En plena crisis, la recaudación del IVA sigue subiendo: un síntoma del "consumo defensivo" contra la inflación
En el fárrago de indicadores económicos y sociales negativos, llama la atención la persistencia de un dato que puede ser motivo de alegría para el Gobierno: el IVA que recauda la DGI sigue subiendo por encima de la inflación, lo cual denota que, pese a todo, hay un incremento en los niveles de consumo de la población.
El IVA de la recaudación se divide en dos categorías: el que se recauda en la Aduana, que se mantiene estable en términos reales -pero tiene altas probabilidades de empezar a caer, dadas las crecientes restricciones del Gobierno para los importadores-, y el de la DGI, que es el que refleja el movimiento comercial en el mercado interno.
Ese número ha venido creciendo en términos reales todos los meses del año. En julio tuvo una variación nominal de 155,9%, lo cual en términos reales significa un crecimiento de 18%. Es, por lejos, el rubro de mayor crecimiento, y tal vez el único dato festejable que dejó la recaudación impositiva de julio, la última antes de las elecciones primarias.
En esa medición, se reflejó con números lo que todo el mercado suponía: que en un año de crisis del campo la entrada de pesos a la caja de la AFIP sigue cayendo en términos reales. Así, la recaudación impositiva total cayó un 4,8% -asumiendo que la inflación del mes cerrará en torno del 7%- y todos los rubros reflejan el mal momento de la economía, dejando en el aire la sospecha de que resultará muy difícil que Sergio Massa pueda cumplir su compromiso fiscal con el Fondo Monetario Internacional, que pidió reducir el déficit al 1,9% del PBI.
El salvavidas del IVA
Sin embargo, resistiendo pese a todos los inconvenientes, el IVA sigue subiendo, no sólo en pesos sino también en su "share" de la torta impositiva total. Actualmente este rubro representa el 21,6% de todos los impuestos. En comparación, en julio de 2021, justo en la previa de las PASO para las elecciones legislativas, el peso relativo del IVA era del 18%.
Claro que en esos números está reflejada la caída de las retenciones a la exportación agropecuaria. Pero también es cierto que es un reflejo de que los argentinos están gastando sus pesos a buen ritmo. Y es un dato que coincide con lo que muestran otras mediciones estadísticas, como las compras en supermercados y shopping centers que mide el Indec.
Si bien esas mediciones vienen con retraso y recién lleva contabilizado el consumo de mayo, la tendencia a largo plazo resulta clara para confirmar lo que ya se está insinuando en la recaudación del IVA. En la venta supermercadista, todos los meses del año registraron subas interanuales, si bien es cierto que las cifras vienen disminuyendo. Mientras tanto, en los shopping centers se registran números más robustos, con crecimientos por encima de 10% respecto de hace un año.
Otros indicadores confirman ese nivel de consumo relativamente elevado. En el rubro de venta de autos, por ejemplo, las concesionarias siguen teniendo listas de espera porque la demanda supera la capacidad de reposición de nuevos modelos. En lo que va del año, se patentaron 279.450 unidades, esto es un 12,3% más que en el mismo período de 2022, según la estadística de la gremial Acara. La proyección para el año es que se vendan 430.000 vehículos "cero kilómetro", lo que implicaría una suba interanual de al menos 6%.
Otros índices permiten predecir que la tendencia consumista continuará. Como el que mide la Universidad Di Tella para testear la confianza del consumidor. En el rubro específico sobre si la población considera que es un buen momento para la compra de bienes durables -electrodomésticos, mobiliario, etc-, la última medición correspondiente a julio marcó una mejora de 4% respecto al mes anterior, y de 23% respecto de la percepción existente el año pasado.
Son datos que, a primera vista, no se condicen con los pronósticos recesivos de la economía para este año -el FMI prevé una caída de la actividad del 0,2% del PBI mientras que los economistas que responden la encuesta REM son mucho más pesimistas y hablan de un retroceso de 3%-.
Consumo alto con sueldos bajos
Las interpretaciones sobre si este es un fenómeno positivo o negativo pueden variar sustancialmente según quién las haga: para algunos, este hecho es el reflejo de que el empleo se recupera y que quienes están bajo el régimen de paritarias pueden defender su poder adquisitivo frente a la inflación. Y, para otros, lo que está ocurriendo no es más que el fenómeno de la "fuga al consumo", en la cual se gasta no tanto por deseo ni necesidad, sino como hábito defensivo contra la erosión inflacionaria.
