Con importaciones en alza, en el mercado se instala la polémica: ¿es para festejar o preocuparse?
Es un momento algo confuso para el mercado, dado que hay datos financieros positivos que, según advierten los analistas, podrían ser apenas un espejismo de un problema a corto plazo. Sin ir más lejos, las compras de dólares por parte del Banco Central, que cortó su racha vendedora y en 15 jornadas de agosto pudo acumular u$s527 millones.
Sin embargo, es un dato que viene acompañado de advertencias: la principal es que estas semanas son atípicas, porque se está constatando un nivel inusualmente bajo de importaciones, dado que los empresarios están ralentizando compras, a la espera de que el gobierno cumpla su promesa de bajar el impuesto PAIS.
Con un recorte de 10 puntos en la alícuota -que a partir de septiembre pasará de 17,5% a 7,5%- todas las importaciones tendrán un abaratamiento instantáneo de 8,5%. Un monto lo suficientemente relevante como para que en estos días se esté constatando un bajo volumen de actividad en el mercado único de cambios.
De manera que, para quienes tienen dificultades en conciliar el sueño por causa de las reservas del BCRA, hay ahí un tema adicional de preocupación, dado que ya se está previendo una suba abrupta en la demanda de divisas por parte del sector privado de aquí a dos semanas.
Queda el posible consuelo de que también están mejorando las exportaciones en uno de los rubros que venían más atrasados: el energético.
En el informe de balanza comercial que acaba de difundir el Indec, el rubro de exportaciones energéticas se registró un impactante aumento de 37% en julio respecto del mes anterior. Esta mejora está impulsada por la venta de petróleo, que en los meses anteriores estaba algo retrasada como consecuencia de las bajas temperaturas invernales, que determinaban un aumento en la demanda doméstica.
De hecho, uno de los datos que generaron mayor festejo con el último dato de la balanza comercial es que se revirtió rápidamente el déficit en la cuenta de energía: después de haber registrado números en rojo por u$s132 millones en junio -debido, principalmente, a la necesidad de importar gas licuado-, en julio se volvió al superávit, por u$s214 millones. Ocurrió un típico fenómeno estacional: ya previendo un menor consumo interno por el fin del invierno, no solo aumentó la venta de petróleo, sino que cayó un 15% la compra de combustibles en el exterior.
¿Alcanza el ahorro energético para compensar el incremento de las importaciones?
De manera que queda planteado el interrogante: ¿podrá el superávit energético compensar el incremento de las importaciones que se viene para los próximos meses? Es un punto en el que los analistas muestran cierto escepticismo.
Para empezar, porque si bien hay optimismo respecto de que la balanza energética dejará este año un saldo positivo de u$s5.000 millones, ese monto no sólo debe compensar el aumento de las importaciones, sino que, además, tendrá que ayudar a disimular el año peor al esperado en la exportación agrícola.
El mix de bajos precios internacionales -con la soja derrumbándose a la zona de u$s353, un valor mínimo en 18 años- y, además, de pérdida de competitividad por el retraso cambiario, hace que se torne una incógnita cómo seguirá la liquidación agrícola en el segundo semestre.
La exportación de julio, en realidad, no mostró malos números para esta época del año. Pero los expertos del negocio agrícola advierten que en los silobolsas sigue habiendo guardado mercadería por casi u$s13.000 millones. Y, en términos de volumen, sigue pendiente comercialización unas 26 millones de toneladas, a lo que se suman 7,5 millones de toneladas comercializadas pero pendientes de fijar precio.
¿El aumento de las importaciones es para lamentar o festejar?
En todo caso, el otro punto para la controversia es si el aumento de las importaciones es un punto para lamentar o para festejar.
Por un lado, hay consenso entre los economistas en el sentido de que un nivel muy bajo es sinónimo de recesión. De hecho, se suele citar la famosa regla del "tres a uno", que plantea que, por cada punto de crecimiento del PBI, se necesita que se incrementen tres puntos de importaciones, dada la necesidad de compras de insumos por parte del campo y la industria.
Pero claro, no siempre que suben las importaciones hay un efecto inmediato de aumento productivo. Puede ocurrir que los incrementos se concentren en bienes de consumo y no en insumos industriales o en maquinaria, con lo cual la importación estaría dando un anabólico al consumo pero no necesariamente a la producción nacional. Es una situación típica de los momentos de atraso cambiario, cuando por el encarecimiento relativo de los precios internos se produce un incentivo a la compra de mercadería importada.
