¿Le conviene al productor agropecuario vender con el nuevo "dólar agro" de Massa?
¿Cuáles son las chances de éxito del ministro Sergio Massa con su tan esperado "Dólar Agro", que esta vez no sólo incluiría al complejo soja, sino también a "Economías Regionales"? La respuesta depende de qué tan bueno sea el incentivo a liquidar los productos alcanzados, en definitiva, dólares. Por lo que aquí se intentará dar una suerte de panorama para comprender mejor la situación actual, en lo que respecta principalmente al complejo soja.
Si bien se pronunció como un alivio a los productores por la gravedad de la sequía, en el trasfondo de la medida evidencia otros motivos fundamentales como la acumulación de reservas por parte del Banco Central (tal como sucedió en las ediciones anteriores) cuya situación ya se categorizaba como preocupante.
La génesis del problema
La comercialización y por consecuencia, la liquidación de divisas, se comenzó a evidenciar atrasada en términos históricos para 2022. El tipo de cambio oficial sufrió un fuerte atraso, principalmente a partir de 2021, y luego se lo llevó similar al ritmo de la inflación para 2022.
En el gráfico anterior denota que el problema ya se había desatado y los empresarios agropecuarios comenzaron paulatinamente a retener mayores cantidades de stock de mercadería para evitar que se le reconociese por ese valor de su producto un dólar que se consideraba irracional para la economía de ese momento.
La contracara de ello fue la fuerte demanda importadora, "la fiesta de importaciones" según la vicepresidente. En definitiva, no es que falten dólares, si no que escasean al valor oficial.
Es por ello que la gestión actual, ante la sangría de divisas y metas que cumplir con el Fondo Monetario Internacional, decidió ofrecer un tipo de cambio más competitivo tanto en septiembre como luego en diciembre del año pasado y ahora en abril y mayo de 2023 para el complejo soja y el cual se extenderá hasta agosto (según trascendidos, sin ajuste por inflación) para economías regionales, buscando liquidaciones por u$s5.000 millones.
Misma medida, resultados diferentes
Aunque se hayan tratado de esquemas similares, tuvieron efectos diferentes, principalmente por las expectativas de los actores intervinientes.
En el primer "Dólar Soja", el precio del poroto si bien en pesos tuvo su incremento, en dólares bajó fuertemente producto de la sobreoferta que se concentró en ese mes. En esa oportunidad se comercializaron 13,3 millones de toneladas, es decir, un 30% de la producción nacional. Ello significó liquidar u$s7.665 millones, y el BCRA retuvo un 65% de ello.
Ello le permitió al sector exportador y aceitero recomponer márgenes que, antes de la medida, estaban comprando por encima de su capacidad teórica de pago, y durante septiembre pudieron comprar entre 40 y 45 dólares por debajo de ello.
Según los dichos el ministro, este esquema iba a ser de "única" vez…
En el segundo "Dólar Soja", el panorama cambió donde comenzó a primar no solo la prudencia debido a la fuerte sequía que estaba sufriendo el sector, sumado a que era evidente que el esquema volvería en tanto y en cuanto el Banco Central necesite fortalecer su stock de reservas, debiendo reconocer un nuevo tipo de cambio diferencial.
Por tales motivos, además ya haber un menor stock de soja, se comercializaron menos toneladas, liquidando menos divisas, derivando en que la soja en dólares incluso incrementara su valor, donde el sector exportador y aceitero compró por encima de su capacidad teórica de pago.
En el gráfico se evidencia cómo el valor de la soja durante el primer esquema se destruyó, mientras que en el segundo esquema cotizó al alza, debido a la dificultad en su originación.
Qué esperar para el "nuevo" Dólar Agro
La tarea de avizorar este nuevo devenir es de los grandes desafíos propuestos en los días que corren, donde hace meses se rumoreaba sobre esta medida. Sin embargo, en base a ciertas premisas, se intentará brindar un panorama general.
Contemplando en que la capacidad teórica de pago de la industria se encuentra actualmente en torno a los u$s355, ello llevaría a que se intente negociar la soja nueva en torno a los $106.500 (dicho valor está sujeto a condiciones de mercado, no es definitivo).
Sin dudas que nominalmente luce un valor elevado, pero en términos de pesos constantes, el promedio de pizarra para el "Dólar Soja" es de $100.000 y para el "Dólar Soja II" es de $116.000. Por ende, es un valor promedio entre ambos, siendo de cosecha distinta.
Teniendo en cuenta la sequía que azotó la campaña 22/23, donde se estima que se cosechará apenas por encima de la mitad de la campaña anterior, y que el precio de la oleaginosa ya se encontraba "inflado" por expectativas de otro tipo de cambio diferencial es probable que el empresario agropecuario intente negociar valores de soja por encima del mencionado anteriormente, donde quizás la industria tenga que comprar a contramargen, como fue en el segundo esquema.
Además, en términos de dólar MEP, si bien supone una mejoría, quedaría debajo de lo que llegó a valer en el Dólar Soja II (a valores actuales de MEP), aunque por encima de lo negociado bajo el primer esquema, afectando la voluntad de liquidar el poroto.
Lamentablemente el contexto internacional no acompaña, donde los precios se han reducido considerablemente y nuestro socio comercial, Brasil, estaría yendo a una cosecha récord del poroto, generando presiones sobre las cotizaciones a la baja.
Concluyendo, no hay dudas que ofrecer un tipo de cambio más competitivo a priori luce atractivo. No obstante, habrá que considerar qué tanto pesa frente a otros factores. La variable indispensable monitorear es el valor de la soja en dólares, que se desprenderá básicamente del valor al que esté dispuesto a pagar el sector exportador. En la medida que ese valor aumente, le resultará de incentivo para el productor vender la mercadería en su poder, si es que tuvo la suerte de poder obtener rindes con esta calamitosa campaña, y así el Banco Central poder fortalecer sus reservas.
Aquello que ya se encuentra comprometido y a precio, no generan demasiadas dudas sobre su proceder entendiendo que se liquidará, aunque es solo un 20% de lo estimado a producir, llegando así a ser mínimo de 20 años el ritmo comercial de la campaña 22/23.
Sumado a lo antes considerado, el año electoral juega su parte generando incertidumbre adicional a los actores en cuanto a la comercialización de sus stocks. El año es largo, y queda mucho por suceder.