Renunció Guzmán, empujado por el sabotaje interno del kirchnerismo y la falta de margen político
La renuncia del ministro Martín Guzmán confirmó que la gravedad de la situación económica es mucho peor que la que pintó el presidente Alberto Fernández apenas un día antes, cuando había dicho que el Gobierno había superado una corrida cambiaria y que el país crecía a tal velocidad que por eso se producían los cuellos de botella en el consumo energético y en las importaciones.
Además, confirmó que Guzmán no podrá cumplir la promesa que hizo en marzo pasado, en el sentido de que cada mes se registraría un índice de inflación menor al anterior. Las estimaciones de las consultoras ya apuntan a que en el dato de junio dará un número más alto que el 5,1% registrado en mayo, y que hay condiciones para pensar que julio será peor aun.
Pero, sobre todo, si algo confirmó esta renuncia es la existencia de una crisis política interna en el peronismo, que se está haciendo difícil de sobrellevar sin que las partes en disputa -es decir, Alberto Fernández y Cristina Kirchner- adopten gestos fuertes al respecto.
Resultó muy sugestivo el momento elegido por Guzmán para dar a conocer su renuncia: un sábado, y justo en la mitad del discurso de la líder kirchnerista, que estaba acaparando toda la atención mediática y política, en un acto donde la militancia volvió a entonar el cántico "Cristina presidenta".
Cristina estaba, justamente, haciendo un repaso sobre los problemas de la economía y no ahorró ironías para los "funcionarios que no usan la lapicera", una respuesta indirecta al discurso que el Presidente había hecho el día anterior, en un acto de homenaje a Juan Domingo Perón junto a la dirigencia de la CGT.
La vicepresidente estaba profundizando su argumentación sobre por qué cree que el déficit fiscal no es el problema principal de la economía ni el causante principal de la inflación. Y volvía a plantear la necesidad de "un gran acuerdo nacional" para encontrar una solución al problema de la economía bimonetaria.
Pocas horas antes, voceros de Cristina como Andrés "Cuervo" Larroque, habían afirmado que la "fase moderada" del gobierno había llegado a su fin y que debía empezar el momento de las medidas duras.
En su carta de renuncia, Guzmán reconoció que su mantra de "tranquilizar la economía" esbozada desde el primer día de su gestión podía generar poco entusiasmo en el kirchnerismo, que veía poca dosis de épica a ese objetivo.
"Pero a mí siempre me pareció que tranquilizar la economía constituiría una verdadera épica. Una economía tranquila es aquella en donde las grandes mayorías enfrentan condiciones para su pleno desarrollo humano", fue la reivindicación del ex funcionario.
La energía en el centro de la pelea
En política, el "timing" de los hechos es a veces más elocuente que las palabras. Y no pareció para nada casual que Guzmán haya elegido, como momento para despedirse, un discurso de Cristina donde se estaba realizando una nueva evaluación crítica de la gestión económica.
Guzmán, que venía de sufrir una corrida contra la deuda del Tesoro, en medio de rumores de default, sabía que el punto débil que el mercado estaba viendo sobre su política era, justamente, la pérdida de rumbo fiscal.
Después de haberse jactado, al final del primer trimestre, que el resultado de las cuentas había resultado casi equilibrado, quedó en evidencia que el incremento del gasto a una tasa de 88% que se registró en mayo -y que superó largamente a lo ingresos, apenas en línea con la inflación-, era algo que no estaba en sus planes originales.
Más bien al contrario, el agravamiento de la situación fiscal fue interpretado por el mercado como una imposición desde el ala políticamente más radicalizada de la coalición gubernamental.
Y, por otra parte, en un momento en el que la energía está en el centro de los problemas de la economía, Guzmán sintió desde dentro del propio equipo de gestión, la oposición interna de los funcionarios que responden a Cristina Kirchner.
Guzmán no logró imponer su criterio ni para incrementar las tarifas de forma de recortar el subsidio estatal -de hecho, ese subsidio crecerá este año en términos reales- ni tampoco respecto de cómo manejar la política cambiaria de forma tal de garantizar las importaciones de gas.
El ministro nunca estuvo de acuerdo en limitar las exportaciones mediante retenciones ni cupos, porque cree que es justamente en momentos de crisis de precios globales como el actual cuando deben incentivarse las exportaciones.
Y fue por eso que, en su carta de renuncia, enfatizó en estos puntos.
