La alianza Massa-Cristina se pone a prueba: nueva pulseada para definir cuánto subirá el dólar oficial
El espaldarazo político que le dio Cristina Kirchner a Sergio Massa, al elogiarlo ante la militancia en su último discurso en La Plata se enfrenta a un test ácido: el ministro está tomando un giro en la política económica, en un sentido exactamente opuesto al defendido por la vice.
Se trata de la política cambiaria, que en parte por la corrida de fin de abril y en parte por exigencia del Fondo Monetario Internacional está experimentando un brusco giro: después de haber frenado la tasa devaluatoria del tipo de cambio oficial -el "crawling peg", en la jerga financiera-, ahora Massa vuelve a pisar el acelerador.
No es algo que quede evidente si se observa la devaluación de todo el mes de abril, porque el mes terminó con una suba de 6,54% en la cotización, que resultará menor al IPC del mes -que probablemente se ubicará más cerca del 8% que del 7%-. Sin embargo, los analistas del mercado notaron una aceleración de la tasa en las últimas dos semanas, de manera que, si se hace la proyección de lo ocurrido en las últimas jornadas, se estaría en un ritmo devaluatorio de 8,2% mensual.
Si esa tendencia se confirma en mayo -y las primeras señales políticas apuntan en ese sentido-, entonces es probable que este mes se quiebre la tendencia del primer cuatrimestre del año, en el cual siempre los precios evolucionaron por encima del dólar.
Los números son elocuentes: mientras la devaluación en el cuatrimestre fue de 25,5%, la inflación se ubicará en torno a 130%. De manera que si la tendencia se quiebra en mayo, se estaría dando otro movimiento de zig-zag: antes de la llegada de Massa la ministerio, la norma era que el dólar hiciera de "ancla", siempre debajo de los precios; luego se varió esa tendencia en el último cuatrimestre de 2022 con el argumento de que había que acelerar al dólar para recuperar competitividad; pero cuando la inflación volvió a subir a partir de enero, otra vez el IPC le ganó al dólar.
Ahora, todo indica que la aceleración del crawling peg llegó para quedarse, por dos motivos poderosos: el primero es la necesidad de achicar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo; el segundo es facilitar la negociación con el FMI en un momento en el que el Gobierno está pidiendo asistencia financiera.
El zig-zag de Massa con el dólar
La ralentización del dólar en los meses del verano no había resultado una sorpresa: con la inflación en alza, siempre regresa la tentación de usar al dólar como ancla. Pero, además, había un motivo político: en todos los manuales de campaña electoral figura el principio de que ningún gobierno puede obtener un buen resultado en las urnas si no hay calma en el tipo de cambio.
Mientras el blue estuviera relativamente estable, esa parecía ser la tendencia que se impondría, pero la corrida cambiaria modificó el panorama. Hasta mediados de abril, la brecha entre el dólar mayorista y el informal era de 86%, un nivel considerado relativamente "normal" en una economía con cepo y alta inflación. Pero la aceleración hizo que en apenas siete ruedas del mercado se llegara a una brecha de 124%.
Esto no sólo generaba el consabido pánico entre los ahorristas, sino que además hundía en el fracaso al nuevo "dólar agro", ya que los productores sojeros definen sus ventas de acuerdo con la cantidad de dólares que puedan comprar en el mercado MEP después de haberle liquidado la exportación al Banco Central.
Cuanto mayor es esa brecha, menos dólares le quedan en el bolsillo al productor: cuando arrancó el nuevo programa de incentivo exportador, al productor argentino le quedaban u$s281 por cada tonelada de soja exportada, lo que equivalía a la mitad del precio del mercado internacional; pero cuando se produjo la corrida del dólar paralelo, ese ingreso se había reducido a u$s247, lo cual prácticamente eliminaba el estímulo para vender.
Ahora, con la combinación de un dólar blue en baja y de un dólar oficial que acelera, la brecha cambiaria disminuyó hasta un nivel de 110%. Es decir, a medio camino entre el nivel previo a la corrida y el que se registró el 25 de abril, en su momento de mayor intensidad. Esto implica que Massa tiene un incentivo poderoso para pedirle al Banco Central que siga pisando el acelerador del crawling peg: necesita que los productores agropecuarios vean otra vez un precio lo suficientemente atractivo para sacar la soja de los silobolsas.
El FMI y la devaluación por goteo
Pero, además, Massa tiene que jugar cuidadosamente sus cartas en el poker con el FMI. Ya el organismo, en uno de sus últimos reportes, había sido explícito sobre el tema cambiario: "Para mejorar la acumulación de reservas, la tasa de devaluación deberá ubicarse de manera consistente por encima de la inflación".
Y, más contundente aun, había estimado en hasta un 25% la sobrevaluación del peso. Lo que, en otras palabras, significa que para el staff técnico del organismo, hoy el tipo de cambio oficial debería cotizar a $275.
En plena negociación para conseguir un alivio financiero de u$s10.000 millones, ese punto gana importancia, porque el FMI tiene el antecedente de lo ocurrido en 2018, durante la gestión de Macri, cuando la ayuda del Fondo se diluyó en pocas semanas, en medio de una pulseada entre el Banco Central y el mercado.
Para no repetir aquella experiencia, el FMI parece aferrarse más que nunca a uno de sus principios rectores: las asistencias financieras del organismo sólo pueden usarse para reforzar las reservas pero nunca para defender un determinado nivel de tipo de cambio.
