Massa trata de anclar al dólar post elecciones, mientras el mercado ve "inevitable" una devaluación
Lunes post elección: ¿pánico y dólar disparado en un overshooting, o mercado controlado con la maraña de regulaciones y un renovado intervencionismo del Banco Central? Esa es la pregunta que los expertos intentan responder a estas horas en la previa electoral.
Y lo cierto es que Sergio Massa hizo una apuesta fuerte para garantizarse que no solamente haya calma en el momento inmediatamente posterior a la elección, sino que además espera que esa paz cambiaria dure las cuatro largas semanas hasta la segunda vuelta de noviembre.
Con esa audacia que ha sido su marca registrada durante su gestión como ministro/candidato, dio a entender que el Fondo Monetario Internacional aprendió la lección sobre el error cometido al haber "impuesto" el salto devaluatorio de 20% el lunes 14 de agosto -posterior a las PASO-, que derivó en la devaluación menos exitosa de la historia, con un contagio a precios en tiempo récord que anuló con creces los problemas de competitividad de la economía.
Es por eso que, en la víspera de la elección, reafirmó que el tipo de cambio a $350 será el precio del lunes próximo, y que además se prolongará hasta el 15 de noviembre -es decir, cuatro días antes de la fecha prevista para el balotaje-.
El viceministro Gabriel Rubinstein completó que a partir de esa fecha se volverá al esquema de "crawling peg" a una lenta velocidad del 3% mensual. "Ya todos se han percatado, en el país y en el exterior, que sin un monto de dólares significativo para controlar el financiero, la maxi deva no sirve", argumentó el funcionario, dando a entender que la estrategia oficial es jugarse a la clásica "ancla cambiaria" para llegar con una relativa calma al 10 de diciembre, cuando se produzca el recambio gubernamental.
En la versión oficial, ese anclaje del dólar estará acompañado por una ralentización notoria de los precios, que volverán en octubre a un IPC en torno del 7% mensual.
A pesar de los dichos de Rubinstein, nadie en el FMI ha convalidado el diagnóstico de que la devaluación fue un error ni ha dado señales de arrepentimiento. Más bien al contrario, quedó la sensación de que en el organismo hay enojo porque creen que lo que marcó el fracaso de la devaluación fue la saga de medidas pro consumo de Massa, que implicaron una inyección de pesos en el mercado que rápidamente presionó el tipo de cambio paralelo y los precios.
No pocos vinculan esa situación con el nuevo swap de monedas con China. "El gobierno sabe -lo sabemos todos, China también- que el programa con el FMI está descarrilado y que, por lo tanto, es muy difícil que el FMI nos vaya a girar fondos en noviembre", comenta Héctor Torres, ex representante argentino ante el Fondo, en diálogo con iProfesional.
Lo cierto es que esos u$s6.500 millones le sirven a Massa no solamente para darle credibilidad a su promesa de que el tipo de cambio oficial se mantendrá incambiado, sino que también le sirven para tratar de mantener a raya al dólar paralelo. Ya nadie cree que la brecha respecto del oficial pueda regresar a su nivel de hace unos meses, cuando estaba debajo del 100%, pero al menos mantiene la aspiración de que no se dispare respecto de su nivel actual.
La apuesta a una nueva ancla para el dólar
Es una estrategia que va en línea con lo que venían aconsejando economistas cercanos al Gobierno, como Emmanuel Álvarez Ágis, quien en una conferencia con inversores calificó como "una macana enorme" la devaluación de agosto porque no permitió comprar reservas ni achicar la brecha con el paralelo.
Y su recomendación fue clara: volver a tocar el tipo de cambio en el actual contexto de incertidumbre política significaría "hacerle cosquillas al monstruo". Por lo tanto, recomendó "congelar todo, porque la economía está absolutamente desanclada, y lo peor que puede pasar es una espiralización en que las variables, incluido el salario, empiecen a convalidar un nivel de más de 11% mensual".
Pero claro, esa estrategia de congelamiento implicó una serie de medidas que son difíciles de sostener en el tiempo. Para empezar, porque los aparatosos operativos policiales en las "cuevas" generaron una paralización del mercado del blue. Una suerte de feriado cambiario del dólar paralelo, que se complementó con las nuevas restricciones y vueltas regulatorias que enlentecieron las operaciones con bonos.
Todo eso, además, aderezado con una creciente intervención del BCRA en todos los frentes: una venta de divisas con jornadas superiores a los u$s100 millones, más otra venta indirecta de dólares en el mercado del MEP, con cifras diarias en torno a u$s60 millones en las últimas jornadas. Y, además, una fuerte postura de contratos en el mercado de futuros, con un volumen equivalente a u$s3.200 millones.
Ese combo logró, al menos, cambiar la sensación de pánico en el mercado. Los futuros ya no marcan una expectativa de dólar oficial a $950 para diciembre sino que lograron que cayera debajo de $800.