La recaudación impositiva en el área de la seguridad social también tiene información para aportar al respecto. En julio, este rubro que va a la caja de la Anses tuvo un incremento nominal de 127,2%, lo cual implica un crecimiento en términos reales de 5,7%. Junto con el IVA, son los rubros que le ganan a la inflación, y el Gobierno atribuye este hecho a una mejor continua en la generación de empleo.
"El total de puestos de trabajo aumentó interanualmente 3,6%, mientras que la remuneración bruta promedio alcanzó un incremento interanual de 119,1%", apuntó la información oficial.
Es cierto que, a primera vista, indicadores laborales son aceptables: con un 6,3% de la población económicamente activa, la desocupación está en uno de sus niveles más bajos en décadas. Sin embargo, esa cifra tiene su "letra chica": la creación de empleo del sector privado en relación de dependencia es baja, mientras la mayor parte de la mejora laboral se dio en el cuentapropismo de los monotributistas o en el sector informal. De hecho, ya son 3,5 millones los trabajadores "no asalariados".
Y las cifras de pobreza muestran que cada vez son más los trabajadores que, aun percibiendo ingreso regular, no pueden comprar la canasta básica, hoy valuada en $232.427 para un hogar de dos adultos y dos menores.
¿Quién tiene razón, entonces? Todos tienen parte de razón. Es cierto que, como dijo Gabriela Cerrutti, los fines de semana se ven restaurantes con filas de gente esperando para entrar, los teatros y recitales están llenos y "no se percibe la imagen de un país en crisis". Y, en una frase con destino de polémica, ironizó: "La gente no llega a fin de mes, pero se patina la guita en restaurantes y recitales".
Como para confirmar esa visión, la venta de entradas de cine en el primer semestre orilló los 22 millones y se agotaron las entradas para ver a Taylor Swift en el estadio de River, cuando todavía está fresco el recuerdo del récord de 10 shows de Coldplay. .
Y ya se superan las cifras de turismo interno de la época pre-pandemia. En el feriado extra largo de julio hubo un movimiento de 2,2 millones de personas, que gastaron por un volumen de $106.197 millones, según estimó CAME. El informe destaca que, en los seis fines de semana largos que hubo en lo que va del año, viajaron 11 millones de personas y gastaron $409 mil millones.
"No es un fenómeno de ricos"
Es ahí donde se plantea el gran debate: ¿es esto un síntoma de bonanza? Los economistas creen que es el reflejo de la ruptura ocurrida en el mercado de trabajo, en el que hay asalariados formales -protegidos por convenios y que pueden emparejar la inflación- y los informales, cuyo poder adquisitivo está hoy un 50% real debajo del de 2017.
Los números de las paritarias van en ese sentido: los mayores gremios, ya con aumentos escalonados mensualmente, están negociando paritarias trimestrales que -en términos anualizados- se ubican en 125%, en línea con la inflación esperada.
En un contexto de alta inflación, nunca falta en los análisis el componente de la "fuga al consumo", como se denomina a la actitud defensiva por la cual los asalariados se apuran a convertir sus pesos en mercadería, como forma de prevenir la erosión de sus ingresos.
"Decir que todo este movimiento es un fenómeno de ‘los ricos’ o de la ‘la clase alta’ es no solo subestimar lo que está sucediendo, sino, sobre todo, falso", planteó Guillermo Oliveto, experto en consumo, que viene analizando el fenómeno en una serie de focus groups.
"En una sociedad donde se cristaliza una configuración dual, aquellos que tienen algún resto que excede lo mínimamente esencial se suben como pueden a esta ‘válvula de escape’, aunque sea utilizando los ahorros. Como consumidores, los ciudadanos se están ‘quemando el capital’ para evitar ‘quemarse ellos’", agrega el titular de la consultora W.
Los números parecen darle la razón a esa interpretación. Un informe de la consultora Ecolatina señala que el 95% de los pesos que entran a un hogar promedio son destinados al gasto. Dicho en otras palabras, el ahorro bajo apenas a un 5%. Hace cinco años, en cambio, esos porcentajes eran de 70% para el consumo y 30% para el gasto.
En todo caso, para el Gobierno no hay dudas sobre cómo interpretar este momento: sea porque tienen mayores ingresos o porque están en "modo defensivo", el hecho de que los argentinos estén consumiendo en niveles relativamente altos es lo mejor que puede pasar. Por un lado, disimula los datos recesivos -como la caída de 5,5% en el EMAE de mayo- y mantiene una sensación de actividad económica justo en el cierre de la campaña electoral.
Pero, además, este consumo hace que, gracias al IVA, el momento de crisis económica no se refleje de manera tan grave como podría en la caja de la AFIP.