Mientras Massa festeja, en el campo todos critican al nuevo "dólar soja": ¿el remedio será peor que la enfermedad?
Pocas medidas han generado una evaluación tan contradictoria como la del nuevo "dólar soja": mientras el Gobierno celebra la masiva exportación y el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, publica tuits en lo que habla de "éxito", en el campo se escuchan críticas, quejas y nuevos reclamos sectoriales, mientras los economistas advierten por el costo monetario y fiscal.
Desde el unto de vista oficial no hay duda sobre cómo interpretar el resultado de haber subido a $200 el tipo de cambio para los sojeros: el hecho de que en una semana se hayan comercializado 4,6 millones de toneladas de soja, dejando un ingreso de más de u$s2.000 millones significa que se hizo lo correcto.
Sin embargo, las respuestas que recibió Bahillo ya dejan la pauta de cómo en el otro lado del mostrador las cosas no se perciben de la misma forma. Quejas porque el beneficio se concentró en las grandes exportadoras y no en los productores pequeños, reclamos sobre discriminación por parte de otros sectores que también quieren "su" dólar, advertencias sobre el impacto en precios de alimentos, la lista es larga.
Por caso, el productor Santiago del Solar denunció que los pellet de soja, que se utilizan para la alimentación de las vacas en los tambos, aumentaron 30% en una semana como consecuencia de la nueva política oficial. "Es muy ingenuo creer que con una resolución se puede tener un dólar soja para exportar y otro para el mercado interno", plantea.
Y, sugestivamente, ese punto también está generando críticas dentro de la propia coalición de gobierno, sobre todo desde el kirchnerismo, donde se teme que ahora venga un efecto en cascada en el que los demás sectores pidan una mejora de tipo de cambio, y en el medio exista el riesgo de escasez o subas de precios en el mercado interno.
Concretamente, lo que genera preocupación es que la contracara de la alta venta de soja fue la disminución drástica en la comercialización de maíz. Este producto se usa como insumo de alimentación animal, con lo cual las distorsiones en el mercado maicero suelen tener impacto sobre los precios de la carne.
En algunos sectores, como la recría de vacunos, el alimento representa hasta un 55% de los costos de producción, lo cual da la pauta sobre el potencial de un impacto inflacionario a corto plazo.
Inflación a la vista y ruido político
Con la inflación en el tope de las preocupaciones sociales -según confirmaron las últimas encuestas-, lo último que el ministro Sergio Massa necesita es la aparición de nuevos factores que presionen al alza el precio de los alimentos. Pero esa es la posibilidad de la que se habla con insistencia.
Así lo explica el consultor Salvador Di Stefano: "El maíz vale $34.600 la tonelada el disponible y $47.800 la tonelada la posición diciembre. El trigo vale $43.400 la tonelada el disponible, y $57.000 la tonelada la posición diciembre. Esto impulsará a mediano plazo los precios de la cadena de carnes, láctea y harinas a la suba. Hay varios sectores que entre la suba de la soja, maíz y trigo muestran resultados negativos, por ende, habrá menos oferta de productos y, ante una demanda constante, los precios arbitrarán a la suba".
La situación hace prever nuevos "ruidos políticos". En el kirchnerismo, donde el dólar soja fue visto como una claudicación política, ya están advirtiendo sobre un nuevo "lobby" del campo para extender el dólar más alto a otros sectores.
Y lo cierto es que los pedidos se empiezan a notar. Ya los bodegueros habían pedido un "dólar Malbec" para apoyar la exportación vitivinícola, y ahora se sumó el reclamo por un nuevo "dólar tambo" en una industria que ha sufrido por la reducción de los márgenes de rentabilidad.
Una medida con ganadores y perdedores
Las quejas del campo son de diversa índole. Una que se está escuchando con intensidad es que se provocará una distorsión en los contratos de alquiler, dado el extendido criterio de fijar el precio en quintales de soja.
La queja es que, al publicarse una "pizarra única" con los precios nuevos, el propietario de la tierra puede exigir que esos quintales se conviertan valor que empezó a regir en septiembre, aun cuando el productor haya vendido antes y no se beneficie con la medida.
De hecho, en el campo se advierte que los precios de alquileres para la próxima temporada están experimentando una fuerte alza, aun cuando otros factores del negocio -la falta de lluvias, principalmente- preanuncian menores rindes para los próximos meses.
"La mayoría de la soja que resta por venderse no es soja de productor sino de arrendador. El dueño del campo es el que tiene la mayor cantidad de soja concentrada para vender. La mayoría de los productores ya vendieron. Yo lo hice en marzo con el precio récord", comentó el productor cordobés Fernando Bazán, entrevistado en el programa agropecuario "Comité de Crisis".
Es testimonio que se reitera y que está instalando la idea de que lo que Massa ideó como una medida de estímulo trajo el efecto de ahondar la diferencia entre los jugadores grandes y los chicos. Para el pequeño productor, que no tiene espalda financiera como para acumular producto y ya vendió, se está dando la peor combinación: no puede beneficiarse con el nuevo precio pero pagará un alquiler como sí lo hubiera hecho.
Y no es la única diferencia que se está percibiendo. El propio esquema del dólar soja está generando un efecto derivado, paradójicamente, de su éxito: ocurre que al ser tan masiva la exportación se notó un sesgo a la baja en el precio al productor, que arrancó en $75.000 y cayó progresivamente hasta $68.000.