Y, en sentido inverso, hay momentos en los que los importadores compran más de lo necesario, previendo que tal vez en el mediano plazo ya no puedan hacerlo como consecuencia de una devaluación o de mayores restricciones regulatorias. Esos son los momentos en los se incrementan los stocks. Y, por lo tanto, puede haber situaciones en los que, gracias al uso de ese material previamente stockeado, la economía pueda mantener su ritmo de actividad sin que haya un aumento de la producción.
Es lo que, según varios analistas, ocurrió el año pasado, cuando se produjo un aumento de la importación que no se condecía con la modesta performance productiva. Algunos reportes indican que los inventarios acumulados ya superan el equivalente a u$s35.000 millones, más del doble de hace un año.
Lo cierto es que, mientras a esta altura del año pasado las importaciones eran de un promedio mensual de u$s6.389 millones -algo que escandalizaba a los economistas-, hoy el nivel es de u$s4.733 millones.
Es por eso que llamó la atención el punto de quiebre de julio: los u$s5.646 millones no son una cifra que impresione por lo alta, pero sugiere un fin de ciclo, porque supuso un crecimiento respecto de la marca que se había obtenido el mes anterior. Y todo hace suponer que el número siga incrementándose en los próximos meses.
La situación se ve más clara si, a esas cifras, se las depura por el "efecto energía". Es decir, cuando se calcula las importaciones sin considerar el gasto en la compra de gas licuado y otros combustibles.
En el primer semestre del año pasado, ese número daba un promedio mensual de u$s5.599 millones, contra los u$s4.339 millones de este año. Pero las marcas se están acercando: en julio pasado las importaciones -sin contar energía fueron apenas u$s787 millones menos que hace un año.
El mercado, con sensación ambigua
Entonces, ¿la situación es para festejar o para preocuparse? En el mercado predomina una sensación ambigua. El economista jefe de Grupo SBS, Juan Manuel Franco, tituló su reporte: "Y un día, rebotaron las importaciones", adelantando que no se trata de un fenómeno excepcional, sino de un cambio de tendencia.
Y advierte: "La balanza comercial de bienes será superavitaria en 2024, aunque destacamos algunos puntos a monitorear. De continuar la apreciación del tipo de cambio real, podría alentar importaciones y desalentar exportaciones, en especial las de sectores no agro".
La consultora LCG, en tanto, observó que resultará inevitable la suba del nivel importador: "Para adelante, hay que tener presente que este nivel de importaciones sólo podrá sostenerse si el nivel de actividad no remonta lo suficiente, lo cual a la larga es difícil de mantener socialmente".
Y advierte las tensiones cambiarias que pueden venir, dado que las exportaciones de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario se deberán atemperar en los próximos meses.
Entre quienes interpretaron el quiebre de tendencia como un dato positivo destaca Antonio Aracre. El empresario ex asesor de Alberto Fernández y hoy entusiasta defensor del plan Caputo, planteó: "Julio se presenta con un dato muy alentador, ya que las importaciones en cantidades aumentaron un 8% dando un claro indicio de recuperación industrial". Y adelantó que el próximo índice EMAE marcará, a diferencia del de junio, una mejora en la actividad.
Y, por cierto, hay una mayoría de analistas que temen por el impacto en las reservas del Banco Central. Por caso, el economista Ariel Setton escribió: "Va a estar interesante la evolución de reservas de principios de septiembre, pareciera que estamos acumulando 500-800 millones de demanda de dólares por importaciones ante la promesa de baja de impuesto PAIS".
Estrés en el Banco Central por las reservas de dólares
Lo cierto es que la actual mejora de las reservas es percibida en el mercado como un fenómeno de corta duración. Porque, además del cambio de tendencia en la balanza comercial, se produce otro fenómeno financiero que tendrá un costo en términos de divisas.
A inicios de año, el acceso de divisas para los importadores se dio a "cuentagotas": salvo para unos pocos rubros considerados de primera necesidad, los importadores recibían los dólares en cuatro cuotas mensuales, contando desde el momento en que la mercadería llegaba a la aduana, lo cual implicaba mayores costos crediticios en el comercio exterior.
Pero, sobre todo, esa metodología permitía que las cuentas dieran mejor de lo que realmente ocurría en la realidad. Ahora, que ese régimen empieza a revertirse, llega la hora de pagar las facturas.
Según una estimación de Salvador Vitelli, economista de la consultora Romano Group, en septiembre, octubre y noviembre habrá que pagar más dólares de lo que se importe. El peor momento se dará en octubre, cuando se superpondrán pagos de comercio exterior equivalentes al 150% de las importaciones mensuales. Esto ocurre porque el calendario prevé el remanente de dos cuotas de 25% del esquema previo más dos cuotas de 50% del nuevo esquema.