Control de daños: Caputo busca anticiparse por si surge otro cisne negro, como el del real brasileño
La decisión del presidente libertario de sostener el superávit fiscal a toda costa, y la estrategia del ministro de Economía, Luis Caputo, de ir normalizando muchos de los desincentivos para invertir, son señales que caen bien entre los dueños del dinero.
Milei y Caputo vienen analizando como capitalizar con más potencia la buena sintonía entre la Argentina y el mundo de las finanzas, y se mantienen atentos a la posibilidad de que en este 2025 se profundizan al menos dos datos que encienden alarmas.
Por un lado, que se profundice la depreciación del real brasileño, y eso provoque una pérdida de competitividad de los exportadores argentinos. El diferencial del tipo de cambio ya marcó a fuego la temporada veraniega, donde hubo muchos turistas argentinos en las costas brasileñas, porque el tipo de cambio los favorecía. Influyó además cierto error de cálculo por parte de los balnearios y dueños de propiedades de la costa atlántica, que parecieron intentar recuperar en una sola temporada lo que vinieron retrocediendo en los últimos años. Pero la apreciación del peso frente a otras monedas de la región fue un factor determinante para explicar el boom que muestran las costas brasileñas, con sus arenas blancas y aguas cristalinas. Para colmo, la primera semana en la costa atlántica, con tormentas, bajas temperatura y más viento del acostumbrado, tampoco ayudó.
La segunda alarma sobre la economía argentina está vinculada con la caída que muestran la mayoría de los commodities, en especial la soja, y que puede complicar la rentabilidad de los productores y herir seriamente la recaudación impositiva, una variable clave para una administración que pretende seguir manteniendo el superávit fiscal.
La competitividad versus Brasil
El dólar en Brasil se disparó a máximos históricos y las acciones cayeron a mínimos desde la pandemia, dejando retornos muy negativos durante el 2024. Por ahora, el impacto sobre los activos argentinos fue limitado, aunque advierten que la suba del dólar en Brasil afecta la competitividad de Argentina.
A diferencia de Argentina, en donde los bonos y las acciones subieron con fuerza, los activos financieros de Brasil cerraron un 2024 muy malo. Los inversores en acciones de Brasil perdieron un 35% promedio.
A principios de año pasado, la moneda de Brasil cotizaba a 4,90 reales por dólar, mientras que cerró el 2024 a casi 6,20 reales, lo cual implicó una suba de más de 25% en el tipo de cambio.
En términos de resultados económicos, el 2024 ha sido un buen año para Brasil, con un crecimiento del PBI de 3,5% interanual, con una tasa de desempleo en 6,2% (niveles históricamente bajos para el país) y una inflación interanual que se ha movido entre 4,6% y 4,9% (arriba del límite superior del Banco Central de Brasil (BCB) cuyo objetivo es de 3% ± 1.5% interanual).
Pero la perspectiva para el país se deterioró producto, principalmente, de las decisiones económicas en materia fiscal.
Es que si bien la debilidad del real se observó a lo largo del año, la mitad de la suba del tipo de cambio (de 5,60 a 6,20 reales) se dio posterior a los anuncios fiscales de noviembre útimo. Los economistas esperaban un recorte de gastos en línea con lo anunciado (una baja de 0,3% del PBI tanto en 2026 como en 2027), pero lo que no se esperaba era una suba del mínimo no imponible para el pago de Ganancias.
Además, una inflación persistente y una dinámica ascendente del tipo de cambio contribuyeron a que las expectativas de inflación se desanclaran para los horizontes de inversión más cercanos. Esto hizo que el Banco Central de Brasil tuviera que retomar el sendero de suba de tasas. Y, con los movimientos observados en noviembre, esto podría tomar una velocidad aún mayor, según analistas
Como ocurrió en su momento en la Argentina, en Brasil la economía crecía por consumo, alimentado por un déficit primario creciente, con inflación al alza. A causa de esto, hubo tasas al alza, lo que expande el déficit financiero y aumenta la expectativa de inflación. Esto llevó a que el Banco Central brasileño debate vender u$s 40.000 millones de reservas desde septiembre, equivalente a toda la acumulación de reservas desde que asumió Lula Da Silva la presidencia, lo que cayó mal en los mercados.
Para economistas de Adcap Grupo Financiero, el creciente riesgo fiscal refleja la "inconsistencia del programa económico". Advirtieron que el programa es "laxo en lo fiscal y restrictivo en lo monetario, lo cual lo hace vulnerable a shocks de riesgo político.
Durante el proceso de depreciación del real, las inversiones que buscaban beneficiarse por las elevadas tasas en Brasil, perdieron, lo cual derivó en una masiva salida de capitales en durante la mayor parte de 2024.
¿Cuál es el problema con Brasil?
Los analistas coinciden en que la raíz del problema en Brasil es fiscal y por ello creen que luce insuficiente el hecho de que el Banco Central venda dólares para frenar la presión cambiaria sobre el real.
