¿Oportunidad para Massa?: leve freno en precios de alimentos mejora la expectativa de que la inflación baje en noviembre
A primera vista, más datos para lamentar: el IPC de 6,3% que registró el INDEC en octubre, si se anualiza lleva a un impactante 108%, y si se mide el acumulado de los últimos 12 meses da un 88%, el dato más alto desde la hiperinflación de 1991.
Sin embargo, no se puede soslayar que el dato dio menos que lo que el mercado esperaba. Sobre todo, después de haberse conocido que en la Ciudad de Buenos Aires se había registrado un 7%.
Y en una economía en la que las expectativas tienen una influencia potenciada, el hecho de que un indicador sea malo pero no tan malo como lo que se esperaba, implica un cierto alivio a nivel político. Por lo pronto, le permite a Sergio Massa y su equipo afirmar que las medidas de contención fiscal y monetaria empiezan a dar un resultado, al frenar la espiralización de precios.
Pero, sobre todo, lo que abre un pequeño resquicio de optimismo es que en el arranque de noviembre se notó una moderación inflacionaria en el rubro de alimentos, lo cual lleva a pensar que, dentro de un mes, se podría publicar un IPC que empiece con 5, algo que no ocurre desde junio.
Uno de los relevamientos más seguidos en el ámbito empresarial, el que hace la consultora LCG, mostró en la primera semana de noviembre una inflación de alimentos de 0,7% y en la segunda semana de 1,18%. El acumulado da 1,9%, lo cual, a esta altura, se puede calificar como un buen número. De hecho, en la serie de LCG hay que remontarse hasta diciembre del año pasado para encontrar una primera quincena con una inflación más baja para alimentos.
Es cierto que, en compensación, se registran este mes subas de precios regulados, como las tarifas de gas y electricidad, así como transporte y pagos de personal doméstico. Pero aun así, la perspectiva es de leve mejora.
Por otra parte, noviembre suele ser estacionalmente un mes de inflación relativamente baja, en coincidencia con una mayor demanda de pesos por parte de las empresas, que necesitan pagar aguinaldos y saldar obligaciones financieras.
Inflación: Massa y una oportunidad de mejorar expectativas
Esa posibilidad de que en las próximas semanas la inflación dé una relativa "tregua" implica para el ministro Massa un refuerzo en las pulseadas que está jugando, tanto con el mercado como con los socios políticos de la coalición.
Son peleas en las que al ministro le está costando imponer su punto de vista. En los acuerdos de precios, surgen desavenencias con los empresarios, como quedó evidenciado en las reuniones con la Copal -la entidad gremial que nuclea a la industria alimenticia-. Allí hay una resistencia a a adherir a los "Precios Justos" porque se ve una falta de garantías para acceder a los dólares que prometió Massa.
Y, en el plano de los salarios, se mantiene la presión política, en especial del kirchnerismo, para que el Gobierno decrete un aumento salarial de suma fija, algo que Massa quiere evitar por temor a que las empresas con más dificultades hagan un traslado inmediato de ese mayor costo laboral a los precios.
Uno de los síntomas de que Massa quiere dar la batalla de las expectativas es el hecho de que su viceministro, Gabriel Rubinstein, haya salido de su bajo perfil, para defender públicamente la tesis oficial de que la inflación irá en descenso y que la meta de 60% que figura en el presupuesto 2023 no es una fantasía.
Rubinstein apela a una argumentación ortodoxa, que pone de manifiesto que el núcleo de la política anti-inflacionaria no es el acuerdo de precios sino el recorte fiscal y la contracción monetaria. De hecho, en septiembre se registró, por primera vez en el año, un resultado positivo, con un superávit fiscal primario de $5.284 millones.
Y, según consultoras privadas, los recortes aplicados en el segundo semestre hicieron que el gasto primario, en términos reales, cayeran un 17% a fines de octubre, en comparación interanual.
En cuanto al manejo monetario, se está extremando el afán por sacar pesos del mercado, lo que se evidencia en el hecho de que la base monetaria se contrajo un 3,9% real en octubre respecto del mes anterior. Cuando la comparación se hace contra el año pasado, la caída llega al 25%, y si se lo expresa en términos de PBI la base monetaria se redujo al 4,6%, el ratio más bajo desde 2003.
Fue con esos datos en la mano que Rubinstein salió a polemizar con sus colegas, con quienes se enfrascó en debates de Twitter sobre la utilidad del programa "Precios Justos". Para el viceministro, no se puede comparar este acuerdo de precios con otros que se intentaron en el mismo período de gobierno -es decir, antes de que Massa se hiciera cargo del ministerio- porque a diferencia de lo que ocurría antes, este acuerdo se hace en un momento de reducción del déficit.
