Alarma: déficit comercial en el inicio del año pone en duda la proyección de Massa sobre la entrada de dólares
Los primeros números de comercio exterior del 2023 prendieron las alarmas sobre el riesgo de que se incumpla la previsión del Gobierno en un área vital: la balanza comercial, principal proveedora de los dólares para un país que no tiene crédito externo.
Rompiendo una seguidilla de cuatro meses con superávit, la balanza comercial de enero volvió a los números en rojo, con u$s484 de déficit, un nivel comparable al de julio pasado, cuando el país sufría su necesidad más aguda de importar gas ante la ola de frío.
Ahora hace calor, y sin embargo el rubro de energía volvió a dar la nota, con importaciones por u$s712 millones en enero, una cifra que es un tercio de lo que se compraba en el invierno, pero que aun así implica una impactante suba de 96% respecto de lo que se importaba hace un año.
La otra parte de la explicación para el déficit de enero era esperada: el bajón de las ventas ligadas a la actividad agropecuaria. Era una caída inevitable tanto por la incidencia de la sequía como por el "efecto del día después" tras la aplicación del dólar preferencial para los productores sojeros en diciembre.
De hecho, el rubro que registra la peor performance es el de productos primarios, que registra una caída tanto en la comparación con diciembre (16%) como en la interanual (42%). Y lo que amortiguó esa caída fue el hecho de el mercado global ayudó con una suba de precios, porque la cantidad vendida en realidad es mayor a la que se registra cuando se la mide en dólares.
Del lado de las importaciones, hubo un aumento que se explica por la suba de precios, ya que en términos de volumen continúa la contracción. En otras palabras, la balanza de enero ni siquiera dejó el consuelo de que el déficit fuera la contracara de mayores importaciones, algo que la industria está reclamando.
Por el contrario, las compras siguen "topeadas" por el rígido sistema de acceso a las divisas, una política que los economistas advierten como la antesala de una fase recesiva. Por lo pronto, los indicadores justifican ese pesimismo: en diciembre, la producción industrial tuvo una caída interanual de 2,7%, al tiempo que la capacidad ociosa en las fábricas subió al 36,2%, el mayor nivel del año.
Con ese marco, los economistas ya están recalculando a la baja sus proyecciones de actividad industrial, que podría ralentizarse hasta terminar el año con un crecimiento mínimo, después de haber cerrado el 2022 a una tasa de 4,3%. Según el análisis de la consultora LCG, ese crecimiento industrial al menos 3 puntos de ese crecimiento industrial se explica por el "efecto arrastre" del año anterior, pero este año se verá un freno brusco, que reducirá el crecimiento industrial a apenas un 0,3%.
Energía, ¿un ahorro para el invierno?
¿Qué pasó en enero con la energía como para que se haya producido un salto importador en plena época estival? Los analistas apuntan que la abultada cifra se explica por una planificación anticipada de la política energética.
Desde esa óptica, no necesariamente se lo debe considerar un mal dato, porque podría restar presión a la importación de energía durante la época invernal, cuando probablemente se produzca una suba en los precios del mercado internacional.
El año pasado, la compra de gas supuso un 16% de la "torta" total de importaciones, con algunos meses en los que esa participación llegó a 28%. En este momento, la "cuota" de la importación energética es de 13,2%, el doble del promedio histórico de los últimos años.
Del lado exportador, hay un dato contrastante en la venta de petróleo argentino al exterior, que cayó un 25% respecto del mes anterior y un 5% interanual.
Sequía: todavía no se vio el peor impacto
Pero lo más preocupante del dato de enero es que, a juzgar por las previsiones de los analistas, podría no ser una excepción sino la tónica de los tiempos que vienen, debido a la crisis del campo. La campaña triguera tuvo una pérdida de 44%. Y las últimas estimaciones, con correcciones a la baja, implican una muy mala campaña para la soja y el maíz, cuyos volúmenes de producción caerán un 20% respecto del año pasado.
Esto lleva a que los economistas pongan en duda uno de los supuestos más fuertes del plan de Sergio Massa para 2023: la obtención de un holgado superávit comercial, del entorno de los u$s12.000 millones.