Pero esa estrategia de calmar al mercado financiero a fuerza de golpes de efecto, de más cepo y de persecución a los "arbolitos" tiene muchas dificultades para sostenerse un mes. Sobre todo si, como como todas las encuestas indican, Javier Milei queda en la "pole position" como presidenciable, y todo el mercado empieza a actuar pensando en una futura dolarización.
Dólar a $350, ¿un efecto búmerang?
Entre los economistas, abundan las advertencias sobre las debilidades en la estrategia de Massa. En particular, que su anuncio de que el dólar quedará clavado en $350 por otro mes, tenga un efecto inverso al buscado.
Ocurre que hoy el dólar se está fortaleciendo a nivel global, lo que implica que los países de la región están devaluando sus monedas. Y Argentina, que ya acusaba problemas de competitividad, hoy está más cara que antes de la devaluación de agosto, dado que la inflación alcanzó y pasó a la suba del dólar.
"Massa cree que va a tranquilizar al mercado al poner al tipo de cambio como ancla, pero mientras tanto los precios van a seguir subiendo. Y lo más probable es que el blue siga a la devaluación, agrandando la brecha cambiaria. Con lo cual, la expectativa de una nueva corrección devaluatoria va a ser más grande", afirma el jefe de research de una de las principales consultoras del mercado.
El clima se enrareció más con la cuenta que sacó Carlos Melconian, para quien solamente por efecto de la devaluación transcurrida desde agosto, el dólar oficial tendría que moverse hasta un nivel de $500.
En ese marco, el debate entre los economistas pasa por determinar si un blue a $1.000 ya expresa un "overshooting" -es decir, un precio más empujado por el pánico que por los fundamentals de la economía- o si hay margen para que la situación siga empeorando.
Algunos expresan su escepticismo sin tapujos. Como Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, para quien el dólar oficial a $350 tiene los días contados y no podrá soportar una brecha de 200%. Pronostica un "Rodrigazo inminente".
Por su parte, en una reciente conferencia con inversores, Gustavo Neffa, de la firma Research for Traders, afirmó que el consenso de los economistas está subestimando la gravedad del ajuste cambiario que se necesitará en el arranque del próximo gobierno, y que será mayor al actual precio del paralelo.
"Se va a necesitar un tipo de cambio que desfavorezca las importaciones, de manera que haya el año próximo un saldo de balanza comercial de u$s20.000 millones. Y por más que muchos vean hoy al tipo de cambio MEP como competitivo, creo que el dólar va a superar ese precio, por los desafíos de la economía para organizarse", planteó el analista.
Como siempre, el punto central que señalan los economistas es que lo que determinará la reacción del mercado el lunes dependerá de las señales que se den la noche del domingo. En particular, la atención se posará sobre Milei: si vuelve a insinuar que un debilitamiento del peso es funcional a su plan de reforma monetaria, entonces no habrá techo a la vista para el dólar blue.
Los puntos débiles del plan Massa
De hecho, las amenazas para el plan de Massa están a la vista. Para empezar, la represión al blue es una típica medida con efecto decreciente. El ministro/candidato logró su cometido de que, durante tres días, los medios de comunicación informaran que el paralelo había bajado de precio. Pero, en realidad, no era así: lo que ocurría era que los mayores operadores se habían retirado por precaución y entonces directamente no había precio de venta.
Pero ya el jueves quedó en evidencia que el escaso movimiento registrado en el blue no estaba a $900, como se difundía en los medios, sino que se mantenía en torno de $1.050. Fue lo que llevó a que los opositores ironizaran en las redes sobre la nueva creación de Massa: un "dólar blue a precio cuidado" difícil de encontrar en el mercado, o "una versión oficial del blue, que cotiza 100 pesos debajo del blue verdadero".
Y, además, se mantuvo firme la salida de dólares del sistema bancario, a un ritmo superior a los u$s100 millones, un nivel que no se veía desde la crisis de confianza que sufrió el ex ministro Martín Guzmán a mediados de 2020.
Peor aun, no sólo se fugan dólares del sistema sino también pesos. En este momento, es un indicador mucho más preocupante, porque marca el nivel de riesgo de que los ahorristas busquen refugio en el dólar. Sólo en el último mes, la caída de depósitos en plazo fijo fue de casi $2 billones.
Para beneplácito de Massa -que recomienda usar los pesos para consumir pero no para comprar billetes verdes- parte de esa dolarización se da por la vía del comercio, lo cual contribuye a mantener relativamente altos los indicadores de actividad. Es así que en estos días hay una fiebre compradora en los corralones de materiales de la construcción, en las cadenas de electrodomésticos y en las concesionarias de autos. Hasta los supermercados reportan un incremento de 15% interanual de las ventas, sobre todo en los productos no perecederos.
Pero, como suelen advertir los economistas, es una dolarización al fin y al cabo: siempre en algún punto de la cadena comercial, alguien querrá canjear esos pesos por dólares. Y, por otra parte, la demanda de productos con componentes importados obliga a sostener compras del exterior por encima de los u$s6.500 millones al mes, un nivel de importaciones que los expertos sostienen no se condice con las condiciones macroeconómicas de un país sin reservas.