Por qué hay preocupación en el Gobierno detrás del superávit comercial de mayo
Un día después de haber celebrado el mejor resultado fiscal del año, con cinco meses consecutivos de superávit, el Gobierno vuelve a festejar un indicador económico en la balanza comercial: el saldo de u$s2.656 obtenido en mayo es el más alto del año, una buena noticia en un momento en que surgen dudas sobre la capacidad del Banco Central para seguir acumulando reservas.
De esta manera, se acumulan seis meses consecutivos con superávit comercial, y con esta proyección hasta se podría superar la expectativa de un resultado de u$s16.300 millones para todo el año, que reflejaron los economistas en la última encuesta REM. Para llegar a ese resultado, alcanza con que en el resto del año se obtenga un superávit mensual promedio de u$s1.080 millones, y los resultados que se vienen registrando superan ampliamente esa cifra.
Sin embargo, como ya ocurrió con el tema fiscal, también esta buena noticia de la balanza comercial luce empañada por la sospecha de que los buenos resultados actuales serán difíciles de sostener a futuro.
Así como en el caso fiscal parece difícil un incremento de la recaudación de impuestos que compense por el agotamiento de la "licuación" inflacionaria sobre el gasto, también en el plano del comercio exterior hay una sensación de que tal vez el mejor momento ya haya quedado atrás.
Ocurre que mayo es, tradicionalmente, el mejor mes del año en cuanto a exportación agrícola. Es por eso que los u$s2.029 millones ingresados por ventas de productos primarios y los u$s2.788 millones vendidos por manufacturas de origen agropecuario son consideradas como la consecuencia esperable ante el efecto estacional.
De hecho, hasta podría verse el número del ingreso por la exportación agrícola como algo inferior a lo proyectado. Si se exceptúa el año pasado, en que el campo estuvo afectado por una sequía histórica, los meses de mayo suelen tener una mejor performance que el de este año. En la comparación con el 2022, las ventas de este año se ubicaron un 17% por debajo.
Cuál es la situación de los sojeros
Varios rubros confluyeron para que ese resultado de la exportación agrícola no haya sido todo lo bueno que debería: uno es el menor rendimiento de la cosecha respecto de las proyecciones originales, por inconvenientes climáticos; el otro es la desmejora de precios en el mercado internacional. Según el INDEC, los precios de productos primarios cayeron un 12,1% mientras que los de productos agroindustriales tuvieron una baja de 14,6% en comparación con lo que el mercado global pagaba el año pasado.
Estas situaciones, combinadas con la percepción de un nuevo proceso de retraso cambiario, hizo que las ventas del campo se ralentizaran más de lo previsto, con productores que todavía mantienen mucho producto stockeado en silobolsas, a la espera de una eventual mejora en el tipo de cambio.
Esta situación se refleja en la estadística de la Ciara (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina) y CEC (Centro Exportador de Cereales): para mayo, la liquidación de granos fue de u$s2.612 millones, una cifra que resulta 38% más baja que la del año pasado, cuando regía el sistema de "dólar sojero preferencial" instrumentado por el entonces ministro Sergio Massa.
Hoy no rige aquel incentivo, pero sí el sistema de "dólar blend" -que le permite al exportador liquidar un 20% de su venta en el mercado "contado con liquidación"-. Es sobre este punto que se generó la controversia, porque el Fondo Monetario Internacional considera que se trata de una política distorsiva, y presiona para que quede sin efecto ya en el segundo semestre del año, algo sobre lo que el equipo de Toto Caputo sostiene que no está dispuesto a ceder.
En todo caso, lo cierto es que el campo está mostrando una actitud conservadora y, como tantas veces en el pasado, acentúa esa cautela en la medida en que el mercado sube el volumen del debate sobre el retraso cambiario.
¿Es para festejar el superávit de mayo?: la amenaza del rubro energía
Pero las preocupaciones sobre el sostenimiento del superávit comercial no sólo están ligadas a la exportación agrícola, sino también a las importaciones de energía. Es un tema imprevisto, porque las proyecciones de comienzos de año denotaban optimismo sobre un robusto superávit de u$s4.000 millones en la balanza energética, rompiendo una saga de años con déficit.
