El mercado, escéptico ante el anuncio de Massa de combatir la suba de alimentos con una apertura importadora
Ya es una marca registrada del estilo de gestión de Sergio Massa: ante cada crisis, su prioridad es mostrar hiperactividad y una reacción rápida. En su credo político, lo peor que puede hacer un funcionario en su incómoda situación es mostrar pasividad: lo demostró en anteriores escapadas inflacionarias, en momentos de escasez aguda de reservas, en la escapada del dólar blue de abril y ahora, tras el shock causado por la inflación de 8,4%.
El anuncio de medidas en el fin de semana, inmediatamente luego de la publicación del dato, tiene al menos un efecto notado por el mercado: corre el eje noticioso, que ya no pasa por el análisis de los factores que hicieron saltar los precios, sino que se centra en la nueva agenda de emergencia del Gobierno.
Pero claro, es una estrategia no exenta de riesgos, porque ante la sensación de urgencia y la necesidad de mostrar iniciativa política, algunas medidas pueden traer un efecto inverso al buscado. Es decir, causar más preocupación que tranquilidad.
En algunos casos, las medidas se daban por obvias. Es la situación de las tasas de interés: a nadie le parecía realista que se mantuviera en 7,5% la remuneración mensual de plazos fijos cuando la inflación pasó a toda velocidad la marca del 8%, y todo indica que en mayo se podría aproximar a los dos dígitos.
En otros puntos, las "medidas" no son más que el racconto, por enésima vez, de gestiones que el ministro viene realizando en el plano diplomático y que, por ahora, dejan más dudas que certezas, como la ampliación del swap con el banco central chino -para poder importar sin usar dólares- o la consecución de una ayuda financiera de parte del banco de inversión del grupo BRICS, ya sea para poder importar desde Brasil también sin usar dólares, o también para financiar proyectos.
El peronismo busca una "solución liberal"
Hasta ahí, lo anunciado por Massa el fin de semana no deja grandes sorpresas.
Pero hay otros tipos de medidas que dejan en evidencia una contradicción en el discurso y en la propia política del Gobierno, como los anuncios que se hicieron sobre la importación de alimentos libres de aranceles, supuestamente como la medida que ayude a morigerar la inflación en el rubro más sensible de la canasta del Indec.
La primera contradicción es que se trata de una medida de neto corte "liberal", algo que parece reñido con la tradicional postura proteccionista de la industria nacional que ha defendido el Frente de Todos. De hecho, hace recordar a las críticas que el peronismo hacía durante la gestión macrista, cuando los principales dirigentes se quejaban de cómo las góndolas de los supermercados argentinos aparecían repletas de alimentos que llegaban desde orígenes tan distantes como Grecia.
Es, además, una admisión tácita sobre el bajo nivel de utilidad de los acuerdos de control de precios, siempre anunciados con grandilocuencia y siempre con insalvables problemas prácticos de aplicación. La última demostración al respecto fue "Precios Justos", que no logró sostener los ritmos de aumento a la tasa de 4% mensual ni siquiera con las medidas ejemplarizantes de las multas.
El sistema rápidamente evidenció el clásico problema de los faltantes de productos. Pero, sobre todo, dejó en claro una realidad incómoda para el Gobierno: los "jugadores concentrados" del área de distribución, es decir las cadenas de supermercados, ya no tienen el peso que supieron tener otros años en el mercado, de manera que quienes el plan Precios Justos está haciendo agua no tanto por esos grandes grupos sino por los pequeños almacenes de barrio.
¿De dónde saldrán los dólares?
Pero, más allá de lo ideológico, hay otra contradicción que salta a los ojos: esa "solución" de importar alimentos baratos para que fuercen a los productos argentinos a moderar sus precios implica un incremento de la importación, justo al mismo tiempo que Massa está redefiniendo toda su política de importaciones para no gastar los dólares escasos en rubros no prioritarios.
Desde el punto de vista del Gobierno, lo que justifica la existencia del "cepo" es que, en una economía con escasez crónica de divisas, como la argentina, una obligación del Gobierno es dirigir el flujo de los dólares hacia los sectores estratégicos -básicamente, los insumos industriales que no se producen en el país- y no para la compra de bienes suntuarios ni para financiar las vacaciones de argentinos en el exterior.
