Familias luchan para seguir siendo clase media: qué tácticas aplican ahora para no caer en la pirámide
El consumo, aunque no es la única variable, condiciona un tipo de subjetividad y por esto mismo, determina la autopercepción de pertenencia o no, a un determinado grupo social. Las personas en general buscamos poder comprar o acceder a ciertos productos y servicios elegidos por miembros del segmento al que pertenecen real o subjetivamente, o también, acceder a los consumos de grupos aspiracionales, y en cambio, evitar otros consumos o marcas que perciben o suponen que son los elegidos por una "clase inferior o grupos diferentes".
El consumo nos confirma la autopercepción y por ello también incide en la afirmación de la identidad y en la proyección a futuro.
En la Argentina, tanto la capacidad de ahorro como el uso de determinados bienes como los productos importados, los productos tecnológicos o los viajes al exterior, funcionaron históricamente como distinción de clase y especialmente en períodos de crisis, porque se convierten en más excluyentes e inaccesibles. Y también al revés, cuando se amplía, se masifica el acceso a bienes y servicios para una mayor cantidad de personas, deja de tener esa impronta de exclusividad, esa exclusividad que justamente buscan denotar los consumos de lujo.
"Ser de clase media" remitía históricamente en nuestro país, a una suerte posición en la que el bienestar material estaba asegurado, la dignidad asociada al trabajo y posición social/personal se mantenía intacta y el futuro se percibía con cierta tranquilidad.
A lo largo de varias décadas, en el imaginario de muchos argentinos la pertenencia a la clase media simbolizaba la posibilidad de ascenso en las posibilidades de mejorar la situación económica de la familia, la garantía de que el trabajo y su compensación mantenían un vínculo indudable, la certeza en mantener una serie de derechos, la convicción de que la posesión de atributos educativos, culturales o del orden de los méritos individuales los distinguía con nitidez, especialmente, de los escalones inferiores de la estructura social.
El estándar de cultura general estuvo por muchísimo años garantizado por el sistema público de enseñanza y por valores muy arraigados en la sociedad: el respeto por el conocimiento y la valoración del aprendizaje.
Tácticas para no dejar de ser "clase media"
La clase media siempre aspira a seguir siendo clase media, es parte de la identidad aunque la situación económica haya desmejorado, por ello, se desarrollan diferentes tácticas para no perder su condición –real o simbólica- de pertenencia al segmento dador de identidad. De esta forma, se realizan grandes esfuerzos para mantener consumos que habilitan alcanzar el estatus de clase media.
Como es de suponer, la caída del consumo ha tenido una fuerte influencia en la economía de los hogares y el comportamiento de la familia ha sido afectado. Se necesita entonces realizar una priorización diferente de los consumos familiares aún a costa de la pérdida de aquel estatus muy difícil de mantener.
En nuestras investigaciones podemos comprobar que disminuye el tamaño de la compra, la cantidad de los viajes de abastecimiento y en cambio, las compras medianas o de reposición concentran el 35% de los gastos de los hogares.
Para cada categoría, ya sea de consumo masivo de alimentación, de cuidado personal, indumentaria, etc, los pactos con las marcas se actualizan y revisan los beneficios percibidos, se realizan cambios de marcas o bien se mantienen pero evaluando el pacto establecido, qué es ¨sagrado¨ en ese vínculo, qué se puede modificar, de qué forma cada propuesta marcaria está atendiendo a sus nuevas necesidades, cuán empática es su comunicación, producto, servicio.
La educación, una inversión que la clase media no se resigna a perder
Un gasto (o inversión) que la clase media no se resigna a perder y es la educación en el imaginario de los argentinos ya que siempre ha sido el garante de la movilidad social ascendente. El nivel educativo de la Argentina ha sido siempre uno de los más altos de América Latina, percepción que coincide con lo que piensan los extranjeros, especialmente de los países limítrofes, muchos de los cuales vienen a estudiar a nuestro país.
