Pesimismo en el mercado tras fracaso de la "solución Massa" y el "dedazo" de Cristina para imponer a Batakis
Por estas horas, el mercado intenta decodificar las señales políticas tras el nombramiento de Silvina Batakis como reemplazante de Martín Guzmán en el ministerio de Economía. Y, en principio, hay más motivos para el nerviosismo que para la calma.
No tanto por el perfil personal y profesional de la economista, que en su función ha mostrado cierta capacidad para trabajar bajo presión y una postura alejada de los dogmas. A fin de cuentas, ya había sido pre-designada como ministra por el entonces candidato Daniel Scioli en la campaña electoral de 2015, y se había mostrado favorable a eliminar las retenciones a la exportación agrícola como primera medida de gestión.
Además, en sus cuatro años al frente del ministerio de economía de la provincia, debió lidiar con la restricción financiera que supuso la licuación de recursos del Fondo de Reparación Histórica para el Conurbano, con la cual Cristina Kirchner se dedicó a erosionar políticamente al entonces gobernador.
En aquella pulseada política, Batakis se encontró con que el Fondo que había sido creado para asistir a Buenos Aires en 650 millones de dólares, empezaba a ser repartido entre el resto de las provincias, mientras que a ella le tocaba sólo el 1% del total. Fue en ese momento que no había dinero para pagarle los aguinaldos a los empleados de la provincia, para lo cual "la griega", como le llamaban sus colegas, debió implementar un controvertido revalúo rural y salir a emitir deuda.
Las dudas, más bien, vienen por el lado político. El nombre de Batakis fue sugerido por Cristina Kirchner en la charla telefónica que tuvo con Alberto Fernández. Durante las dos jornadas previas habían sonado nombres más "market friendly", como Martín Redrado, Guillermo Nielsen, Javier Timerman, Marco Lavagna y Emmanuel Álvarez Agis.
Es decir, la primera señal es que se prefirió elegir a alguien de perfil más político y con militancia peronista y que contara con el aval explícito de Cristina. Yendo un poco más lejos en esa línea de análisis, hubo quienes se apuraron a concluir que en la negociación se terminó imponiendo el criterio de la vice por sobre la preferencia de Alberto Fernández.
El fracaso de la "solución Massa"
La otra señal potente de la jornada es que finalmente Sergio Massa no ocupará el rol de jefe de gabinete, ni superministro coordinador de la economía. Había sido una de las mayores especulaciones del ámbito político, que veía una debilidad del Presidente que debía ser compensada con la delegación de poder a la "tercera pata" de la coalición gubernamental.
La eventualidad de Massa ingresando al gabinete suponía que se tomaría la sugerencia de Guzmán en el sentido de que la nueva conducción económica no sufriera el mismo sabotaje interno que él sufrió a lo largo de sus dos años y medio de gestión.
Guzmán dejó en claro en su carta de renuncia que las dificultades a las que se enfrentó tienen su origen en el escaso margen político que tuvo para poder deshacerse de funcionarios que no respetaban la línea, principalmente los del área energética, Darío Martínez y Federico Basualdo, que responden directamente a Cristina Kirchner.
Si alguien se tomó en serio las recomendaciones de Guzmán, ese fue Massa, que le puso a Alberto Fernández condiciones drásticas: aceptaba ser jefe de gabinete solamente si tenía la potestad de nombrar gente de su confianza en puestos clave, incluyendo el Banco Central, la AFIP y el área energética.
Era mucho pedir, claro: implicaba nada menos que asumir el poder real de la gestión -la lapicera, diría Cristina-, mientras Alberto quedaría como una figura de peso más simbólico que real.
Sin señales "market friendly"
El Presidente no estuvo dispuesto a ceder semejante volumen de poder, con lo cual el recambio ministerial dejó de ser un "relanzamiento" para convertirse en algo más parecido a una claudicación.
Si Massa finalmente no estará presente en el nuevo armado de poder, ni en forma directa ni por la vía de un economista de su confianza personal, eso implica que Alberto interpretó que debía abrir el juego al kirchnerismo como forma de fortalecer la posición del Gobierno.
Y, sobre todo, que la nueva ministra no se manejará con un margen político demasiado diferente al de Guzmán. Es decir, muchas de sus decisiones deberán pasar el filtro de la aprobación kirchnerista.