El hecho de que Brasil deprecie su moneda complica las perspectivas de la balanza comercial argentina.
Las presiones cambiarias en Brasil tuvieron un impacto en Argentina, con un aumento en el tipo de cambio. El dólar subió 8% en las últimas semanas.
Dado que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, la devaluación del real implica indirectamente la apreciación del peso. El tipo de cambio real multilateral con Brasil se ubica en mínimos desde 2001.
Por eso, distintos centros de estudios económicos señalan que a pesar de los avances logrados durante el primer año de gestión de Milei, y la economía muestra una recuperación, el panorama no está exento de riesgos.
En especial, advierten que la Argentina aún no terminó de resolver su política cambiaria, con reservas netas que se mantienen en terreno negativo y un cepo que todavía el Gobierno no quiere soltar por temor a una desestabilización del plan que viene llevando a cabo.
Un estudio de la consultora Abece, fundada por Dante Sica, explica que a pesar del crecimiento esperado para este año, la economía argentina no está exenta de riesgos.
Esos riesgos incluyen eventos fiscales y cambiarios en Brasil, el deprimido precio de la soja y las eventuales modificaciones que Donald Trump prometió introducir en aranceles, políticas inmigratorias y fiscales. La escasez de reservas y de instrumentos para gestionar las políticas fiscal, monetaria y cambiaria puede exacerbar esos riesgos, según consultora que siguen el día a día de la relación entre los dos gigantes del Mercosur.
La devaluación del real brasileño y las perspectivas de bajo crecimiento en el vecino país afectarían las exportaciones argentinas y alentaría las importaciones.
Preocupación por las medidas de Donald Trump
En este escenario, también hay preocupación por las medidas que podría tomar Donald Trump, quien asumirá el 20 de enero próximo como presidente de los Estados Unidos.
Existen dudas sobre la política arancelaria que aplicará perjudicará solo a China o podría terminar también complicando a la Argentina, que exporta acero y cítricos al país, entre otros productos.
Uno de los temas que preocupa a Caputo y su equipo es que aún no se ha completado totalmente la estabilización macro, y no hay demasiadas herramientas para amortiguar el impacto de potenciales shocks externos.
Con las reservas netas del BCRA aún en terreno negativo, y un superávit fiscal muy ajustado, la estrategia de hacer política económica por ejemplo para sostener al sector agropecuario ante la caída de los commodities, es muy débil.
La necesidad de un acuerdo con el FMI
Si bien el blanqueo de capitales ayudó, hacen falta otras herramientas para poder dar batalla a un escenario internacional adverso.
Por eso será clave avanzar con un préstamo del FMI y la posibilidad de que se gestione financiamiento internacional a baja tasa, ahora que el riesgo país perforó el piso de los 600 puntos.
El mercado considera que se incrementó la probabilidad de que el gobierno consiga el financiamiento en dólares que necesitará en 2025.
Pero la pérdida de reservas que sufrió el Central y el ensanchamiento de la brecha cambiaria aún generan dudas.
Los productores agropecuarios reclaman que se reduzcan los derechos de exportación a la soja, el trigo y el maíz, frente a la crisis de rentabilidad que atraviesan por el derrumbe de los precios de los granos y el incremento de los costos. Esa menor rentabilidad llevó a que varios grandes del sector -Los Grobo, Agrofina y Surcos- ingresen en default a no poder pagar sus pagarés.
Este escenario, sumado a la preocupación por la falta de humedad en pleno desarrollo de los cultivos de verano, la llamada cosecha gruesa, hace crecer el malestar entre los productores.
Gabriel de Raedemaeker, exvicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), dijo que si bien el sector agropecuario apoya las política de Milei, en las últimas semanas aparecieron "cisnes negros", como la situación climática, la caída abrupta de precios de commodities -en particular el de la soja que bajó más de u$s73 por tonelada en los últimos ocho meses en el mercado de Chicago-, el fortalecimiento del dólar a nivel mundial, la devaluación del real en Brasil y el encarecimiento de los costos de producción debido a la "reestructuración y sinceramiento" de variables económicas que realizó el Gobierno.
Las retenciones a la soja, el trigo y el maíz, que tienen una participación mayor mientras menores son los resultados económicos, se convierten en un peso más complicado de afrontar.
Milei y Caputo ya ratificaron que este año habrá una baja de retenciones, pero persisten las dudas sobre cuándo se aplicaría, y si se llegaría a tiempo.
Entre las medidas en análisis se encuentra avanzar con la rebaja de impuestos para la producción y acelerar el proceso de privatizaciones, que permitiría el ingreso de dólares frescos. A esto se suman las desregulaciones de la economía que viene aplicando el ministro Federico Sturzenegger.
Además, la semana próxima se anunciará la privatización de más de 9.000 kilómetros de rutas nacionales y autopistas. Con esta medida se espera tener un ahorro de unos 300 millones de dólares anuales durante los próximos 20 años. En total, serían unos 6.000 millones de dólares que el Fisco dejará a de gastar.