"Es muy importante notar el crecimiento de la generación de divisas del país. ¿Por qué? Porque si el crecimiento económico no viene acompañado de generación de divisas, terminamos teniendo problemas cambiarios, que redundan en contracciones de la actividad, el empleo y en presiones inflacionarias", escribió el renunciante ministro, y destacó el incremento exportador de más de u$s20.000 millones.
La crítica entrelíneas al sabotaje kirchnerista
Lo raro de la carta de Guzmán es que, en ningún momento señala, de manera explícita, ni que que haya fracasado en sus objetivos -de hecho, hace una evaluación positiva de su propia gestión- ni plantea que tenga cuestionamientos políticos.
Sin embargo, en la lectura "entre líneas" queda muy claro que el embate de la crítica kirchnerista fue demasiado fuerte. Tanto que, en el párrafo en el que Guzmán se permite hacerle sugerencias al Presidente sobre cuáles deben ser las condiciones de trabajo del próximo ministro, le pide que le dé un mayor grado de autonomía y de capacidad de coordinación sobre otras áreas del gobierno.
Es decir, que el nuevo ministro tenga lo que él no tuvo: la posibilidad de designar a sus propios colaboradores y de echar a alguien cuando se aparte de la línea general, algo que el intentó hacer con los funcionarios de energía y no consiguió por falta de apoyo político.
Guzmán se refiere al imprescindible "acuerdo político dentro de la coalición gobernante", de manera que el nuevo ministro "cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica necesarios para consolidar los avances descriptos y hacer frente a los desafíos por delante".
En definitiva, lo que expresa el ex ministro en su misiva es el reconocimiento de que para alcanzar los objetivos de su política se necesita un margen de acción política que él actualmente no posee. Y expresamente se encargó de aclarar que la dirigencia sindical y las organizaciones sociales no habían estado entre sus obstáculos sino que, por el contrario, esos dirigentes "acompañaron y apoyaron en momentos clave de la gestión".
Es decir, otra forma de diferenciarse del kirchnerismo. Casualmente, tanto la cúpula de la CGT como los líderes de los movimientos piqueteros estuvieron entre los blancos de los dardos retóricos de Cristina Kirchner en sus últimas apariciones públicas.
Consejos sobe el reemplazo
¿Sabría Cristina Kirchner que Guzmán pensaba renunciar en medio de su discurso? No dio señales al respecto, y hasta hubo un momento en el que nombró al todavía ministro. Fue cuando relató su encuentro con Carlos Melconian, economista cercano a Mauricio Macri, y actualmente referente de la Fundación Mediterránea.
Cristina contó que coincidió con Melconian respecto de la gravedad de la economía bimonetaria, pero que discrepaba con él respecto de la responsabilidad del déficit fiscal como causante de la inflación. Dijo que, en ese aspecto, "Melconian piensa más parecido a Guzmán".
Es decir, otra indirecta para señalar que, en un tema fundamental de la gestión económica, ella tiene un punto de vista radicalmente opuesto al que defiende el ahora ex ministro.
Lo cierto es que si Guzmán quería alcanzar el máximo de potencia política para su renuncia, lo logró: además del impacto que conlleva toda renuncia de un ministro de Economía, dejó en claro que su partida era responsabilidad de la oposición interna liderada por Cristina Kirchner. De alguna forma, hasta opacó a la vicepresidenta, algo muy difícil de lograr en el contexto político de la Argentina de hoy.
Por otra parte, también condicionó al Presidente: el mensaje de Guzmán es que el camino económico transitado hasta ahora es el correcto, y que cualquier desviación en el sentido que le reclama el kirchnerismo irá en contra de la "tranquilización" de la economía, pondrá en riesgo el crecimiento productivo y llevará a agravar la turbulencia financiera que se vio en las últimas semanas.
Como indica la tradición política argentina, Guzmán prefirió renunciar en un momento en que no funcione el mercado, para dar tiempo al Presidente a comunicar el recambio y que el mercado pueda digerir la novedad.
Quedó en claro lo que piensa Guzmán sobre la apertura de los mercados del próximo lunes a la mañana: sólo se evitará el caos del dólar y el desplome de los bonos si Alberto sigue su consejo de nombrar a alguien cuyo nombre genere consenso político y que cuente con el poder suficiente como para evitar el sabotaje interno.