El ministro había planteado ese objetivo ya en la confección del presupuesto. La meta oficial supondría una mejora de 100% respecto del modesto superávit de u$s6.923 con el que cerró el año pasado. Pero las expectativas del mercado son muy diferentes: en la encuesta REM del Banco Central se espera un superávit incluso menor al del 2002, en el orden de los u$s5.300 millones.
La cifra surge de una expectativa de exportaciones por u$s80.600 millones e importaciones por u$s75.300 millones. En ambos casos, se trata de cifras inferiores a las registradas el año pasado: implicaría una caída de 9% en el ingreso de dólares por exportaciones y un recorte de 8% en las importaciones.
Y ya hay consultoras que, en vista de la crisis climática en el campo, creen que el superávit sería inferior aun, en el entorno de los u$s4.000, aun cuando la tendencia a restringir importaciones se mantenga.
La apuesta de Massa
En definitiva, para que se cumpla el objetivo de Massa se necesita que haya un superávit promedio mensual de u$s1.000 millones, cuando el año pasado la cifra registrada fue una media de u$s576 millones -incluyendo tres meses con registros negativos-.
La balanza comercial del 2023 ya arranca con un gol en contra en el mismo inicio del año, lo cual eleva la exigencia a que el promedio mensual de los superávits sea de u$s1.300 millones.
Con esos números a la vista, resulta extraño el optimismo que exhibe Massa en cada una de sus apariciones públicas. Sin embargo, el ministro afirma que cuenta con una carta ganadora: la concreción del gasoducto Kirchner, que podría trasladar el combustible desde el yacimiento de Vaca Muerta a los grandes centros urbanos. Esto, en su plan, implica no solamente una disminución en la cantidad de gas importado sino también una suba en la cantidad de petróleo que Argentina exporta.
Puesto en números, Massa espera que la cuenta de importación de energía se reduzca en al menos u$s2.500 millones, lo cual reduciría a menos de la mitad el déficit comercial de ese rubro, que el año pasado cerró en u$s4.470 millones.
Pero claro, es una meta que asume que la obra del gasoducto terminará en tiempo y forma como para que, cuando lleguen las temperaturas invernales, ya haya una provisión del gas argentino en los grandes centros de consumo. Y es un punto sobre el que los expertos en energía no muestran consenso.
Números pesimistas en el mercado
En todo caso, lo que deja planteado el déficit comercial en el primer mes del año es la duda sobre qué tan grave será la escasez de divisas para mantener la economía en funcionamiento.
Según el consenso entre los economistas argentinos, hay una regla de "3 a 1" entre importaciones y PBI: se necesita que suban tres puntos porcentuales en la importación para que la economía crezca un punto. Siguiendo esa regla, para que se concrete el crecimiento de 3,5% que proyecta Massa, las importaciones tendrían que crecer este año en el entorno de 10%, hasta el nivel de u$s90.000 millones.
En cambio, lo que los economistas esperan es que, en el marco de la política restrictiva impuesta por el Gobierno, las importaciones no sólo no suban sino que caigan en al menos 8%. Y, en consecuencia, a la hora de estimar el crecimiento del PBI, la encuesta REM del Banco Central refleja una expectativa mucho más modesta que la de Massa: se espera apenas una suba del 0,5% para este año.
Al mismo tiempo que se conocía el dato de la balanza comercial de enero, Massa se encontraba en India, para la cumbre de ministros del G20. Y es probable que la noticia llegada desde Argentina haya cumplido la función de estímulo adicional para apurar la negociación con su colega brasileño, Fernando Haddad, sobre la instauración de una "moneda común".
En los hechos, lo que se está negociando es la ampliación del crédito que Brasil otorga a los importadores argentinos. Si las cosas salen como espera Massa, entonces el país vecino -que es el segundo origen más importante de las importaciones argentinas- permitirá el sostenimiento del intercambio bilateral en sus volúmenes actuales, pero con el dato clave de que la cuenta a pagar llegaría recién el año próximo, cuando ya se haya producido el recambio de Gobierno.