• 23/12/2024

De Washington a la India, Sergio Massa despliega su táctica para que los dólares alcancen hasta fin de año

En la reunión de ministros del G20, el ministro de Economía retomará una gestión clave con Brasil, mientras Rubinstein negocia con el FMI
23/02/2023 - 17:40hs

A 15.000 kilómetros de Buenos Aires, en la localidad turística de Nandi Hills, India, los temas que ocupan a los ministros de economía que se reúnen en la cumbre del G20 no son tan diferentes como podría pensarse respecto de los que se discuten en Argentina: presiones inflacionarias, endeudamiento de países emergentes y planes de rescate financiero del FMI están en la agenda. Sin embargo, para Sergio Massa, uno de los momentos más importantes será el encuentro con un vecino, el brasileño Fernando Haddad.

El ministro argentino retomará con su colega la conversación de enero, cuando se planteó formalmente la posibilidad de adoptar una moneda común para el comercio bilateral, una iniciativa que de inmediato fue "devaluada" por los analistas argentinos como una simple línea de crédito ampliada a un año de plazo.

En todo caso, para Massa ese tema es uno de los que necesita un golpe de acelerador, dada la escasez de reservas con los cuales financiar importaciones, que están cayendo a un preocupante ritmo de 19% anual y ponen en riesgo el ritmo de actividad industrial.

No es que para Massa no resulte urgente la negociación de la ayuda del FMI, claro está. Pero ocurre que, al mismo tiempo que él se encuentre en India, una misión de técnicos argentinos, encabezada por el viceministro Gabriel Rubinstein, se encontrará en Washington, negociando cara a cara con los funcionarios del organismo. Si todo sale bien, se aprobarán las metas del cuarto trimestre de 2002 -para las cuales se sobrecumplieron algunos compromisos- y el FMI liberará la cuota de u$s5.400 millones.+

¿Se flexibilizan las metas con el FMI?

Si las cosas salen un poco mejor, entonces los funcionarios del Fondo se mostrarán proclives a flexibilizar las metas para 2023, en consideración del golpe financiero que supondrá la sequía. Los informes de entidades rurales ya hablan sobre un recorte de hasta u$s14.000 millones respecto de las exportaciones proyectadas originalmente. Y esto pone una gran nota de duda sobre la capacidad del país para acumular, hasta diciembre, reservas netas por u$s12.000 millones, una meta que casi triplica el nivel actual -que los economistas estiman en u$s4.400 millones-.

Y si en Washington los planetas se alinean en favor de Argentina y se concreta el "escenario de máxima", entonces Rubinstein volverá a Buenos Aires con una promesa de que se cumpla el reclamo de Massa de una asistencia financiera extra por los daños que causó la guerra de Ucrania.

Una misión de funcionarios argentinos se encuentra en Washington, donde negocian una posible flexibilización de las metas con el staff del FMI
Una misión de funcionarios argentinos se encuentra en Washington, donde negocian una posible flexibilización de las metas con el staff del FMI

Massa viene planteando ese tema en cada ocasión que le presentan los foros internacionales: "Argentina cumplió su programa, pero el Fondo Monetario no está cumpliendo con Argentina el revisar cómo van a compensar a los países que pagaron el costo de la guerra con su economía. Es un problema a resolver", había dicho Massa en noviembre, durante la anterior cumbre del G20 en Indonesia.

Según los cálculos del ministro, la guerra le costó a Argentina u$s5.000 millones, de los cuales u$s3.800 se explican por el encarecimiento del gas que el país importó durante el año pasado.

Importaciones, candidatas al "apriete"

La realidad es que, este año, Massa espera que la cuenta de importación de energía se reduzca en al menos u$s2.500 millones, lo cual reduciría a menos de la mitad el déficit comercial de ese rubro, que el año pasado cerró en u$s4.470 millones. Para eso, claro, tiene que completarse en tiempo y forma el tramo en construcción del gasoducto Kirchner.

En todo caso, el festejo por ese ahorro quedará empañado por el dato de los dólares de menos que podría dejar la exportación agrícola. En definitiva, la perspectiva de los economistas es que las reservas del Banco Central seguirán tan castigadas como el año pasado, o tal vez más.

La contracara de esa situación es la intensificación del "apriete" importador, un dato que el propio viceministro Rubinstein no sólo no negó sino que mencionó como parte del manejo "creativo" de la gestión económica.

"Ya que nos vemos obligados a controlar importaciones (por no poder unificar mercados), nos propusimos hacerlo realmente bien. Con un doble objetivo: minimizar salida de dólares, minimizando afectación de la producción", escribió el viceministro en su comentada columna periodística. Y celebró que las importaciones, que en junio-julio promediaban u$s6.300 millones mensuales -sin contar la compra de energía- se redujeron un 22% hacia fin de año.

Claro que, en la vereda de enfrente, los industriales no comparten la percepción de que ese haya sido un dato positivo. Por lo pronto, los indicadores justifican ese pesimismo: en diciembre, la producción industrial tuvo una caída interanual de 2,7%, al tiempo que la capacidad ociosa en las fábricas subió al 36,2%, el mayor nivel del año.

Los índices de producción industrial marcan una ralentización, como consecuencia de las mayores restricciones en el acceso a las divisas para importación
Los índices de producción industrial marcan una ralentización, como consecuencia de las mayores restricciones en el acceso a las divisas para importación

Con ese marco, los economistas ya están recalculando a la baja sus proyecciones de actividad industrial, que podría ralentizarse hasta terminar el año con un crecimiento mínimo, después de haber cerrado el 2022 a una tasa de 4,3%. Según el análisis de la consultora LCG, ese crecimiento industrial al menos 3 puntos de ese crecimiento industrial se explica por el "efecto arrastre" del año anterior, pero este año se verá un freno brusco, que reducirá el crecimiento industrial a apenas un 0,3%.

