Sin dólares, el déficit comercial ya es la norma y amenaza con un efecto recesivo sobre la industria
El dato de la balanza comercial de abril sintetiza el efecto de "frazada corta" que sufre la economía por escasez de dólares: cayó el volumen tanto en las exportaciones como en las importaciones, a pesar de que se puso en marcha el incentivo del "dólar agro", y que la mayor parte de esas divisas no se acumularon en el Banco Central sino que fueron vendidas a los importadores.
El saldo volvió a dar negativo, por u$s126 millones. Un número leve en comparación con los u$s1.059 del mes anterior, pero que confirma que, a esta altura, el déficit ya es la tónica del año. Solamente se registró superávit en febrero, y el saldo del cuatrimestre es negativo en u$s1.469, el peor inicio de año desde 2018.
Es decir, otro dato que da argumentos a quienes denuncian que el tipo de cambio está atrasado y que se acumulan las presiones devaluatorias. Aun así, los economistas que participan de la encuesta REM siguen proyectando que el año termine con un leve superávit, del orden de u$s1.400 millones, producto de una caída de exportaciones por 18,6% y de importaciones por 13,5%.
En cualquier caso, se trata de cifras que hacen que el magro resultado del año pasado -un superávit de u$s6.923 millones- sea añorado como un gran logro. Y, definitivamente, son proyecciones que dejan sepultadas las cifras con las que había fantaseado Sergio Massa en la ley de presupuesto, donde había previsto un holgado superávit de u$s12.000 millones, gracias a exportaciones por unos u$s90.000 millones.
En noviembre pasado, cuando esas cifras fueron ratificadas el presupuesto, ya había un amplio consenso entre los expertos del negocio agrícola respecto de que la sequía implicaría un recorte de ingresos de divisas no menor a u$s10.000 millones.
Menos dólares por desplome exportador
Los números de abril muestran, del lado exportador, una caída generalizada, incluyendo un impactante 55% en el rubro de materias primas.
Si bien por la crisis del campo se esperaba que los números fueran magros, no deja de sorprender semejante desplome justo cuando se puso en marcha el nuevo incentivo para los productores sojeros. De hecho, la caída interanual de abril resultó más grave aun que la que se había registrado en marzo, lo cual denota el escaso atractivo que supuso para el campo esta tercera versión del "dólar soja".
En total, lo ingresado por exportaciones fue un 29,3% inferior al mismo mes del año pasado. Y lo que agravó la situación fue el hecho de que, a la disminución en cantidades vendidas, se le agregó una caída en los precios. Si se hubiese mantenido las cotizaciones de un año atrás, el desplome hubiese sido grande también, pero acotado a 22%.
Lo cierto es que las malas noticias en este rubro parecen no tener fin: la Bolsa de Comercio Rosario acaba de modificar otra vez a la baja su previsión para la cosecha de soja, con un recorte adicional de 1,5 millón de toneladas. En base a esta previsión, hay economistas que ya hablan de una caída de ingresos por agroexportación que llegaría a los u$s18.000 millones.
Alivio en la compra de energía
En el caso de las importaciones, se mezclan noticias buenas y malas. La positiva es que el rubro que registró la mayor caída es el de combustibles, con una merma de 39,8%. Todo un alivio respecto de la situación del año pasado, cuando la importación de gas se transformó en la pesadilla del Banco Central, que durante los meses de invierno llegó a sacrificar hasta u$s2.400 por mes.
En este momento, ya sin los precios récord que había provocado la invasión a Ucrania, y con la puesta en marcha del plan para disminuir la dependencia del gas importado, la balanza muestra que los combustibles tienen una incidencia de apenas 8,7% sobre el total de las importaciones, menos un tercio de lo que se observaba durante 2022.
La disminución de las compras en abril obedece también a una estrategia de incrementar la importación "en contraestación" durante los meses de verano, de manera de beneficiarse con los menores precios en un momento de baja demanda.
