Batakis, criticada por todos: unos la cuestionan por "el ajuste" y otros pronostican una emisión descontrolada
Después de los anuncios realizados en su primera conferencia de prensa, Silvina Batakis debe haber sentido un arrebato de solidaridad retrospectiva con Martín Guzmán, al constatar cómo, en el afán por hacer equilibrio y enviar mensajes tranquilizadores a todos los sectores, se corre el riesgo de que ninguno quede conforme.
En las primeras horas tras su mensaje al país, la ministra está recibiendo fuertes señales de disconformidad desde su propio espacio político, en particular por parte de dirigentes sociales, sindicalistas y referentes mediáticos afines al kirchnerismo, que no dudan en calificar su anuncio como "un ajuste".
Y no sólo se la ha comparado con Guzmán sino también con figuras ligadas a crisis traumáticas, como Domingo Cavallo. En concreto, la lectura que se hizo sobre su alocución fue que se ratificó todo lo que Cristina Kirchner quería evitar: la continuidad, sin cambio alguno, de las metas comprometidas con el FMI, un tarifazo parecido al que pretendía el renunciado ministro y un recorte fiscal que probablemente tendrá a empleados públicos y jubilados como variable de ajuste.
Pero desde el otro lado la reacción está lejos de ser amigable. Es algo que Batakis ya comprobó en el mercado financiero y terminará de ratificar en las próximas horas cuando se concrete la nueva jornada de protesta de las gremiales rurales, que implicará un paro de actividades.
El campo decodificó de inmediato que la propuesta de la ministra sobre una homogeneización del catastro inmobiliario nacional no tiene otra finalidad que hacer un revalúo cuyo impacto mayor recaerá sobre los propietarios de campos productivos que tendrán un aumento real en el Impuesto a los Bienes Personales, algo que consideran como el pago de una especie de "retención indirecta".
Y, desde el mercado financiero, si bien hubo un reconocimiento a cierto nivel de realismo demostrado por la ministra sobre las restricciones fiscales, hay dudas sobre cómo se manejará la política monetaria y la asistencia del Banco Central para la renovación de la deuda.
Concretamente, hay quienes están pronosticando que no pasará mucho tiempo -probablemente cuando se produzca el vencimiento de $1billón en septiembre-, en el que quedará en evidencia que la única receta que el nuevo equipo económico tiene a mano es otro shock de emisión de pesos, con su inevitable correlato inflacionario.
El mercado sigue viendo señales de alarma
Pese a que su mensaje tenía la explícita finalidad de calmar a los mercados presas del pánico, las primeras reacciones han sido modestas. Los bonos siguieron cayendo mientras el riesgo país subió dos días seguidos, superando la marca de 2.700 puntos, ya un nivel propio de país que están en default de su deuda.
Los medios influyentes en los mercados globales, como el The Wall Street Journal, destacan que Argentina "se encamina a otro colapso", mientras los títulos de deuda soberana no parecen atractivos ni siquiera para los "fondos buitre", incluso cuando algunos ya cayeron al insólito precio de u$s17 por cada 100 nominales.
Es cierto que hubo una distensión en el plano del dólar, con una leve caída de las modalidades "contado con liquidación" y "dólar MEP", probablemente una reacción positiva al hecho de que finalmente no se concretaron las expectativas sobre un desdoblamiento cambiario, con un dólar turista que encareciera más de un 25% el acceso a las divisas a los viajeros.
Sin embargo, todavía no se puede afirmar que el mercado haya abandonado su estado de alarma. Los primeros reportes de los economistas argumentan que nada de lo que dijo Batakis resulta suficiente como para alejar los temores de un descontrol.
Por ejemplo, Ramiro Castiñeira, director de Econométrica, considera que el mantenimiento de las restricciones a la importación harán colapsar el nivel de actividad productiva este trimestre y ya adelanta una inflación de 8% para julio.
Pero, sobre todo, se manifiesta preocupado por la forma en que se trate el explosivo tema de la deuda en pesos en el mercado doméstico, que acumula el equivalente a u$s60.000 millones en lo que va de la gestión Fernández. Advierte que el acuerdo con el FMI presupone que el Gobierno no solamente logrará renovar todos los vencimientos sino que, además, podrá colocar el equivalente a u$s30.000 millones hasta que termine el mandato, algo que califica como "un supuesto muy optimista".
"Si el nuevo equipo económico no cumple con sus palabras de ajuste fiscal, en breve el Gobierno prenderá la maquinita a toda velocidad para financiar el rojo fiscal, lo que será el preludio para que la inflación finalmente llegue a los tres dígitos mismo este año", advierte.
En la misma línea, Christian Buteler, uno de los analistas del mercado más influyentes, dejó ver su escepticismo tras las declaraciones del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, quien a modo de apoyo a Batakis, anunció que el BCRA hará todas las intervenciones necesarias para defender el precio de los bonos del Tesoro. "Cómo querés que bajen los dólares si te dicen que van a seguir emitiendo pesos", apuntó Buteler en su cuenta de Twitter, que diariamente siguen 56.000 actores del mercado.
Otro economista influyente, Gabriel Caamaño, del Estudio Ledesma, dejó entrever su escepticismo tras el anuncio de que el Central garantizará -a través de la operación financiera conocida como "put"- que siempre comprará los bonos cuando caigan por debajo de determinado precio, dotando así de liquidez a la plaza.
Según Caamaño, esto implica cambiar deuda contra liquidez bancaria, y en caso de que haya dificultades para renovar los vencimientos de deuda, llevará a una mayor expansión monetaria del Central. Según su visión, el sistema financiero "es sistemáticamente empujado a financiar en forma creciente las necesidades financieras del sector público no financiero y con ello incrementar su exposición al riesgo soberano".
