Con medidas antipáticas para el kirchnerismo, este es el "plan Rubinstein" para estabilizar la economía
Mientras en el seno de la alianza oficialista del Frente de Todos se debatía sobre su incorporación o no al Ministerio de Economía, Gabriel Rubinstein le daba las pinceladas finales a un plan de gobierno que, una vez que asumió como segundo de Sergio Massa, presentó como estrategia para los próximos seis años.
El ahora viceministro de Economía bautizó su propuesta como "programa de estabilización" que contempla una serie de ejes centrales que se pondrán en marcha en varias etapas y que contempla medidas antipáticas para el pensamiento ideológico del kirchnerismo.
Su objetivo es eliminar el déficit fiscal primario y mejorar el sistema cambiario, con desdoblamiento parcial para que el Banco Central pueda acumular reservas.
A esto le suma una devaluación de aproximadamente el 50% y aumentos salariales y de precios alineados con la suba esperada de la inflación en función de las devaluaciones y subas de tarifas que cabría esperar.
Medidas incómodas para la ideología kirchnerista
Se trata de decisiones que por ahora no contarían con el apoyo del sector político vinculado a la vicepresidenta Cristina Kirchner, que en los últimos días recuperó fuerzas a partir de las marchas en contra del juicio que la presidenta del Senado enfrenta por la llamada "Causa Vialidad".
De todos modos, Rubinstein le presentó su programa al ministro Massa, quien por ahora lo mantiene en suspenso, precisamente por el costo político y social que supone encarar un proceso devaluatorio de semejante magnitud para una economía que soporta una inflación mensual cercana al 6% y que se proyecta superior al 80% para todo el año.
Sin embargo, el flamante funcionario considera que su programa de estabilización permitiría volver a los equilibrios macro económicos que prevalecieron durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003 al 2007).
Es decir, elevado superávit fiscal primario, al igual que el saldo externo, alto nivel de reservas y baja inflación, con precios y salarios libres.
Cómo se divide el "Plan Rubinstein"
Según los lineamientos del plan, el flamante funcionario considera que este plan, lejos de generar rechazo en la población, permitiría al oficialismo excelentes resultados electorales.
Pero, dadas las condiciones actuales, Rubinstein divide su proyecto en tres etapas bautizando la primera como de "estabilización, evitando la hiperinflación de manera civilizada".
En este sentido, plantea una política fiscal que elimine "en forma inmediata" el déficit fiscal primario para no tener que emitir pesos en un momento donde la demanda está bajando dramáticamente.
Esta no emisión de dinero adicional para el fisco calmaría la huida del peso, lo cual a su vez implica calmar la cotización del dólar libre o blue impulsándolo a una estabilización en torno a los $280.
Como segundo requisito, Rubinstein considera que el Gobierno debería explicar que el ajuste fiscal permitiría reemplazar el llamado impuesto inflacionario por otros tributos o bajas de tasas y que esto no generaría efectos recesivos.
Por el contrario, entiende que se trata de un ajuste redistributivo entre beneficiarios de gastos fiscales, pagadores de impuestos legislados y de no legislados.
"El ajuste fiscal es hoy un problema político y no económico y convencerse de esto lo considero un tema fundamental porque hace a la convicción que se necesitaría para liderar políticamente el problema", argumenta Rubinstein en el documento que contienen los lineamientos básicos de su llamado programa de estabilización.
Ajuste equilibrado
Para el segundo en el mando del Ministerio de Economía, los sectores de menores ingresos se beneficiarían de no tener que pagar más el impuesto inflacionario del cual actualmente considera que, sólo de origen fiscal, se paga alrededor del 3% del PBI y un 55% de la base monetaria.
"Si este pago recayera en forma pareja entre los 34 millones de electores implicaría que cada votante estaría pagando $5.600 por mes en concepto de impuesto inflacionario", asegura Rubinstein.
En este sentido, entiende que un ajuste fiscal equilibrado para eliminar el 3% del déficit fiscal actual debería contener una suba de tarifas de gas, luz y transporte como la que ya se está llevando a cabo.
En el caso de la energía, Rubinstein entiende que debería ser mayor a la establecida por el esquema de segmentación.
También contempla eliminar las transferencias que considera "discrecionales" a las provincias que deberían arreglarse con los ingresos de la coparticipación de manera "no traumática". De todos modos, abre la puerta para que, de ser necesario, los gobernadores puedan cobrar mayores impuestos.
