Sin "volantazos": con manejo de restricción presupuestaria en su CV, Batakis promete foco fiscal e incentivo exportador
Silvina Batakis sabía cuál sería la "bienvenida" que le daría el mercado: suba del dólar en el mercado paralelo, mayor caída de los bonos de deuda soberana, expresiones de escepticismo por parte de analistas, empresarios y bancos de inversión.
Y, algo inevitable en estos tiempos, el escrutinio del periodismo sobre sus opiniones reflejadas en las redes sociales. Allí se podía ver una sucesión de frases que se podían interpretar como propias de una militante con preferencias por el intervencionismo estatal y con posturas agresivas hacia el mercado financiero y sectores productivos como el campo.
Además, las opiniones de los politólogos en el sentido de que su nombramiento había resultado la "última opción" después de que otros candidatos preferidos por Alberto Fernández dieran su negativa o pidieran condiciones que se consideraron excesivas.
Por eso, la flamante ministra sabía que las señales que diera en las primeras horas serían fundamentales para transmitir calma al mercado y contrarrestar cierto prejuicio en el sentido de que llegaría al cargo para dar un "volantazo" respecto de la política que impulsaba el renunciado Martín Guzmán.
Fue un pedido expreso del Presidente a quien le preocupaba que la designación de la nueva ministra fuera interpretada por la opinión pública como una especie de intervención por parte de Cristina Kirchner en la gestión gubernamental.
Y por eso Alberto consideró que el primer mensaje que había que dar tenía que tener como destinatario principal al Fondo Monetario Internacional, en el sentido de que no había intenciones de repudiar los términos del acuerdo "stand by". Lo hizo a través del jefe de gabinete, Juan Manzur, y de la vocera Gabriela Cerrutti.
Pero la señal más importante fue la reunión entre Batakis y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, que por otra parte fue quien propuso el nombre de la nueva ministra, según trascendió en las últimas horas.
Un mensaje de continuidad
Ya este solo hecho implicaba un mensaje en sí mismo, luego de los desencuentros de las últimas semanas entre Pesce y Guzmán. El renunciado ministro culpaba al titular del BCRA de haber reaccionado tarde en el rescate de los bonos, lo cual profundizó la crisis de credibilidad sobre la deuda, y además tiene diferencias con la política de tasas del Central, porque cree que lleva a que se le reste atractivo a los bonos del Tesoro ante los ojos de los inversores.
De manera que el hecho de que Batakis, aun antes de jurar como ministra, aparezca coordinando acciones con Pesce, y que se emitiera un comunicado en el que se acordara sobre la "necesidad de avanzar en la profundización del desarrollo del mercado de capitales".
Es una frase que en otras circunstancias podría parecer una obviedad, pero que en este contexto de incertidumbre sobre la sostenibilidad de la deuda implica todo una definición: Batakis hereda de Guzmán un difícil cronograma de vencimientos de la deuda en pesos, con $500.000 millones de pesos en julio, otra cifra similar en agosto y un billón en septiembre.
Para tener una referencia de lo que significa eso, Guzmán sufrió para renovar $243.000 millones, y tuvo que recurrir a la ayuda de organismos estatales que le "canjearan" más de $300.000 millones, porque temía no conseguir crédito suficiente en el mercado para cubrir los vencimientos.
Mientras daba esa señal de confianza sobre la normalización del mercado financiero, el Banco Central demostraba con hechos su compromiso al respecto: comenzó a intervenir fuertemente en el mercado de futuros del dólar, de manera de desinflar expectativas de una inminente devaluación brusca y, de esa manera, hacer más atractivo el perfil de la deuda en pesos.
Un currículum con experiencia en restricción fiscal
Pero, sobre todo, si había un tema en el cual a la ministra le interesaba transmitir una certeza explícita era el de la disciplina fiscal. El potente discurso de Cristina Kirchner del sábado había tenido un efecto fuerte sobre el mercado, dado que la vicepresidente había ahondado en su tesis sobre la falta de conexión entre el déficit y la inflación.
Y no sólo eso, su propuesta de sustituir el actual plan Potenciar Trabajo, que alcanza a 1,3 millón de desocupados, por un nuevo "salario básico universal" con más de siete millones de beneficiarios, implicaría una verdadera bomba fiscal. Puesto en números, significaría que el costo en ese rubro de asistencia social pasaría del actual nivel de 0,4% del PBI a un 1,8%.
Batakis no se metió en semejante nivel de detalle sobre cómo se reasignará el gasto pero, en todo caso, sintió que debía dar un mensaje en el sentido de que el equilibrio de las cuentas será uno de los ejes de su gestión.
"Creo en el equilibrio fiscal", dijo a modo de declaración de principios en su breve discurso tras la jura en el cargo. Y la aclaración tampoco fue inocente: en las horas previas, los medios la habían caracterizado como una economista de perfil "keynesiano" con tendencia a expandir el gasto y que en su paso previo por la provincia de Buenos Aires había dejado un quebranto de caja.
La realidad, como ya notaron quienes conocen su experiencia como ministra de economía de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de Daniel Scioli, es que si hay una persona que tuvo que lidiar con una emergencia presupuestaria crónica, esa fue Batakis.
Entre 2011 y 2015, se produjo una guerra entre Cristina Kirchner y el gobernador: la entonces presidente no veía con buenos ojos las aspiraciones presidenciales de Scioli y erosionaba su poder por la vía de un ahogo financiero.
El método elegido por la ex mandataria fue simple y letal: congelar la cuota del Fondo del Conurbano, sin actualizarla por inflación. Eso llevó a que la porción correspondiente a la provincia, que empezó siendo de casi la totalidad del fondo, se fuera diluyendo paulatinamente hasta que en 2015 llegó a ser el 1% del total. Y se llegó al absurdo de que todas las provincias recibían más que Buenos Aires, de un fondo que había sido creado a modo de "reparación histórica".