Para los mercados, es una mala señal. El sábado, en su discurso de Ensenada pronunciado al mismo tiempo que Guzmán anunciaba su renunciaba, Cristina se refería explícitamente a su convicción de que el déficit fiscal no es el responsable de la inflación, un punto en el cual choca contra toda la ortodoxia económica.
Como ejemplo explícito de ello, Cristina planteó la necesidad de que la ayuda estatal que hoy llega a 1,3 millón de beneficiarios del plan Potenciar Trabajo se debería hacer extensiva a los 7,5 millones de trabajadores informales que pidieron recibir el reciente bono de refuerzo de los ingresos.
Su propuesta, tal como fue comunicada -es decir, que esa masa de gente reciba el equivalente de una canasta alimentaria- implicaría multiplicar por 4,5 veces el actual esfuerzo fiscal del Potenciar Trabajo. Hablando en plata, Cristina propone que se sustituya un plan que cuesta 0,4% del PBI por otro que costaría 1,8 puntos.
Por otra parte, el kirchnerismo resistió con firmeza los intentos de Guzmán de aplicar incrementos en las tarifas de los servicios públicos, de manera de poder recortar los subsidios estatales a la clase media. Sin embargo, la ola inflacionaria está llevando a la presunción de que el gasto energético no sólo no disminuirá sino que se incrementará en términos reales.
Motivos para el pesimismo
A primera vista, la llegada de Batakis no corregirá los problemas que hoy el mercado ve como urgentes. Para empezar, no parece que sea la persona dispuesta a tomar la tijera del ajuste fiscal que espera el Fondo Monetario Internacional.
El último reporte del FMI, que flexibilizó las metas trimestrales para evitar que Argentina cayera en el incumplimiento -e hizo la "vista gorda" a cuentas fiscales que incluían como ingreso recursos no tributarios- ya advirtió que en el segundo semestre tendrá que ser el de la corrección. Concretamente, que se deberá implementar un recorte real de 8% en el gasto público, luego del crecimiento de 12%.
Batakis, que ha venido trabajando con Eduardo De Pedro en el ministerio del interior, cumpliendo el rol de nexo con los gobernadores provinciales, no ha dado señales de ser la economista dispuesta a cumplir el rol antipático de recorte drástico en el gasto.
Más bien, el hecho de que cuente con la bendición de Cristina levantó suspicacias en el sentido de si adoptará medidas a las que Guzmán había sido reacio, en el sentido de ir a una confrontación con las grandes empresas y, eventualmente, impulsar una suba generalizada de las retenciones a la exportación.
Pero, sobre todo, lo que el mercado intentará decodificar en las primera horas es si Batakis podrá resolver la turbulencia financiera que llevó a que el Banco Central emitiera $400.000 millones para rescatar los bonos de deuda soberana que se desplomaban entre versiones de default o incluso alguna reedición del viejo Plan Bonex de 1989.
La escapada del dólar blue es el síntoma del escepticismo sobre la posibilidad de encauzar ese descontrol monetario, que hizo que en lo que va del año el Central haya asistido al Tesoro en $757.000 millones, en el marco de una extrema dificultad para acumular reservas, incluso con una exportación agrícola récord.
La deuda emitida por Guzmán en títulos indexados por inflación -los bonos CER- ya representa un 15% del PBI, mientras que el "déficit cuasifiscal" que tiene el Banco Central, en forma de Leliq, pases y otros instrumentos con los cuales aspira pesos del mercado, ya supera los $6,5 billones, una cifra equivalente a un 12% del PBI.
Son números que, ante los ojos de los analistas, sólo significan una cosa: la probabilidad alta de una agudización en la ola inflacionaria. Son muchos pesos sin respaldo circulando en el mercado y, para peor, el torniquete a las importaciones hará que más pesos que no pueden ser cambiados por divisas en el mercado oficial vayan a presionar al dólar en el mercado paralelo.
No por casualidad, en el "mercado cripto" del fin de semana el dólar se disparó a valores cercanos a $280.
En pocas horas, un mercado hipersensible y con tendencia a huir del peso para refugiarse en el dólar dará su veredicto sobre la movida política. En principio, no hay motivos para el optimismo tras el recambio ministerial más debatido de los últimos años.