Como tercer aspecto impulsa retomar mecanismos de inversión privada directa en proyectos de infraestructura liderados por el Estado. A la vez, pide al Gobierno impulsar acuerdos en el Congreso con la oposición para, eventualmente, incorporar una suba moderada de impuestos (Ganancias; Ganancias Inesperadas; Exportaciones; Débitos y Créditos Bancarios) si no se quiere aumentar tarifas de la magnitud que propone.
En cuanto a la deuda pública en pesos, una vez que los mercados crean que el ajuste fiscal va en serio, Rubinstein entiende que no habría ninguna necesidad de aumentar la deuda en pesos y para rollear la misma.
Política cambiaria
Para el funcionario, el mejor sistema cambiario para el actual momento sería un mercado unficado "que puede perfectamente admitir retenciones al agro sea por razones fiscales o desacoples de precios internos a los externos y que puede también admitir impuestos al turismo o al ahorro.
A esto le suma un tipo de cambio de "flotación administrada" que en la práctica entiende que opera más como un mercado de tipo de cambio fijo que flotante pero con suficiente flexibilidad para acomodarse a shocks externos.
Para Rubinstein en esta etapa es recomendable mantener un esquema de control de cambios donde se cursarían la generalidad de las operaciones comerciales (importaciones y exportaciones de bienes y servicios); y en el cual se cursarían los pagos los intereses y capital de deudas privadas y públicas contraídas hasta el momento.
Del mismo modo, propone un sistema complementario para tramitar el resto de las operaciones como el actual dólar ahorro; turístico; los pagos con tarjetas; nuevos préstamos e inversiones reales y financieras, y las importaciones de bienes suntuarios.
Para Rubinstein, una balanza comercial superavitaria permitiría acumular dólares en el Banco Central e intervenir en el sistema complementario cambiario para mantener la brecha en valores acotados.
Devaluar sí o sí
Uno de los aspectos más conflictivos del programa de estabilización que propone Rubinstein al Gobierno tiene que ver con el precio del dólar ya que el funcionario asegura que se debe encarar una devaluación del 50%.
Esto supone llevar al dólar oficial a un valor de $200 y dejarlo fijo hasta marzo del 2023 para indexarlo nuevamente en abril del mismo año bajo el sistema administrado que admitiría subas y bajas según shocks externos reales.
"La brecha al inicio, si baja el dólar libre como esperaría a $280, sería del 40%", argumenta Rubinstein, quien espera que el éxito del programa llevaría a una baja adicional de la brecha, y si el BCRA acumula dólares desde el inicio podría intervenir entonces para dar un empujón final y llevar la brecha a ese valor deseado del 30%", agrega el funcionario.
Política de ingresos
En este capítulo, Rubinstein contempla el impacto inflacionario que tendría su programa y de los aumentos tarifarios enviando un mensaje claro de que no se busca una baja del salario real y que habrá plena indexación de los ingresos de los trabajadores al ritmo del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
a esto le suma un combo de superávit y unificación cambiaria que ubica en la segunda etapa de su programa de estabilización, el cual que se extendería entre el 2024 y el 2025, con un nuevo gobierno surgido del propio Frente de Todos.
Esta etapa se caracterizaría por aumentar la ajuste fiscal pasando del equilibrio al 1% del superávit fiscal.
Si la brecha se mantuviera por debajo del 30% sin intervención del Central y se logran acumular reservas por no menos de u$s10.000 millones se podría proceder a la unificación del tipo de cambio que se podría encarar con un salto o no del precio del dólar para enero del 2025 aunque si el Gobierno logra obtener préstamos externos se podría adelantar la fecha a enero del 2024.
Etapa tres sin reformas estructrurales
En este sentido, Rubinstein plantea el proceso final de su plan sin que se hayan encarado ciertas reformas que entiende estructurales como las laborales, impositivas, jubilatorias, que podrían dar un fuerte impulso al crecimiento.
De todos modos, asegura que los propios logros derivados del éxito de su plan podrían dar un impulso importante al ingreso de capitales, tanto financiero por los bajos precios de los activos, como reales, así como un crecimiento del PBI.
"Esta situación debería ser aprovechada para llevar el superávit fiscal primario a la zona del 3% del PBI, lo cual implicaría un equilibrio fiscal total de largo plazo", sostiene Rubinstein.
Agrega que se llegaría entonces "a conseguir los resultados que se mencionan en el programa y recuerdan a los de la época dorada de los primeros años del Siglo XXI, lo cual podría suceder en el 2026 o 2027".