Dudas del mercado tras suba de tasa del plazo fijo: no impedirá que continúe la fuga al dólar
La decisión del Banco Central sobre las tasas de interés no dejó conforme a nadie: algunos critican la medida por haberse quedado corta frente al último dato de inflación -un IPC de 12,7%, récord de tres décadas- mientras otros afirman que, a esta altura, la suba de tasas sólo ayuda a inyectar liquidez en la plaza y empeorar la espiral inflacionaria y cambiaria.
Ni siquiera en los bancos, que en las últimas semanas habían presionado al BCRA -ante la constatación de que la gente aceleraba la huida desde los depósitos hacia las posiciones más líquidas, y desde ahí a los dólares- muestran mucho entusiasmo.
Plazo fijo: para analistas, la suba de tasas tendrá "poco efecto"
"Por un lado, era absolutamente necesaria, pero reconocemos que va a tener muy poco efecto. Más que nada, había que subirla para que, aunque sea, alguien piense algo o que algunos se queden", reconoce un ejecutivo de uno de los bancos privados del top 3 en depósitos.
Lo cierto es que en los últimos 30 días la salida de dinero desde los plazos fijos fue de $1,3 billón. Esto implica una caída incluso en términos nominales, que traducida a volúmenes reales implica un ritmo de salida de 12% en el último mes. Y estos números son previos a la polémica frase de Javier Milei sobre la inconveniencia de renovar plazos fijos y la definición de los pesos como algo que "no vale ni excremento".
De manera que la entidad presidida por Miguel Pesce se encontraba en una disyuntiva difícil: por un lado, tenía que dar una señal en el sentido de que trataría de mantener las tasas en zona de rentabilidad positiva, pero por otro lado sin olvidar que en la city hay mucho nerviosismo por los $2 billones que todos los meses se vuelcan a la plaza por pago de intereses de las Leliqs.
El nerviosismo del momento quedó evidenciado por la información confusa que circuló en la jornada: primero se filtró el dato de que la tasa subiría desde su anterior nivel de 118% a un nuevo escalón de 145%, pero finalmente el comunicado oficial dejó establecida la tasa en 133%.
Significa, para el típico depositante de plazo fijo que renueva mensualmente, una tasa de 11% en ese período. El Central, que hace un mes había justificado su negativa a subir las tasas a pesar de la inflación de 12,4% registrada en agosto, porque preveía una distensión en los precios, tuvo que admitir su equivocación.
De todas maneras, se trata de una tasa que sigue siendo inferior al IPC. Con lo cual puede deducirse que el mensaje implícito de Pesce es que la inflación de octubre debería caer por lo menos hasta un nivel de 10%.
Y, acaso más importante, el BCRA está sugiriendo que para quienes miden su retorno en términos de dólares del mercado paralelo, también habrá una renta positiva. Es decir, que en los próximos 30 días el dólar MEP se ubicará debajo de los $950.
Naturalmente, esa es la promesa implícita más difícil de creer, dado que en el medio estarán las elecciones, y pocos creen que se cumpla la intención del Gobierno, que -según adelantó el viceministro Gabriel Rubinstein- implicaría el regreso a un crawling peg del 3% mensual. Más bien al contrario, hay expectativas de otro salto devaluatorio brusco para el lunes 23 de octubre, post elección presidencial.
Entre el ancla y el espiral
A esta altura del proceso electoral, y con los niveles de volatilidad cambiaria -todo condimentado por aparatosos allanamientos en las "cuevas" y las denuncias cruzadas entre los candidatos- se hace difícil pensar que el retoque de tasas sea una medida que alcance para traer calma.
Desde los bancos, se muestran resignados: "No es que esto vaya a revertir la tendencia, pero no se podía no subir la tasa, era irresponsable desde el punto de vista de la política monetaria, porque el BCRA no podía quedarse en una tasa mensual del 9%, tan atrás de una inflación que de ninguna manera puede decirse que tenga tendencia a disminuir", admite off the record un ejecutivo de un banco grande.
Pero, al mismo tiempo que el Central tomaba la medida que en los bancos se daba por descontada, los expertos de la city empezaron a analizar los efectos colaterales de la medida.
Por caso, Salvador Vitelli, economista de Romano Group, estimó que, con esta suba, se generará un 35% de la base monetaria sólo por concepto de pagos de interés de las Leliqs.
Esa cifra, según algunos cálculos preliminares, ya podría ser de $2,5 billones en el próximo mes. Y los pasivos remunerados del Central -la gran piedra en el zapato para los que apoyan el proyecto dolarizador- ya equivalen a más de 320% de la base monetaria, una cifra que supera incluso a la previa a la hiperinflación de 1989.
