Tensión por el ajuste: Massa hace "buena letra" ante el FMI y contradice a Cristina Kirchner
Sergio Massa está haciendo los deberes con el Fondo Monetario Internacional. Lo saben los miles de usuarios del servicio eléctrico que se preparan para recibir facturas con aumentos que pueden superar el 90%; lo saben los importadores que ven cómo el tipo de cambio oficial corre a una velocidad de 8,4% mensual; los saben los gobernadores provinciales que llevan meses viendo cómo las transferencias del gobierno central evolucionan por debajo de la inflación.
Y la lista pueden seguir largamente, incluyendo, sin ir más cerca, a las organizaciones sociales que volvieron a copar la avenida 9 de Julio para protestar y quemar neumáticos, mientras desplegaban una pancarta con el elocuente mensaje: "Basta de ajuste. Fuera el FMI". Desde su punto de vista, el Gobierno está cumpliendo con una exigencia del Fondo al recortar la nómina de beneficiarios del plan Potenciar Trabajo, una situación que califican no como una depuración de la lista sino un ajuste del gasto público.
Y tienen un argumento de peso para sostener su acusación: en el documento que el FMI aprobó a fin de año, se recomendaba un recorte del gasto social, de manera que las partidas pasaran de representar un 2,9% del PBI, después de haber alcanzado en 2022 un 3,8% del PBI.
Ese mismo día, los principales candidatos presidenciales desfilaban por la American Chamber of Commerce, la institución que nuclea a las empresas estadounidenses con inversiones en la Argentina, para dar su diagnóstico del momento económico del país y esbozar propuestas para salir de la crisis. Sin embargo, la palabra más esperada fue la del único orador que formalmente no se presentaba como candidato -aunque todos lo consideraban como tal-, el ministro de Economía, Sergio Massa.
En realidad, no era necesario que abundara sobre su voluntad de ponerse de acuerdo con el FMI. El día anterior, tanto desde el Gobierno como desde el organismo de crédito se había hecho trascender comunicados en los cuales se informaba que las negociaciones seguían en curso y que había "avances constructivos" para un acuerdo.
Traducido del lenguaje diplomático, esto significaba que, más allá de la dureza retórica que pueda desplegar el Frente de Todos ante la definición de las candidaturas, el Gobierno está dispuesto a cumplir con los pedidos del FMI con tal de lograr la anhelada asistencia financiera antes de que termine el primer semestre.
Y tras aclarar que "está todo sobre la mesa en la discusión con el Fondo", Massa puso énfasis en los temas que lo dejan mejor parado desde el punto de vista político -como el haber impuesto su punto de vista sobre la intervención del Banco Central en el mercado cambiario- pero omitió cuidadosamente los temas que le pueden generar más resistencia interna, como el apego a la meta fiscal y la aceleración de la tasa devaluatoria, entre otros asuntos tabú.
Massa exhibe la tijera
Lo cierto es que las señales del ministro han sido fuertes: en un momento en el que la recaudación impositiva se desploma en términos reales hasta un 8% interanual, y cuando la mayoría de los economistas estima que el déficit fiscal será, como mínimo de 3% del PBI, Massa envía gestos en el sentido de que quiere respetar su compromiso de recortar el rojo fiscal a sólo un 1,9%.
Y, con menos ingresos por impuestos, la necesidad de recortar gastos se hace imperiosa, dado que es la única forma de mejorar la performance fiscal del año pasado -un déficit del 2,5% del PBI-. Eso es lo que se está observando en el arranque del año. Un reporte de la consultora Analytica muestra que a finales de abril el gasto primario registró una caída real de 14,2% en términos interanuales.
Todos los rubros cayeron, salvo el orientado a transporte y obras viales, que crecieron un 30,7%, y el de las remuneraciones a empleados estatales, que están en plena revisión de sus convenios salariales.
Es notable, en cambio, la caída en el gasto del rubro "subsidios económicos", que disminuye a un ritmo anual de 19,5%, mientras que las transferencias a las provincias tienen un recorte real de 9,9% y la erogación en programas sociales disminuyeron un 7,9%.
Tratándose de un año electoral, pleno de reclamos sectoriales, que van desde las organizaciones piqueteras hasta los propios gobernadores provinciales aliados del Gobierno, no es un detalle menor.
Claro que son gestos que vienen a compensar el incumplimiento de la meta fiscal del primer trimestre, para la cual el FMI había pedido no pasarse de un rojo de $441.000 millones y la realidad marcó que el gasto llegó a $690.000 millones, lo que en términos de PBI equivaldría a una proyección anual de 2,3%.
Escepticismo en el mercado
Es por eso que Massa juega simultáneamente tres pulseadas: la primera es con el mercado interno, donde reina el escepticismo sobre su capacidad de equilibrar las cuentas; la segunda es con el FMI, a quien envía señales de que comparte su apego por el principio de la austeridad fiscal; y la tercera pulseada es con su propio público interno de la coalición Frente de Todos, a quien debe convencer que estas medidas no son incompatibles con el crecimiento de la economía.
Una situación difícil, que exige del ministro toda su habilidad retórica y "cintura" política. Algo de eso se vio en su presentación ante la AmCham, donde destacó que, a pesar de los pronósticos sobre recesión -que los propios anfitriones habían repetidos pocas horas antes- se siguen constatando aumentos en el ritmo de actividad de la industria y de la construcción.