Según el viceministro, no se puede acusar al Gobierno de estar pretendiendo que la inflación baje por la aplicación de "Precios Justos", sino que el programa es visto solamente como la forma de detener la inercia de la indexación. Y que va a ayudar al objetivo de bajar del nivel inflacionario actual a un promedio de 4% mensual.
La desconfianza va en aumento
Si bien los economistas que participan en la encuesta REM del Banco Central comparten la percepción de que la inflación irá en una trayectoria levemente descendente, están lejos de coincidir con los optimistas números de Massa y Rubinstein. De hecho, creen que en diciembre podría darse un repunte, y que recién en abril el IPC marcaría un 5,8%.
Pero eso no es lo más grave: lo que se le discute a Rubinstein no es apenas la eficacia del programa "Precios Justos" para romper la inercia de los aumentos de precios. Además, también se le cuestiona que su política de disminución del gasto y de contracción monetaria sean tal como las muestra el Gobierno.
Se basan en el hecho de que el superávit fiscal de septiembre fue una situación excepcional, marcada por el récord de recaudación tributaria que dejó el "dólar soja". Por otra parte, economistas influyentes han argumentado que no será posible que se cumpla la evolución del gasto prevista en la ley de presupuesto.
Entre ellos, Domingo Cavallo, en un comentado artículo, puso de manifiesto cómo después de anuncios de recortes hechos por Massa, se produjeron subas en otros rubros de gasto que terminaron neutralizando el efecto de austeridad. Según Cavallo, el año próximo habrá resistencia política para que se produzcan recortes como el 13,9% previsto para las transferencias a provincias, el 12,2% para universidades y el 2,8% para prestaciones sociales. Su pronóstico es que el gasto terminará con una variación del 78% el año próximo, que esa la misma medida en la que aumentarán los recursos tributarios.
Pero no terminan ahí los cuestionamientos a los argumentos anti-inflacionarios que plantea Rubinstein. También el tema monetario está bajo cuestión, porque si bien es cierto que hay una contracción de la base monetaria, del otro lado aparece el fantasma del "déficit cuasifical", es decir los pesos que el Banco Central debe volcar a la calle por concepto de intereses cada vez que emite letras. La famosa "bola de Leliqs" ya duplica el volumen de la base monetaria, y sólo por pago de intereses inyecta al mercado unos $440.000 millones por mes.
Los primeros síntomas del agotamiento de esta política ya se están notando en el plano del endeudamiento: en el último llamado a un canje, prácticamente no se presentó ningún inversor privado, lo cual pone una nota de duda sobre cómo hará Massa para financiar el gasto público el año próximo, cuando le espera un calendario de vencimientos por $10 billones.
El dólar superó a los precios
Es en ese marco de escepticismo que el Gobierno se encuentra con la ayuda de un noviembre relativamente suave en materia de aumentos de precios. Una situación que tratará de aprovechar para inducir a una mejora en las expectativas.
Pero está claro que no será fácil. Sobre todo, porque las dos "anclas" tradicionales no pueden ser aplicadas. Los incrementos tarifarios empezarán a hacerse notar en el corto plazo, y el tipo de cambio oficial está acelerando su velocidad de deslizamiento.
Un dato expresivo al respecto es que en octubre, por primera vez en muchos meses, la tasa devaluatoria -de 6,5%- se ubicó por encima de la inflación. Y las declaraciones de los funcionarios hacen pensar que esa tónica se mantendrá.
El mensaje que los funcionarios enfatizan es que lo que queda descartado de plano es un salto devaluatorio brusco. Fue elocuente sobre este punto Rubinstein, quien en un simposio de ejecutivos de finanzas dijo que una devaluación hoy podría terminar en un descontrol comparable al de crisis históricas.
"Hay que estar fuerte fiscalmente y hay que tener músculo con reservas y hacer un acuerdo de precios; si no, tenés un efecto como el del Rodrigazo", dijo Rubinstein. Fue una frase que no terminó de disipar la preocupación del auditorio: después de todo, el fortalecimiento de las reservas es también un objetivo que se acaba de poner seriamente en duda por la crisis climática en el campo, que según expertos restará ingresos por u$s10.000 millones.
En suma, las expectativas negativas se acumulan, aunque por delante queda la oportunidad de un noviembre con inflación más baja y -Messi mediante-, de una transitoria mejora del humor social.