgir del libre juego de la oferta y la demanda.

A esto se suma el hecho de que, para sostener el tipo de cambio en estos niveles, es necesario mantener restricciones cambiarias y controles de capitales que afectan la confianza en la moneda. A diferencia de los Países Bajos, donde el mercado determinó la apreciación del florín, en Argentina es el gobierno quien decide el precio del dólar mediante intervención directa en los mercados financieros y cambiarios.

Soluciones y perspectivas

La solución a la Enfermedad Holandesa en su versión clásica ha sido la implementación de políticas que amortigüen los efectos de los flujos de divisas, como la creación de fondos soberanos (Noruega) o estrategias de diversificación económica. Argentina, en cambio, requiere un enfoque diferente:

  1. Liberalización del Tipo de Cambio: Restablecer un mercado libre donde la oferta y la demanda determinen el valor del dólar, en lugar de un tipo de cambio impuesto por regulaciones estatales.

  2. Equilibrio Fiscal y No Emisión Monetaria: La estabilidad cambiaria solo puede lograrse si el gobierno sostiene el equilibrio fiscal logrado y políticas monetarias prudenciales como la no emisión que han implementado desde mitad del año pasado.

  3. Eliminación de Distorsiones en el Mercado Financiero: Las restricciones cambiarias generan incentivos perversos como el "carry trade" y dificultan la inversión productiva.

Conclusión

Si bien la "Enfermedad Holandesa" y la situación actual de Argentina comparten la característica de una moneda apreciada y sus efectos adversos en la competitividad, sus causas y mecanismos son distintos. Los Países Bajos enfrentaron una sobrevaloración del florín por un auge genuino de exportaciones, mientras que Argentina mantiene un tipo de cambio artificialmente bajo mediante políticas de intervención. 

En el caso neerlandés, la solución pasó por la diversificación y gestión de los ingresos del gas; en Argentina, la clave radica en abandonar las restricciones cambiarias, consolidar la estabilidad fiscal y permitir que el mercado determine el tipo de cambio de forma natural.

Solo así se podrá evitar que el atraso cambiario termine generando las mismas consecuencias negativas que la Enfermedad Holandesa: pérdida de competitividad, caída de la inversión, incremento del desempleo y estancamiento económico.

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