Sin embargo, una imprevista ola de frío en mayo hizo que incrementara la demanda de gas, lo cual derivó en problemas de abastecimiento, ante el retraso en las obras de plantas regasificadoras que permitieran inyectar un mayor volumen en la red de gasoductos.
Los números de mayo todavía son buenos, aunque menos holgados que los del mes anterior: hubo un saldo positivo de u$s500 millones, lo que implica una caída de u$s200 millones en un mes, por menores ventas de petróleo y mayores compras de gas.
Esa tendencia podría verse con mayor intensidad en los meses invernales. De hecho, en mayo las importaciones energéticas representaron un 7,9% del total, lo cual es un nivel bajo si se considera que hace dos años ese rubro significó el 20% de las compras, pero marca una tendencia de franco ascenso.
De hecho, las compras para el rubro energía en mayo tuvieron un salto de 62% respecto del mes anterior. Y los expertos ya están recalculando sus proyecciones de suérávit comercial energético a la baja.
¿Qué tan grave puede ser la situación? Un informe del economista Amílcar Collante afirma que, si se toma en cuenta también la importación de energía eléctrica, ya se supera la marca de u$s500 millones mensuales y que, de acuerdo con la tendencia histórica, en el pico invernal se podría llegar a u$s800 millones.
Y las consultoras afirman que la compra de energía podría ser el motivo principal en la merma de la compra de divisas que sufrió en las últimas semanas el Banco Central. "Se habría canalizado pago de importaciones de energía, las cuales tienen acceso inmediato al MULC en vez de posdatado", observó un reporte de Portfolio Personal Inversiones.
Entra gas y salen dólares
El punto de inflexión con las importaciones de gas se dio a fines de mayo, cuando la empresa estatal Cammesa hizo llamado internacional de oferentes para comprar 12 cargamentos de fuel oil y gasoil, que le permitieran completar el volumen de combustible necesario para la llegada del invierno. Las bajas temperaturas llevaron a una demanda por encima de la originalmente prevista para el otoño.
Hubo, además, una complicación adicional: las inundaciones en el sur de Brasil, que complicaron el plan original de contar con provisión de energía eléctrica desde el país vecino, lo cual obligará a depender más de la cuenta de los combustibles líquidos. Hablando en números, las nuevas importaciones serán por 200.000 toneladas de fuel oil y 350.000 metros cúbicos de gasoil.
Se estima que el costo de estas importaciones fuera de las previsiones originales implicará un mínimo de u$s500 millones.
Ya previamente, en abril, se había firmado un acuerdo con Brasil para asegurarse la provisión de gas para las provincias del norte, que estaba en peligro por la abrupta disminución de la llegada de gas boliviano. El mecanismo elegido fue una triangulación del gas que Brasil le compra a Bolivia: como el país vecino está incrementando el uso de la energía hidroeléctrica, que resulta más barata, tiene un sobrante del gas que ya tenía comprometido con Bolivia, y se lo puede vender a Argentina.
Aun así, ese acuerdo no alcanza para resolver el problema de demanda de gas que se genera en invierno, por lo cual se había dispuesto en abril la compra de 10 cargamentos de barco por u$s209 millones. Y antes, en marzo, se había adjudicado otros 10 cargamentos por u$s210 millones.
Fue a propósito de esta situación que se generó una polémica política, porque Cristina Kirchner acusó al gobierno de haber generado la crisis de abastecimiento de gas como consecuencia de su obsesión por la meta del superávit fiscal.
Menos importaciones productivas
Hay, finalmente, otro motivo de preocupación detrás del dato "celebrable" del superávit comercial. Tal como vino ocurriendo a lo largo del año, nuevamente el saldo se consiguió por desplome de las importaciones, lo cual tiene una connotación recesiva.
Los números son elocuentes: las compras en el rubro de bienes de capital sufrieron una caída de 33,2% respecto del año pasado, mientras que en bienes intermedios la merma fue del 26,4% y en piezas y accesorios se recortó la importación un 28,1%.
En otras palabras, siguen siendo cifras incompatibles con una fase de recuperación económica. Según el consenso entre los economistas, Argentina tiene una regla de "tres a uno", que implica que para que el PBI crezca un punto, se necesita que las importaciones se incrementen en tres puntos, dado que de esa forma se abastecen los insumos de la industria nacional.