Tras el déficit de febrero, aconsejan al Gobierno no forzar un equilibrio recesivo
Al final, ¿se están confirmando las peores sospechas que habían planteado los economistas, en el sentido de que el superávit fiscal no resultará sostenible en los próximos meses? Es la pregunta que quedó planteada tras la difusión de los datos fiscales preliminares correspondientes a febrero.
Y los resultados dejan un nuevo superávit primario -por $929.000 millones- pero con pocos motivos de festejo: se redujo un 25% respecto del mes anterior, lo cual parece confirmar que la cosa se complicará en la medida que la recesión se profundice, dado que cae la recaudación impositiva.
Pero, además, cuando se realiza la cuenta sobre el resultado financiero, es decir el que tiene en cuenta el pago de intereses de la deuda, ya desapareció el superávit y las cuentas vuelven a estar en rojo: quedó un déficit de $186.000.
Los números son relevados por la Oficina de Presupuesto del Congreso, que el mercado toma como referente antes de la aparición de laos datos oficiales de la secretaría de Hacienda, que saldrán en tres semanas. Se trata de cifras "base devengado" y no "base caja" -es decir, sobre los gastos hechos pero no necesariamente ya pagados-, lo que implica que en la versión final podría haber cambios.
Pero más que los números, lo que preocupa es "la historia" que cuentan las cuentas fiscales: con recaudación impositiva en baja -de hecho, los ingresos cayeron un 12% nominal de un mes a otro, en un momento de inflación situada en 15%-, el plan económico se hace más dependiente de la "licuadora".
Se agota la licuación
Los números son elocuentes respecto a dónde estuvo la variable de ajuste: el gasto en jubilaciones tuvo un desplome de 33,9% interanual. Es decir, una caída incluso mayor que la que había escandalizado en enero.
Pocas horas antes de conocerse este dato, el Fondo Monetario Internacional había reiterado, por intermedio de la vocera Julie Kozack, su desagrado con la situación. La funcionaria reiteró lo que antes Gita Gopinath les había planteado a Javier Milei y a Toto Caputo: que no hay equilibrio fiscal que sea políticamente sostenible si se lo consigue sobre la base de la licuación de las jubilaciones.
Y no fue el único rubro de ajuste con aspecto de poco sostenible. También se destacó el recorte en los subsidios económicos: la caída interanual del gasto en transporte fue de 68%, mientras que en la energía fue de 61%.
Casualmente las asociaciones empresariales de las generadoras y transportadoras de energía emitieron un comunicado en el que se muestran preocupadas por el retraso en el envío de fondos del gobierno, que ya desde enero está acumulando una deuda. Y advirtieron que, si esto no se corrige, puede haber problemas a corto plazo en el suministro de electricidad.
El consejo de Cavallo
Es con estos problemas en vista que en el mercado se instaló la duda sobre si el de enero podría ser el primero y último mes con superávit financiero, dada la perspectiva de ingresos decrecientes, y un agotamiento en la política de "licuadora".
Podría pensarse que esa situación sería un golpe anímico para el gobierno, dado que el propio Milei se había jactado en público sobre la consecución del superávit financiero como uno de los principales logros en el arranque de su gestión.
Sin embargo, también es posible que el gobierno se deje persuadir sobre la necesidad de hacer cambios en sus prioridades. En los últimos días, Domingo Cavallo, una de las personas más escuchadas por Milei y Caputo, ha insistido en que con mantener un equilibrio fiscal primario ya estaría bien, y que no hay necesidad de buscar el superávit financiero si eso es deriva en una profundización de la crisis.
"Me parece que el plantearse un déficit financiero cero y tener que recurrir a mantener impuestos muy altos o incluso subirlos, no es recomendable, porque se acentúa la recesión y puede caer la recaudación de los impuestos que son normales como el IVA", dijo Cavallo en una entrevista televisiva.
La influencia de Cavallo se hizo patente en los últimos días con la reunión que se concretó, por sugerencia suya, entre el ministro Caputo y los ejecutivos de las mayores empresas de consumo masivo. Fue Cavallo quien planteó la necesidad de reclamarle a los empresarios una moderación en los aumentos, sobre todo después de que el gobierno concedió una serie de reclamos sobre la derogación del sistema Precios Justos, de las leyes de góndolas y de abastecimiento y el observatorio de precios.
Y, de hecho, Caputo siguió su recomendación al pie de la letra, planteando los mismos argumentos. Ahora, Cavallo está planteando la necesidad de atenuar la presión impositiva sobre el sector privado, de manera de estimular la contratación de trabajadores.
En definitiva, su recomendación es que el equilibrio fiscal no debe buscarse sobre la licuación de ingresos y con una suba de impuestos -que ha sido la tónica desde la asunción de Milei- sino a través del recorte de gastos estructurales, focalizado en los sectores del Estado con problemas de sobredimensionamiento.
Ganancias, en la lupa
Lo cierto es que los indicios de empeoramiento fiscal explican por qué el gobierno está poniendo todo su esfuerzo de negociación política en la restitución del impuesto a las Ganancias. Esa fuente de ingresos, que hace un año representaba un 22% del total de la recaudación, ahora representa apenas un 15%.
Hablando en plata, la virtual derogación de este impuesto para el sector de asalariados supuso una caída de ingresos por el equivalente a un punto porcentual del PBI, lo que implica una caída de 0,4 punto para la caja de la AFIP y de 0,6 punto para la coparticipación con las provincias.
Es por eso que la reinstauración de Ganancias se transformó en la llave para destrabar la pulseada por los recursos fiscales entre Javier Milei y los gobernadores. Y estos números explican también por qué las provincias trabaron la votación de la ley Bases cuando vieron que el presidente no estaba dispuesto a aceptar la coparticipación ni del impuesto al Cheque, ni del impuesto PAIS ni del impuesto a los combustibles.