Pero el fondo del conurbano no era todo. Porque además había una parte de la asignación de recursos –en su momento llegó a ser el 73% del ingreso tributario nacional- que no estaba fijada por la coparticipación sino que era determinada "a dedo" por la ex presidente. Así, mientras todas las provincias tomaban el 60% de sus recursos de las transferencias del gobierno central, Buenos Aires estaba en 38%.
Y Cristina aplicaba la norma de premios y castigos según su criterio político. Fue así que Scioli sufrió un recorte de 75% de los giros cuando en 2013 el gobernador blanqueó su intención de postularse a la presidencia.
Es de aquellas épocas la seguidilla de conflictos del gobierno de Scioli con los empleados públicos, en particular con el gremio docente, que todos los inicios de clases protagonizaba un paro. Y Batakis debía lidiar con esa situación, para lo cual debió recortar recursos de otras áreas y aguzar su imaginación para obtener nuevos recursos impositivos: fue, por ejemplo, aumentando gradualmente el gravamen a los juegos de azar y, sobre todo, focalizó su estrategia en el aporte inmobiliario rural.
Pasó una década pero los productores rurales todavía recuerdan el revalúo de 2012, que en su momento provocó protestas gremiales. Batakis se defendía con el argumento de que el revalúo era necesario para actualizar un catastro que no se correspondía con la realidad. Y agregaba que se seguía un criterio tributario progresivo, que hacía que los pequeños emprendimientos tuvieron una rebaja en su aporte, mientras que el aumento quedaba limitado a las propiedades de grandes extensiones, que en ese momento sufrieron un impacto superior al 40%.
A Batakis le tocó también asumir medidas antipáticas, como el pago en cuatro cuotas del aguinaldo, ante la falta de asistencia financiera del Gobierno central.
Fue en aquellos tiempos que Scioli se ganó su fama de "incombustible" y empezó a ser un misterio para los analistas de la ciencia política. Pese a esa emergencia y a las críticas de Cristina, las encuestas de opinión pública marcaban que la gente no culpaba directamente al gobernador por los problemas sino a la entonces presidenta.
Guiños al campo y ¿devalución más rápida?
Ese temple para sobrellevar la restricción presupuestaria y la presión política le dio a Batakis el certificado de "ministeriable", por lo que Scioli, ya como candidato oficialista frente a Mauricio Macri en el balotaje de 2015, anunció que "la Griega" formaría parte de su gabinete como ministra de economía.
Y aquí aparece otro dato interesante: Scioli ya había anunciado su intención de bajar todas las retenciones a la exportación agrícola, una medida que sería implementada por Batakis, y que no difería mayormente de la que finalmente tomó Macri cuando asumió.
Si bien es cierto que últimamente Batakis ha tenido expresiones favorables al incremento de las retenciones, como forma de refuerzo fiscal y de "desacople" de los precios domésticos y los internacionales, ese antecedente histórico marca que la nueva ministra se ha manejado con relativo pragmatismo ante ese tema caliente de la agenda nacional.
¿Qué hará Batakis con el campo, sabiendo que desde el kirchnerismo se espera una actitud mucho más agresiva que la que estaba mostrando Guzmán? No hubo referencias explícitas en su primera jornada, aunque hubo algunas pistas al respecto.
El comunicado del BCRA deja en claro que ante el encarecimiento de la importación de combustibles, se seguirá "administrando" el comercio exterior, con un criterio de permisos de importaciones que prioricen a la industria. El currículum "productivista" de la nueva ministra ya generó expectativas positivas en las gremiales industriales.
Pero Batakis también destacó que entre sus prioridades se encuentra el fomento a la exportación, como forma de incrementar las reservas. Es decir, el mensaje entrelíneas es que para estabilizar al tipo de cambio se debe poner el foco más en el ingreso de divisas que en reprimir su salida.
A fin de cuentas, un discurso similar al que defendía Guzmán, que se entusiasmaba por la pujanza del sector exportador. A inicios de año -antes de que la guerra de Ucrania disparara los precios- la expectativa del Gobierno era que las exportaciones rondaran los u$s80.000 millones; luego esa expectativa fue corregida a u$s85.000 millones y ahora, con la perspectiva de una gran campaña de trigo, ya se está hablando de al menos u$s87.000 millones.
Por otra parte, la apelación de Batakis a tener "una mirada federal" y a "liberar las fuerzas productivas con los enormes recursos que tiene el país". Todo un guiño a las economías regionales y la apuesta a que se conviertan en una fuente de divisas.
Lo cual lleva a otro punto fundamental: ¿está la ministra pensando en la necesidad de mejorar el tipo de cambio para la exportación, de manera de dotar de mayor competitividad a los productos argentinos?
Hasta ahora, en flagrante contradicción con la sugerencia del FMI, la tasa de devaluación oficial ha evolucionado muy por debajo de la inflación: un 20% contra un 35%. ¿Será el momento de consenso sobre la necesidad de darle más velocidad al deslizamiento del dólar oficial?
Sería una medida difícil de tomar desde el punto de vista político -el kirchnerismo la verá con malos ojos y potencial efecto inflacionario-, pero también corregiría algunos problemas: achicaría la brecha con el paralelo, disminuiría la expectativa de una devaluación brusca y sería un aliciente para la exportación.
Las próximas horas darán la pauta de cuánto le cree el mercado a Batakis sobre su vocación para sostener el rumbo de la "tranquilización" económica que intentó Guzmán, con escaso éxito. Y no sólo eso: también se sabrá cuál es el margen político de la funcionaria para moverse en un ambiente marcado por las duras peleas internas.