Bajo esa premisa, resulta difícil de explicar cómo un Gobierno que, en cada foro internacional, repite el mantra de que Argentina está en condiciones de alimentar a 400 millones de personas, se vea ahora en la necesidad de abrir la importación de productos alimenticios como forma de garantizar que su población pueda acceder a una canasta alimentaria básica.
En realidad, nadie ha hecho el diagnóstico de que el problema alimentario en Argentina consista en una producción con volumen insuficiente -como les ocurre a los países que tienen dependencia crónica de la importación de comida- sino más bien en los altos costos de la producción y la cadena logística.
La culpa de la intermediación
Al respecto, es ilustrativa una investigación que lleva a cabo regularmente la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), que calcula cuánto se encarece un producto "del campo a la góndola". En abril, el productor recibió $1 por cada $3,9 que pagó el consumidor, lo cual evidencia que el centro del problema del costo no está en la elaboración de la materia prima.
"En promedio, la participación del productor explicó el 23% de los precios de venta final. La mayor participación la tuvieron los productores de huevo (52,9%), mientras que la menor fue para los de limón (5,9%)", plantea el informe.
Los cinco productos que presentan mayor diferencia entre el precio de origen y destino son el limón (16,9 veces), la cebolla (15), la naranja (10,1), la mandarina (6,9) y la zanahoria (6,7).
¿Abrir las importaciones con arancel cero alcanzará para transformar al Mercado Central en un jugador que cumpla el rol de disciplinador del mercado? Las primeras reacciones han sido de escepticismo, e hicieron recordar al amago de creación de una empresa nacional de alimentos, una idea esbozada en febrero de 2022, cuando Roberto Feletti luchaba y perdía mes a mes por mantener a raya los precios de los productos frescos.
Las importaciones que ya están vigentes
Hay quienes señalaron también otras contradicciones. Una de ellas es que, en rigor, el arancel cero ya rige para las importaciones de países vecinos en el marco del Mercosur, de manera que el anuncio no supone un cambio drástico respecto de la normativa vigente.
La otra, como destacan analistas del negocio agropecuario, es que en realidad la importación de alimentos ha venido creciendo aceleradamente en los últimos tres años, de manera que resulta difícil achacar a un cierre del mercado la suba de precios de los últimos meses.
De hecho, en la última estadística de comercio exterior del Indec, se nota un incremento de importación de soja, para compensar la pérdida en el marco de la sequía. Y el rubro de mayor crecimiento porcentual interanual -con un 160% de variación y un gasto mensual de u$s932 millones- es el de importación de productos del reino vegetal, que incluye hortalizas, frutos, cereales, productos de molinería, semillas y forraje para animales.
Pero, sobre todo, si hay algo que los economistas ponen de relieve es la cuestión cambiaria: con un dólar oficial de $230 para pagar las importaciones, los aranceles casi que dejan de ser un factor relevante: ya el propio esquema de tipos de cambios diferenciados es en sí mismo un estímulo a la compra de productos externos, con un subsidio estatal de hecho.
Pronósticos inquietantes y relato devaluado
En contraste con esos números, los economistas siguen haciendo sus inquietantes relevamientos y predicciones para la inflación de las próximas semanas. La consultora LCG midió, para las últimas cuatro semanas, una suba acumulada de 8,8% en los precios del rubro alimenticio, con una notable aceleración en la segunda semana de mayo.
Las carnes, con un impactante 11,3% lideran el ranking y hace aparecer muy lejanos los días de fin de año, cuando venía corriendo a un parsimonioso ritmo de 1% mensual, por la sobreabundancia de animales enviados a la faena.
Para colmo, en este mes se agrega otro factor que incidirá en toda la cadena de producción y logística de alimentos: suben las tarifas de servicios públicos, los precios de los combustibles y los peajes. Todos precios con capacidad de "contagio" inmediato.
Ese es el contexto en el que Massa y su equipo tratarán de convencer al mercado de que disponen de herramientas como para contrapesar los aumentos de alimentos gracias a la importación, justo en un momento en que la falta de divisas torna complicado aprovechar el tipo de cambio atrasado y las facilidades arancelarias que ya estaban vigentes.
De esta manera, Massa no solamente pone en riesgo la posibilidad de que la medida resulte un fiasco cuando se conozca el dato del IPC de mayo, sino que también se arriesga a que el castigado "relato" político del Gobierno sufra un nuevo golpe en su credibilidad.