Fue por eso que durante el verano se importaron u$s1.846 millones. En teoría, esto debería restar presión a la importación de energía durante la época invernal, cuando probablemente se produzca una suba en los precios del mercado internacional.
Si, además, se considera el avance en el gasoducto Kirchner, que podría trasladar el combustible desde el yacimiento de Vaca Muerta a los grandes centros urbanos, entonces se podría cumplir con el objetivo trazado por Massa, que espera que la cuenta de importación de energía se reduzca en al menos u$s2.500 millones. Eso no eliminaría el déficit comercial en el rubro de combustibles, pero sería un avance significativo en comparación con los u$s4.470 millones que costó el año pasado.
La amenaza de la recesión
Pero cuando se deja de lado el rubro de la energía y se considera el resto de las importaciones, se terminan las buenas noticias, dado que la caída fue generalizada y no solamente afectó a los bienes de consumo sino también a la compra de bienes de capital -que se desplomaron un 22%- y a los bienes intermedios.
Es un dato que confirma que, a pesar de que el Gobierno está priorizando el mantenimiento de la actividad económica por encima de la acumulación de las reservas del Banco Central, igual los dólares no alcanzan.Y si esto ocurre en plena liquidación de dólares de la cosecha agrícola, entonces las perspectivas para los meses próximos son sombrías.
Hasta ahora, los indicadores de actividad han sido positivos, lo cual se refleja por ejemplo en que el último índice de producción industrial marcó un crecimiento interanual de 3,1%, o que el nivel de ocupación de la capacidad instalada en las fábricas mejoró a 67,5%. Pero los economistas temen que, si el cierre importador continúa, será inevitable una recesión. La consultora LCG proyecta que la caída puede llegar a 3,7% del PBI.
"Teniendo en cuenta la menor disponibilidad de divisas asociadas a la caída de las exportaciones, sostendrán e incluso podrán profundizar los controles sobre las importaciones. Sin margen de maniobra, este recorte continuará teniendo consecuencias negativas sobre los precios domésticos y el nivel de actividad", advierte la consultora.
El motivo del escepticismo generalizado es claro: entre los economistas argentinos hay consenso sobre la "regla del 3 a 1" entre importaciones y PBI. Esto implica que se necesita que suban tres puntos porcentuales en la importación para que la economía crezca un punto, dada la dependencia de la industria nacional respecto de los insumos y maquinaria importada.
Y, lejos de tener una variación positiva, las importaciones caerán u$s11.000 millones respecto del año pasado, según lo que proyecta la encuesta REM.
Un paliativo financiero del BCRA
Hay, además, un agravante en ese panorama de asfixia financiera: entre las importaciones realizadas y las efectivamente pagadas hay un "gap" que crece mes a mes y ya llega a u$s12.000 millones.
Esa diferencia se financia con un crédito comercial de muy corto plazo, dado que no se puede recurrir a fuentes como organismos internacionales o a la propia asistencia del Banco Central, cuyas reservas netas están en terreno negativo por unos u$s800 millones.
Sugestivamente, el mismo día en que se conoció el nuevo déficit comercial, un comunicado del Banco Central intentó llevar calma al sector importador, con un anuncio de mejores condiciones de acceso al crédito.
Así, se aplica a las importaciones el mismo sistema de prefinanciación de exportaciones, algo que "permitirá mitigar los efectos producidos por la sequía", dice el comunicado, que promete "un puente para financiar unos u$s3.000 millones de las importaciones".
"El sistema que entra en vigencia permite a las empresas que actúan tanto como importadoras y exportadoras financiar la compra de insumos con sus propios proveedores o con líneas de crédito internacional, de bancos extranjeros o locales", agrega el comunicado.
El objetivo es que se pueda mitigar el impacto financiero de corto plazo y "distribuir en el tiempo la menor disponibilidad de divisas por efecto de la sequía que afectó a la producción agropecuaria".
La apuesta del Gobierno es que, al disminuir el costo financiero de la operatoria comercial, no se detenga la importación de insumos industriales. Por lo visto hasta ahora, las perspectivas no son esperanzadoras.