Pero las dificultades persuasivas de Massa están siendo puestas a prueba en un verdadero "test ácido". Lo cierto es que los economistas siguen creyendo que el recorte del gasto mostrado hasta el momento es insuficiente.
"Si la actividad económica se recuperó plenamente de la pandemia no se justifica que el gasto no haya retornado a los niveles de 2019. Sin embargo, es casi 2% del PIB mayor, incluso a pesar de la licuación que sufrieron los jubilados que permitió reducir el gasto previsional en alrededor de 1% del PIB", señaló Daniel Artana, economista jefe de la fundación FIEL. Y agrega que todavía se están sufriendo las consecuencias del "Plan Platita" de 2021.
En la misma línea, el consultor agropecuario Salvador di Stefano calcula que, cuando se considera el déficit en su dimensión global -es decir, incluyendo el cuasi fiscal que está bajo la órbita del Banco Central- entonces la cifra que se registró en marzo llegó a un impactante 9,5% del PBI.
Es lo que lleva a las advertencias sobre que la "buena letra" de Massa no evita la emisión indirecta a través de la intervención del Banco Central. "Un mayor ajuste fiscal tampoco garantiza que el mercado se tranquilice, pero al menos evitará que la emisión de dinero exógeno sea tan fuerte en el año. Es esperable que en los próximos meses veamos al BCRA emitiendo dinero fuertemente para financiar a la tesorería", apuntó en su último reporte la consultora LCG.
Pero una de las críticas más preocupantes es la que apunta la Fundación Mediterránea, a través de su economista jefe, Jorge Vasconcelos, que nota cómo el déficit fiscal lleva a un rojo de la cuenta corriente, uno de los indicadores que siempre han sido preámbulo de una devaluación.
"Al persistir en el déficit fiscal, con predominio del gasto y falta de ahorro, se empuja a un déficit cada vez más pronunciado en la cuenta corriente del balance de pagos siendo que, ante el nulo ingreso de capitales, la única forma de aumentar reservas es lograr superávit en esa variable. De hecho, la cuenta corriente del Balance de Pagos pasó de un superávit de 1,4 % del PIB en 2021 a un déficit de 0,6 puntos en 2022 y apunta a un rojo cercano a los 2 puntos del PIB en 2023", señala el informe de la Mediterránea.
Massa, a contramano del discurso de CFK
Sabedor de ese clima de desconfianza, Massa incrementó en los últimos días las señales "friendly" hacia el FMI. Para empezar, desde la última crisis cambiaria pisó decididamente el acelerador de la tasa devaluatoria.
Es así que el "crawling peg" del Banco Central, que venía corriendo de atrás a la inflación, con un promedio de 6% mensual, aceleró en las últimas semanas hasta llegar a un nivel que, si se lo proyecta mensualmente, da un 8,4%.
Al mismo tiempo, Massa -por intermedio de su secretaria de Energía, Flavia Royón- confirmó lo que ya había dicho durante el último gran apagón de febrero: que a pesar de las protestas de los usuarios, no se daría marcha atrás con el compromiso asumido con el FMI, consistente en topear en 1,6% del PBI los subsidios al sector energético. En otras palabras, que se seguiría adelante con el programa de segmentación y suba tarifarias.
Las subas tarifarias se están aplicando en estos días, al mismo tiempo que se acelera la devaluación y se recorta el gasto público en rubros sensibles como la asistencia social.
En otras palabras, las señales que Massa le está enviando al FMI van en el sentido absolutamente opuesto al reclamado por Cristina Kirchner, quien en su último discurso acusó al programa "stand by" de ser inflacionario.
Su diagnóstico fue claro, no hay una relación causal entre déficit fiscal e inflación, por lo cual en un momento de contracción económica es un error hacer recortes del gasto. Por otra parte, la aceleración del crawling peg implica un desconocimiento sobre la naturaleza de la "economía bimonetaria" argentina, porque la suba del dólar oficial se transforma, en sí mismo, en un factor inflacionario, dado que los comerciantes toman al tipo de cambio como referencia para reponer sus stocks.
Y también se había rehusado, durante toda la gestión del renunciado Martín Guzmán, a una corrección drástica de las tarifas de servicios públicos.
Es por eso que uno de los datos más llamativos del momento sea el mantenimiento de la alianza política entre Massa y Cristina, justo cuando el ministro está concretando las medidas más criticadas por la líder kirchnerista.
Acaso la clave oculta de ese entendimiento sea que es la única forma de evitar que el FMI exija una devaluación brusca como contrapartida para entregar sus dólares. Como apunta el reporte de la Mediterránea, "podría existir alguna sospecha en Washington respecto al verdadero compromiso del gobierno en no usar esos fondos para otros fines". Es decir, que en vez de ir a engrosar las reservas, sean usados para defender el tipo de cambio o para financiar otros gastos.
"En cualquier escenario, para intentar avanzar en esta dirección será necesario comenzar a revertir los desvíos en los que está incurriendo el programa acordado con el Fondo, tanto en el plano fiscal como monetario y externo", agrega el reporte.
Y en eso está Massa, aunque a primera vista suene contradictorio con el discurso que Cristina hace para la tribuna militante.