Es lo que lleva a que los más escépticos del gremio de los economistas afirmen que el Central se está equivocando, porque la economía ya ingresó en un terreno en el que la tasa de interés pierde efectividad y sólo alimenta la espiral nominal.
"Esto necesita mucho más de anclas políticas que de tasa. La tasa no mueve el amperímetro acá sin antes generar un mínimo horizonte, el cual durante las últimas semanas han destruido de forma sistemática", argumenta Gabriel Caamaño, analista de consultora Ledesma.
En la misma línea, Fernando Marengo, economista del Estudio Arriazu, sostiene que se necesitan señales desde el frente fiscal. Y que mientras haya pánico en el mercado, ninguna cobertura será atractiva para compensar la devaluación esperada.
"La tasa de interés en pesos que mantendría el poder de compra de esos pesos, en dólares, resultaría astronómica; y a eso hay que sumarle la asignación del riesgo argentino", sostiene el analista.
Los hechos parecen darle la razón a los más críticos. El mercado de futuros sigue registrando variaciones al alza, de manera que se espera que a fin de año el tipo de cambio oficial esté en torno de $970.
Y las señales políticas contribuyen al desestímulo para el ahorro en pesos. Una de las señales más elocuentes: Emilio Ocampo, el pre-designado presidente del Banco Central por el partido de Javier Milei, escribió en las redes ni bien se conoció el dato de la inflación: "Terminemos con este padecimiento. Hay que dolarizar".
Pronósticos de licuación
La suba de tasas, en este momento del debate económico, inevitablemente se suma al cóctel de ingredientes que muchos economistas ven como el estadío previo a una hiperinflación o a una crisis financiera que implique una licuación de activos en pesos.
Christian Buteler, uno de los operadores más influyentes del mercado financiero, destacó que el BCRA tuvo un error de cálculo cuando hace un mes dejó la tasa por considerar que la suba de la inflación sería transitoria. Ahora, según su punto de vista, se trata de una medida demasiado tardía.
Por su parte, Roberto Cachanosky es contundente al afirmar que en este contexto de incertidumbre la incidencia de la tasa tiende a ser nula: "El Central tiene cada vez menos poder de controlar la situación, esa es la realidad; con estos niveles de incertidumbre, la tasa de interés ya dejó de ser una referencia para la gente".
Y hace un pronóstico inquietante: cree que, en la medida en que la gente siga retirando sus plazos fijos, al Central se le presentará una disyuntiva de hierro: aceptarle a los bancos las Leliqs y emitir para darles pesos, lo que arriesgaría una hiperinflación, o bien buscar alguna variante del célebre plan Bonex de 1990.
"El error es pensar que la gente compara la tasa con la inflación, cuando en realidad la compara con el tipo de cambio, y entonces se necesita una tasa que le gane al dólar. Pero aun cuando el Central diera una tasa super alta, no hay un jugador de casino que devengue indefinidamente una utilidad; en algún momento recoge las fichas y se va. Y ahí es donde estalla todo. Es una situación parecida a cuando en 1989 entró en crisis el Plan Primavera", analiza Cachanosky.
Otro analista que hace la comparación con ese momento histórico es Carlos Maslatón, que consideró un error grave el haber subido la tasa de interés. En una charla del canal de internet Ahora Play, afirmó que una suba de tasas de interés empeora el problema de las Leliqs, y pone al próximo gobierno en la alternativa de un ajuste nominal similar al "Rodrigazo" de 1975 o una licuación de activos como el Plan Bonex de 1990.
Su argumento es que, por más que los ahorristas estén saliendo de los plazos fijos, esa masa de dinero que se pasa a posiciones líquidas sigue siendo menor que la inyección de pesos que hace el Central por los pagos de interés. En suma, suma, sostiene que se sigue incrementando la monetización, algo que obstaculiza el plan dolarizador del equipo de Milei.
Y hace un pronóstico inquietante: que las nuevas autoridades del Central podrían convertir a dólares los depósitos a plazo fijo, pero a un tipo de cambio diferenciado -menor- que el que se establezca para el dinero circulante. De esa forma se facilitaría la "licuación" de pasivos del BCRA.
En ese marco de nerviosismo y especulación, la única noticia positiva para los ahorristas fue la caída del blue por debajo de los $1.000. Aunque claro, ocurrió en el marco de los operativos policiales, lo cual hizo que el mercado paralelo virtualmente no funcionara. Y todavía quedan cuatro largas jornadas financieras antes del domingo de las elecciones.