Crisis en el campo: vaticinan un año difícil para el sector y sin salvavidas del Gobierno
Es la pregunta del momento tras los anuncios de default en el agro: ¿se trata de casos aislados, productos de errores de gestión, o es la punta de un iceberg tras el cual podría venir una cadena de quebrantos en el campo?
Y, en todo caso, si la situación se agravase, ¿el gobierno de Javier Milei se mostrará sensible a los reclamos, o dejará que la crisis se resuelva dejando liberadas a las fuerzas del mercado, sin intervención estatal?
Aunque el tema está en pleno debate y hay opiniones encontradas, entre los analistas que siguen los números finos del campo empieza a instalarse el pesimismo. Ya hay quienes hablan del 2025 como "el año de los quebrantos", como consecuencia de un mix letal: precios internacionales en caída, costos financieros en alza y escepticismo sobre un alivio impositivo.
Es cierto que, esta vez, el clima ayudó: a diferencia de lo ocurrido en los últimos años, hubo buenas lluvias, temperaturas más moderadas de lo previsto, los perfiles de humedad son buenos ya se recalculó al alza el volumen de la producción, que superará los 130 millones de toneladas en los principales cultivos.
Pero el resto de los números juegan en contra: como referencia principal, la soja cotiza en Chicago ronda los u$s360, esto es un 30% menos que hace un año y con tendencia a la baja.
Pero la clave es que los costos no caen en la misma medida. "Mientras los precios de los insumos bajan por la escalera, los de los cereales bajan por el ascensor, y resulta en mayor requerimiento de ventas de mercadería para comprar la misma cantidad de insumos", grafica Marianela de Emilio, experta del Inta.
Y los números parecen darle la razón: en el segundo semestre de 2024, insumos como la urea y el fosfato diamónico bajaron respectivamente 5,2% y 5,6%, mientras que en el otro lado del mostrador los precios de venta de la soja tuvieron magnitudes de 6,2% y en el trigo 23,5%. Esto pone a los productores en una zona de riesgo de rentabilidad negativa para el 2025.
Es cierto también que hubo algunos insumos que cayeron más aceleradamente, lo cual hace que la crisis se esté notando en todos los tramos de la cadena, desde los productores hasta los vendedores de insumos y maquinarias. El glifosato, sobre todo, perdió 10% en el semestre.
¿Se terminó la licuación para el campo?
Y es ahí donde se cuela la pregunta que levanta la temperatura en el debate del agro: ¿algo de lo que está ocurriendo es sorpresivo? Hay quienes sostienen rotundamente que no, y por eso culpan a la crisis a las empresas que se habían acostumbrado a que la inflación terminara "licuando" los costos financieros.
Por caso, Darío Epstein, un analista financiero cercano al equipo económico del gobierno, argumenta: "Si te endeudaste en pesos para aguantar la mercadería esperando la devaluación, hiciste todo mal. Y lo peor: la timba financiera no va con la producción". Su acusación apunta a los gerentes financieros que en vez de "hedgear" -es decir, cubrir los riesgos de descalces de tasas y monedas recurriendo a otros instrumentos, apostaron a una devaluación que resolviera el problema.
También Antonio Aracre, ex directivo de Syngenta, se metió en la polémica, acusando a las empresas de no adaptarse al cambio de modelo económico: "La brecha les permitía conseguir dólares baratos y las devaluaciones discrecionales la licuación de sus pasivos. En la era de Milei para ganar plata tenés que laburar y muchos perdieron los reflejos de cómo hacerlo".
Quienes defienden a las empresas, por el contrario, argumentan que los proveedores de insumos -como es el caso de Los Grobo- hicieron lo correcto al sobrestockearse en 2023, en un momento de incertidumbre por el cambio político, porque de lo contrario pondría en riesgo su propia actividad. Claro, en un año el glifosato tuvo una caída desde u$s9 hasta u$s4,50. En el interín, cayó el dólar en términos reales y además, por la caída de la inflación, las tasas de interés se encarecieron.
¿De quién es la culpa? Por lo pronto, hay indicios de qué opina el propio Milei: se hizo eco de quienes criticaron a los "especuladores que ganaban mercado en base a crédito fácil". En otras palabras, hay señales claras de que el gobierno no está pensando en un salvataje masivo para el sector en caso de que se generalicen las crisis financieras y los defaults.
¿Un 2025 de crisis económica para los productores?
Pero el problema podría ser mucho más complejo de lo que parece hasta ahora. Ocurre que muchos productores están vaticinando que la crisis no se limitará a un problema financiero limitado a los proveedores de insumo, sino que se generalizará entre los productores.
Es por eso que se instaló nuevamente, con intensidad inusitada, el debate respecto de las retenciones a la exportación y su efecto sobre la economía del sector presuntamente más dinámico de la economía.