En tanto, el consultor Salvador Di Stefano advirtió que, en el afán de transmitir calma en el plano cambiario, el Central está reforzando su intervención en el mercado de futuros por la vía de "poner una pata en la cabeza del dólar oficial". Y advierte que esa estrategia puede traer efectos contrarios a los buscados: "Están muy equivocados en el Gobierno".
Curiosamente, la misma visión negativa sobre la política monetaria y cambiaria se plantea desde la izquierda del arco político: Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero, criticó el hecho de que "Batakis les dará a los bancos una tasa de interés por arriba de la inflación mientras a los trabajadores les imponen paritarias por abajo del aumento de los precios".
Un sugestivo "Mmmmmmm"
Si ahí se agotaran los comentarios negativos, Batakis no tendría mayores preocupaciones: sabe que no es fácil generar credibilidad en el mercado financiero, pero al menos puede mostrar que tiene respaldo político para concretar la vocación por el equilibrio fiscal que anunció el lunes.
Pero hay un problema: a pesar del esfuerzo por transmitir una tregua en la interna de la coalición gubernamental, fue inevitable que se filtraran las primeras señales de desencanto y hasta de indignación por parte de los sectores afines al kirchnerismo.
Aunque Cristina Kirchner ha mantenido un sugestivo silencio, que algunos califican como un aporte a la unidad del Gobierno, otros voceros que habitualmente reflejan su misma concepción política y económica fueron explícitamente críticos.
Amado Boudou, por ejemplo, que ocupó el ministerio de economía durante la etapa de mayor crecimiento económico de la gestión de Cristina, se mostró duro con el anuncio de Batakis sobre el apretón en el gasto público: "No es lo que uno esperaba, porque en una circunstancia de bajos ingresos de la población, donde el problema distributivo es el problema central, necesitás el motor del sector público", dijo en declaraciones radiales.
Dando por sentado que habrá una ralentización en la obra pública, el ex ministro señaló que Batakis "está apagando uno de los principales motores de la economía, algo que la historia tiene identificado que en situación de bajos ingresos es el motor principal".
Y, en una crítica retrospectiva para Guzmán y Pesce, afirmó que se demoró demasiado en tomar las medidas restrictivas a las importaciones, dado que se haberse hecho desde el inicio de la gestión, se podría haber llegado a la instancia de negociar con el FMI con reservas por u$s30.000 millones, lo cual habría dado una posición de mayor fuerza negociadora.
Esos argumentos se escucharon en los editoriales de los referentes mediáticos del kirchnerismo, que oscilaron entre el enojo y la resignación por ver a una ministra que priorizaba el mensaje a los mercados en vez de anunciar acciones confrontativas contra los "grupos concentrados" o de adoptar medidas "keynesianas" que implicaran poner por decreto más dinero en el bolsillo de los asalariados y desocupados.
Lejos de esa postura, Batakis dio a entender que las ayudas como de las del IFE son propias de años recesivos y no corresponden en este momento. Y hasta dio a entender que reclamos actuales como el salario básico universal y hasta un nuevo bono de refuerzo a los ingresos, como el anunciado por Guzmán en abril, están definitivamente archivados.
Hasta hay dudas sobre si el impuesto a la "renta inesperada" presentado por Guzmán tendrá chances reales de concretarse.
Tal vez el mensaje más elocuente de esa desilusión haya sido la tapa del diario oficialista Página 12, que para titular la nota sobre los anuncios de Batakis eligió un sugestivo "Mmmmmmm", acompañando un emoji de persona pensativa.
Tensión callejera "contra el ajuste"
Pero lo peor no llegó para el Gobierno. Porque el diagnóstico político es que la crisis está instalada en el mercado financiero y en los medios de comunicación pero todavía no llegó a la calle en forma de tensión social. Y eso es, precisamente, lo que se teme que pueda ocurrir en los próximos días.
Sobre todo después que dirigentes sociales cercanos al Gobierno se mostraran muy críticos. Juan Grabois, por ejemplo, fue elocuente: "La ministra parecía una catequista rezando el credo, con su declaración de que cree en el equilibrio fiscal. Me pareció decepcionante, no hubo ningún anuncio para trabajadores ni jubilados ni sectores informalizados, que son los que más vienen perdiendo desde 2015 para acá".
Y ya anunció que está dispuesto a liderar un movimiento de protesta que haga retroceder a Batakis en su postura. "Tengo esperanza que así como los banqueros presionan por sus intereses, los laburantes, jubilados y la juventud van a salir a la calle a presionar por los suyos".
Y, adelantándose a la controversia interna, aclaró: "Quien piense que eso es desestabilizador es simplemente un estúpido, porque desestabilizar es que la gente no tenga lo mínimo, y cuando eso no tiene un canal de expresión y una resolución, ya sabemos lo que pasa en la Argentina. No estallan los mercados, sino la calle".
El hecho de que estas críticas vengan de un aliado al Gobierno -cuando hasta ahora las protestas piqueteras eran impulsadas por Eduardo Belliboni, del Polo Obrero, cercano a la izquierda- da la pauta de la fragilidad de la tregua interna en el Frente de Todos.
De la misma manera, a la central sindical CGT, que viene apoyando a Alberto Fernández y jamás ha convocado a un paro en esta gestión, está bajo una fuerte presión de los sectores más combativos, como la CTA o gremios de la propia CGT, como los camioneros, que piden una demostración masiva.
Batakis, mientras tanto, camina por una cornisa cada vez más angosta.