Claro, el problema es que el Gobierno argentino se niega de plano a la corrección devaluatoria brusca que parece insinuar el FMI. Y, para colmo, Massa acaba de echar mano de las reservas para "domar" al blue por la vía de compras de bonos dolarizados, en una conducta que por un lado generó los elogios de Cristina Kirchner pero que provocó enojos en el staff del Fondo.
Ante esa situación, Massa se ve en la necesidad de enviar señales amistosas. Mientras funcionarios de su equipo están en Washington, revisando los números del programa, el ministro sabe que difícilmente consiga la asistencia financiera si no ofrece, al menos, la prueba de que quiere corregir el atraso cambiario. No se trataría de una devaluación de una sola vez, como pide el organismo, sino en goteo, a un nivel de por lo menos 8% al mes -y cuya velocidad en los próximos meses dependerá de si se aceleran los precios-.
Cristina quiere ancla cambiaria
En realidad, el nuevo zig-zag de Massa -quien ya ha demostrado su pragmatismo- no llamaría la atención, a nos ser por un detalle político: puede ganarse el enojo de Cristina Kirchner. Lo cual no es poco decir, porque la vice no solamente ha venido alentando su candidatura, sino que es una fuente de apoyo político para su gestión ministerial.
El último discurso ante la militancia K en La Plata dejó otra muestra de esa alianza: en ningún momento Cristina responsabilizó al ministro por la inflación -de la cual culpó a los grandes grupos empresariales con posición dominante en el mercado- y, por el contrario, tuvo palabras elogiosas sobre cómo había manejado la volatilidad del mercado financiero y sobre las mejoras en indicadores como el del empleo.
Pero el mayor elogio de todos podría transformarse en un boomerang para Massa: según Cristina, uno de los valores del ministro es que se animó a cuestionar al FMI y a tomar medidas en contradicción con sus exigencias.
Cristina se refería concretamente al uso de las reservas para intervenir en el mercado del "contado con liqui" y del dólar MEP. Pero Cristina fue más lejos, y recordó sus viejas críticas al acuerdo "stand by", al que consideraba inflacionario en sí mismo.
De hecho hay también muchos economistas de línea ortodoxa que piensan lo mismo que Cristina, pero por motivos diferentes: mientras éstos afirman que ante la exigencia de ajuste fiscal, el Gobierno echará mano del "impuesto inflacionario" como forma de licuar el gasto público, Cristina pone la lupa sobre la tasa del crawling peg.
"Digo y sostengo que ese acuerdo firmado con el FMI es inflacionario porque es una política enlatada, que se aplica como una receta monotemática a todos los países", dijo la líder kirchnerista, que ha sostenido la tesis de que la aceleración devaluatoria es, de por sí, un factor inflacionario, porque muchos comerciantes toman como referencia al tipo de cambio para ajustar sus costos de reposición.
"Fíjense cómo se dispara la inflación a partir de la firma del acuerdo, cuando se pierden herramientas. Desde entonces, la tasa de devaluación tiene que acompañar a la inflación en un país de economía bimonetaria, cuando es el dólar el que genera la inflación, y es algo que no les entra a los funcionarios del Fondo y parece que tampoco a muchos argentinos", disparó Cristina, mientras acompañaba sus palabras con un gráfico que mostraba la aceleración del IPC a partir de inicios de 2022.
Test para la alianza Massa-Cristina
Antes de ese discurso se había publicado un comunicado de La Cámpora titulado "El Fondo Monetario y los reveses de sus políticas". En ese texto se insinúa que, lejos de buscar una disminución de la inflación, el acuerdo "stand by" la alienta como forma de equilibrar las cuentas fiscales.
"¿No será que la morfina para que el pueblo soporte inicialmente el acuerdo es la inflación? Queda claro que el acuerdo es inflacionario", es el elocuente planteo de la agrupación kirchnerista.
Ese comunicado se había interpretado como una advertencia hacia la propia interna de la coalición gubernamental, en un momento en el que Massa argumentaba a favor del "alineamiento de las variables" y defendía que el tipo de cambio oficial y las tasas de interés estuvieran a tono con el IPC.
En definitiva, mientras Massa promueve una suba del dólar, Cristina refuerza su visión de que, hoy más que nunca, la economía argentina necesita recuperar un ancla cambiaria. Es una diferencia de visiones que se hará cada vez más evidente, en la medida en que Massa avance en la negociación con el FMI para reforzar las reservas.
Y deja planteado el interrogante de hasta dónde llegará el apoyo de Cristina. Si, como todo indica que ocurrirá, a fines de mayo el dólar oficial suba más que el IPC, ¿hará público su disgusto con el ministro?
En un momento de hipersensibilidad política, esto significaría una señal de alarma en el mercado financiero, que podría cuestionarse por el respaldo de la gestión del ministro. Pero, sobre todo, una polémica pública de Cristina con Massa podría cambiar drásticamente la situación política interna de la coalición, acaso poniéndole fin a las chances de Massa cpm vistas a la elección presidencial.
De momento, la vice ha dado muestras de querer apoyar al ministro, pero tal vez se esté llegando al punto en el cual ese respaldo se tenga que enfrentar a una prueba demasiado difícil de superar.