Lo cierto es que en 2024 este impuesto pesó menos que en otros momentos, porque el achicamiento de la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo permitió que los productores captaran un mayor porcentaje del precio internacional. Para ponerlo en cifras, durante el gobierno de Alberto Fernández, ese efecto cambiario hacía que un productor sojero apenas retuviera un 30% del precio de Chicago; ese porcentaje podía mejorar hasta 50% cuando el entonces ministro Sergio Massa introdujo los programas de incentivo exportador. Pero en el segundo semestre de Milei el porcentaje de captura de precio internacional llegó a superar el 60%.
No es que el gobierno defienda el impuesto, claro. Más bien al contrario, tanto Milei como Toto Caputo han criticado las retenciones como uno de los tributos más distorsivos y prometieron su eliminación ni bien estén dadas las condiciones. Algunos creen que eso no ocurrirá en todo el 2025, y tienen motivos de sobra para pensar así: ya con la eliminación del impuesto PAIS se perderá una fuente de recaudación que en 2024 significó casi un 6% de la "torta", y no hay margen para que, además, se pierda otro 5% de las retenciones, sobre todo si se pretende sostener el superávit fiscal como pilar de la gestión.
La pelea sobre cuándo vender
De manera que, con retenciones gozando de buena salud, el debate del campo se centra en la estrategia de venta. Dicho más claro, si hay que apurarse a vender para anticiparse a una caída de los precios, o si hay que esperar con la mercadería en los silobolsas, sólo vender "por goteo" y aguardar una inexorable devaluación.
Es un debate cada vez más virulento. Entre los más notorios del primer bando está el consultor Salvador Di Stefano, quien reivindica que desde hace tiempo había pronosticado un bajón de los precios y que había que aprovechar la rentabilidad por la vía de hacer coberturas en los mercados de futuros.
Varios productores lo criticaron con dureza, entre otros el influyente José Antonio Alvarez, más conocido por su apodo "Bumper Crop", quien justifica la actitud conservadora de los productores con el argumento de que en el mercado de las exportadoras hay una "cartelización" fomentada por el Estado. Desde ese punto de vista, apurarse a vender sólo trae el efecto de una transferencia de recursos dolarizados desde el sector productor a otro con más espaldas financieras.
Por su parte, Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera -también un frecuente blanco de críticas de los productores- se limitó a afirmar que el campo argentino deberá adaptarse el nuevo modelo económico y buscar eficiencia en una baja de costos.
"Al tener un precio bajo, toda la estructura de precios del mercado interno tiene que bajar. Va a bajar al productor. El productor tendrá que bajar su contrato de alquiler. Y el contratista que vende servicios al productor tendrá que bajar sus servicios también en valor. Y los insumos también. Se trata de ajustes de precios a la baja en todos los rubros, desde insumos hasta servicios" afirmó.
El debate es caliente y recién empieza. Lo que parece seguro es que el panorama va a emperorar, dado que los márgenes de rentabilidad, que ya fueron malos durante el 2024, se encontrarán ahora con peores precios del mercado internacional y costos internos en alza.
Un año sin salvatajes por parte del gobierno de Javier Milei
"El año que viene va a ser de quebrantos" es el inquietante vaticinio de Fernando Vuelta, analista del mercado granario. Y su consejo a los productores es claro: hay que capturar las rentabilidades en el momento en que se presentan, sin especular con la posibilidad de que los precios puedan mejorar en el futuro.
"Quien hace un mal diagnóstico va a hacer una mala implementación. Y si uno parte de que podría tener tasas de interés en baja y precios de venta al alza, se va a equivocar", afirmó en el streaming de Agroeducación. Su premisa es que los bancos van a tender a subir las tasas pasivas en dólares durante 2025, y que eso elevará el costo financiero a los tomadores de crédito. Su argumento es que esta situación complicará a quienes no acierten con el momento correcto de ponerle precio a su mercadería, y complicará particularmente a quienes arrastran deudas generadas en los años de sequía.
Otros analistas advierten que la actual situación de ofertas por parte de los bancos genera una oportunidad para tratar de mejorar ahora la tasa de financiamiento. Y el principal consejo es no confundir con los momentos de alta inflación, en los que cualquier tasa podía luego ser "licuada" por la nominalidad de la macroeconomía.
Es por eso que argumentan que el mercado de 2025 no se parecerá al de los últimos años, sino más bien al del período 2003-2008, cuando el panorama incluía un dólar estable, baja inflación y retenciones. "Ahí no te daban muchas chances para errarle, cuando vendías mal, te equivocabas y perdías plata, no había devaluación ni precios que te corrigiera el error", señala un consultor.
Los números indican que, para los productores argentinos, hay factores que hacen que la caída de los precios sea más dolorosa, por factores como el alquiler y los impuestos. Un trabajo de rentabilidad comparada realizado por Marianela de Emilio reveló que, en las condiciones actuales, los agricultores argentinos tienen un margen bruto 30% menor que el de sus colegas estadounidenses en el cultivo de soja, y 37% menor para el maíz y el trigo. Cuando, a esas cifras, se aplica el costo del alquiler de la tierra, la rentabilidad del maíz y el trigo desaparece mientras que la soja de los productores argentinos deja un 70% menos que lo que reciben los farmers de Estados Unidos.