Esta situación tiene enojados a los productores, porque ocurre en paralelo con una leve recuperación de la soja en el mercado internacional. En otras palabras, el beneficio del esquema diseñado por Massa no se distribuyó en forma pareja en el complejo sojero, sino que recayó en mayor proporción sobre las grandes firmas comercializadores que sobre los pequeños productores.
Para traducirlo a cifras, esto implica que el precio que le quedaría al sojero luego del descuento por retenciones, bajó en una semana desde u$s380 a u$s340.
El temor al "día después"
Lo cierto es que estas quejas no están haciendo que disminuyan las ventas. De hecho, se da por descontado que el objetivo de ingresar u$s5.000 millones por concepto de exportación en septiembre será cumplido.
Sin embargo, en el campo se sigue notando una estrategia defensiva, ante lo que se percibe como una campaña complicada, por el mix de intervencionismo estatal e inconvenientes climáticos.
Hay quienes manifestaron el temor de que el nuevo dólar soja los deje fuera de otros beneficios. Un productor hizo un símil con los compradores del "dólar ahorro", que pierden derechos para pedir subsidios energéticos, por ejemplo.
Por lo pronto, las recientes medidas del Banco Central -penalización con tasa más alta para los productores que no exportaron y extensión de las restricciones al dólar para importar insumos- fomentaron un empeoramiento del humor.
Y uno de los mayores interrogantes es que ocurrirá "el día después". Es decir, el 1° de octubre, cuando los sojeros vuelvan a recibir el precio anterior que les resultaba poco atractivo para vender. En el mercado se debate sobre si la medida podrá continuar para evitar un bajón en el ingreso de divisas y su consecuente repercusión en las reservas del Banco Central.
Hay quienes creen que, luego de lograda la aprobación de las metas del Fondo Monetario Internacional, el Gobierno tendrá un margen para volver a tomar medidas de estímulo al sector cuando se realice la próxima revisión del organismo, algo que ocurrirá en diciembre.
Mientras tanto, Massa podrá compensar un menor ingreso del campo con la disminución en la importación de energía. Según un adelanto filtrado a la prensa, en agosto las compras de combustibles habrían caído u$s900 millones respecto del récord de u$s2.281 de julio, y las temperaturas primaverales harán que la cuenta siga bajando.
Una montaña de pesos, el alto costo de la calma
Sin embargo, estos números no terminan de despejar las dudas en el mercado financiero. Más bien al contrario, desde la aplicación del "dólar soja" se han intensificado las advertencias sobre problemas monetarios y financieros.
El problema ha sido diagnosticado por los economistas: el hecho de comprar dólares a $200 y luego venderlos a $140 genera una diferencia de $60 que engrosa la base monetaria y requiere de estrategias de absorción para que no haya un impacto inflacionario.
Un informe de la consultora MQ proyecta que, con una exportación de u$s5.000 millones en septiembre, el Banco Central estará convalidando una emisión monetaria de u$s588.400 millones. La cifra surge de la suma entre lo que se pagará a los sojeros más el diferencial de cotizaciones entre el "dólar soja" y el tipo de cambio oficial.
Si a eso se le suma el pago de intereses por Leliq y otros pasivos, el resultado de la suma es inquietante: en apenas un mes se estará volcando al mercado $970.000 millones, equivalente a 22,5% de la base monetaria.
Para que esos pesos no presionen la brecha cambiaria, se subirá la tasa de interés. Y, además, el Tesoro aprovechará para buscar financiamiento en un momento de mayor liquidez. De hecho, el rumor en la city es el deseo de Massa de repetir la experiencia de su primer canje de deuda y volver a hacer una oferta para despejar vencimientos a mediano plazo, esta vez colocando título con vencimiento en 2024.
Pero en el mercado hay escepticismo y creen que serán necesarias medidas más profundas de reforma cambiaria.
"El camino hasta las elecciones de 2023 es todavía demasiado largo. Es claro que el dólar soja contribuyó a descomprimir la presión de corto plazo, pero todavía no es evidente que este esquema híbrido pueda funcionar sin un salto discreto del tipo de cambio oficial hasta mediados del año que viene", advierte un informe de Consultatio, que pronostica una nueva presión sobre la brecha con el dólar paralelo.
En la misma línea, el analista y trader Christian Buteler habla sobre el riesgo de un "efecto búmeran" porque los pesos que se han debido volcar al mercado constituyen el combustible que hará despegar nuevamente al dólar.
"El precio del dólar en nuestro país siempre guarda una correlación con el stock de pesos existentes. Así lo que hoy provoca un alivio temporal en el valor del dólar libre será lo mismo que en el futuro presionará a estos tipos de cambio cuando llegue la hora de pagar los costos de la medida", argumenta.
Pero claro, para que ocurran estos eventos faltan varias semanas, lo cual en la Argentina equivale a hablar de largo plazo. Mientras tanto, Massa celebra la estabilidad, que aunque haya sido comprada a un precio caro sirvió para mostrar una mejor foto de la situación en las reuniones con Kristalina Georgieva en el FMI y con Janet Yellen en el Tesoro estadounidense.