Un ingrediente clave en el análisis de los economistas es la presunción de que las restricciones para la importación de insumos industriales se profundicen, dada la escasez de dólares que adolece la economía argentina.

¿Moneda común o desvío de comercio?

Es en ese punto donde cobra importancia la gestión de Massa con su colega brasileño. Massa había previsto que este año la balanza comercial le dejaría un holgado superávit de u$s12.000 millones, gracias a un incremento exportador que llevaría las ventas bien por encima de los u$s90.000 millones. Sin embargo, las expectativas del mercado son bien diferentes.

Tras los primeros efectos de la sequía, los economistas que participan en la encuesta REM del Banco Central creen que no entrarán más de u$s80.600 millones, con lo cual el superávit quedaría reducido a un magro volumen de u$s5.300 millones.

En otras palabras, que habrá muchas menos divisas que las esperadas. Y eso, como ya están anticipando los economistas, probablemente derivará en una restricción importadora que afecte el nivel de actividad. Es en ese marco que el acuerdo con Brasil para poner en marcha la moneda única podría traer un alivio.

La iniciativa, ampliamente publicitada durante la visita del presidente Lula Da Silva en enero, consiste en el debut de "Sur", una unidad monetaria contable binacional, que usarán los bancos centrales para compensar las operaciones de comercio exterior. Se habló de un acuerdo por un volumen equivalente a u$s13.000 millones, que permitirían prescindir del uso de dólares en el comercio bilateral.

Fernando Haddad, ministro de economía brasileño, junto a su colega argentino Sergio Massa: avanza la gestión por la
Fernando Haddad, ministro de economía brasileño, junto a su colega argentino Sergio Massa: avanza la gestión por la polémica "moneda común"

A primera vista, sonó como una propuesta ambiciosa, y podía entenderse el interés del Gobierno argentino: Brasil es el primer destino de las exportaciones y el segundo origen de las importaciones nacionales.

Sin embargo, con el paso de los días y con la lectura de la "letra chica" del acuerdo en curso, el entusiasmo inicial fue dejando paso al escepticismo. Los economistas interpretaron que, lejos de una moneda común, lo que está negociando Massa es una simple ampliación en los plazos de crédito que Brasil extiende a los importadores argentinos -lo cual implicaría una menor presión sobre las reservas del Banco Central argentino-.

Esto implica que, de salir bien el acuerdo, se podría sostener el volumen importador pero la cuenta recién llegaría en el correr del año próximo, ya con un nuevo Gobierno. Y el volumen podría ser bien inferior al previsto originalmente, más bien cerca de los u$s3.500 millones, que es aproximadamente el déficit que se registró en el intercambio comercial con Brasil.

¿Primer paso a un Banco Central supranacional?

¿Serviría ese acuerdo con Brasil para aliviar el problema de la escasez de divisas? No hay optimismo entre los economistas. Por caso, Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, cree que el verdadero efecto que traerá la "moneda única" será el desvío de flujos comerciales, de manera que ahora Brasil sustituirá a proveedores de insumos de otros países que no estén dispuestos a dar crédito a Argentina.

"Tampoco habrá seguro de cambio para los importadores, que deberán prever cuántos pesos habrán de necesitar para pagar en un año las compras de hoy", advierte Vasconcelos, que anticipa un crecimiento del déficit comercial con Brasil.

El acuerdo cuenta con chances de ser concretado, dada la amplia disponibilidad de reservas de Brasil, cuyo Banco Central cuenta con unos u$s325.000 millones, suficientes para pagar 15 meses de importaciones.

Pero, por otra parte, lo que hace suponer que la iniciativa puede convertirse en realidad es el hecho de que el propio ministro brasileño fue quien primero esbozó esta propuesta, antes que el propio Massa. En abril de 2022, cuando recién empezaba la campaña electoral brasileña, Haddad había publicado en el diario Folha de Sao Paulo un artículo en el que proponía una moneda común sudamericana, como forma de superar las limitantes financieras para el comercio regional.

Los críticos de la moneda común con Brasil afirman que no se creará comercio sino que habrá un desvío de flujos
Los críticos de la moneda común con Brasil afirman que no se creará más intercambio sino que habrá un desvío de flujos comerciales

De manera que, pese al descreimiento mayoritario que dejaron entrever los economistas argentinos, no debería descartarse que la moneda "Sur" finalmente sea una realidad tras las negociaciones de Massa con Haddad. No está tan claro cuál podrá ser el efecto sobre la situación financiera argentina de este año, pero hay quienes observan con atención los posibles efectos políticos.

Entre ellos, Federico Sturzenegger, el ex presidente del Banco Central durante la gestión macrista, sorprendió al publicar un artículo en el que indica que una moneda común al estilo del euro podría favorecer a Argentina, al obligarla a una mayor disciplina monetaria, y sin que se produzcan los efectos negativos de otras propuestas radicales, como la dolarización.

"Transferir la política monetaria a un foro multilateral nos evitaría el costo de pagar con bienes por nuestra moneda porque nos la daría ese Banco Central multilateral; si es con socios similares nos daría una moneda que se movería más acorde a nuestras necesidades", escribió el economista.

Por cierto, todavía está lejos la idea de un Banco Central regional al cual los países deban relegar márgenes de independencia. Sin embargo, la negociación estimulada por la urgencia de las reservas en crisis podría poner el primer ladrillo.