En la actualidad hay en la Argentina 2.343.587 estudiantes que cursan en las universidades públicas y privadas de todo el país. El 4% son extranjeros, provenientes de Colombia, Perú, Bolivia y Paraguay mayoritariamente. La UBA, por ejemplo, se mantiene en los rankings entre los primeros lugares. La educación, por lo tanto, no se asume como un gasto sino como una inversión a largo plazo, y en este contexto de incertidumbre con respecto al futuro del trabajo y a los trabajos de futuro, se valora aún más. Se considera a la educación como la salida de una situación de descenso.
Si se analizan las consecuencias de los "achiques" en el presupuesto por segmentos, en líneas generales la totalidad de los segmentos analizados se han perjudicado en el período en estudio. La mediana del ingreso personal en 2017 fue de 2,03 canastas básicas, bajó a 1,89 en 2018, 1,67 en 2019, 1,61 en 2020 y 1,59 el año pasado. Prácticamente sin cambios en el primer semestre del año actual: 1,58 canastas básicas según la medición del primer semestre 2022.
Observemos este comportamiento de acuerdo a algunos sectores representativos:
Personas con ocupación: en términos relativos los más perjudicados fueron los empleadores (mayoritariamente dueños/socios de pymes), muchos de los cuales cerraron el negocio durante la pandemia y pasaron a otras actividades o se retiraron. Un sector numéricamente minoritario pero que afecta fuertemente al nivel ABC1.
En cuanto a la calificación del trabajo que desempeñan, podemos decir que todos se han perjudicado, un poco más (en términos relativos) los de menor calificación. No se observan cambios significativos en el año actual.
En cuanto a los niveles de ingresos según la educación de los individuos ocupados, todos tuvieron caídas superiores al 20 por ciento:
También los jubilados y pensionados se perjudicaron en su poder adquisitivo:
En cuanto al ingreso per capita de los hogares, todos los niveles tuvieron descenso en sus ingresos en este período:
El perfil medio de ingresos del total de hogares se aproxima al NSE C3. Es, por otro lado, conjuntamente con D1 el nivel más populoso (aproximadamente 30% de los hogares cada uno).
Por supuesto que las políticas de ajuste de gastos en las familias dependen de la realidad socioeconómica de cada grupo. Los que están mejor posicionados por nivel de ingresos o porque poseen reservas y ahorros, tienen un margen mayor para organizar sus nuevas pautas de consumo mientras que los que pertenecen a los niveles más bajos, recortan gastos.
Los hipermercados y supermercados diseñaron beneficios diferenciales, pudiendo ofrecer a los consumidores promociones y programas de precios con diferentes medios de acceso y opciones de pago.
Un dato que llama la atención es que a pesar de haber disminuido el consumo en supermercados, autoservicios y almacenes de barrio hay un rubro que se mantiene con signo positivo. Se trata del rubro de los "impulsivos", aquellos productos que -cuando los consumidores encaran la fila frente a las cajas- tientan a los compradores.
Los consumidores argentinos resisten la idea de resignar de "darse el gustito" antes de irse de los supermercados.
La incertidumbre sobre el futuro y sus efectos
En nuestro país y a pesar de la contundencia de la pérdida del poder adquisitivo de la clase media, sigue existiendo una brecha importante entre esta realidad y la percepción de pertenencia de clase.
Un 80% de la población se autopercibe como formando parte de la clase media. Hay un concepto generalizado que ubica a este sector como "ni rico ni pobre", mientras que los datos reales muestran que aproximadamente un 50% pertenece hoy a alguno de los subsectores de la clase media.
"Poder darse gustos", "viajar y conocer", "acceder a una prepaga", "mandar a los chicos a una escuela privada", forman parte de los logros ya adquiridos en las familias de este sector, aunque muchos de ellos no logren concretarlos en este momento, lo cual implica una renuncia dolorosa.
¿Qué efectos trae la incertidumbre? La incertidumbre viene asociada a la inseguridad. Si falta un reaseguro sobre el futuro sobreviene un sentimiento de falta de sentido de la vida o de poder darle a la familia todo aquello que necesita para poder desarrollarse.
Colaboración de Oscar Muraro, director de Observatorio de NSE de SAIMO