Impulsado por el gas, el boom importador esfumó el superávit comercial: qué sucederá en el invierno
La balanza comercial de mayo confirmó los peores temores sobre la gravedad de la situación económica: el superávit casi se esfumó, como consecuencia de un récord histórico de importaciones empujadas por la compra de combustibles.
Y, en un contexto de bajo crecimiento de la economía argentina, con exportaciones que suben a un ritmo de 20% -más empujadas por los precios que por las cantidades vendidas-, las importaciones registran una explosiva variación interanual de 53,1%.
Las compras por u$s7.870 millones, un dato que ya desde hacía varios días estaba en conocimiento de los funcionarios del equipo económico, había encendido todas las alarmas y motivó la confección de un plan urgente para preservar las reservas del Banco Central, empezando por un drástico recorte de las importaciones.
En comparación con abril, que había dejado un superávit de u$s1.444 millones, la balanza de mayo apenas dejó un saldo positivo de u$s356 millones, lo cual lleva a poner en duda la proyección que originalmente había hecho el Gobierno de mantener un saldo parecido al del año pasado, cuando habían quedado a favor u$s14.000 millones.
Pero en el acumulado de cinco meses apenas se logró un resultado de u$s3.196 millones, algo que llama la atención porque implica una caída de 43% respecto del saldo que se registraba a esta misma altura del año pasado. Pero además, porque esto ocurre en pleno "trimestre dorado" en el que se vende la cosecha gruesa de la campaña cerealera.
De hecho, la liquidación agrícola informada por la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro de Exportadores de Cereales para mayo fue de u$s4.231 millones, una cifra que también constituye un récord, y sin embargo el Banco Central sigue sintiendo la presión del mercado para realizar ventas de divisas que le impiden cumplir su objetivo de fortalecer reservas.
Por importación de gas, se esfuma el superávit comercial
El "villano" principal del momento es, naturalmente, la compra de combustible, especialmente el gas licuado que llega por barco a las plantas regasificadoras. Los u$s1.601 millones que se compraron en mayo representan un 20% del total de las importaciones, otra cifra que impacta, porque el mes pasado la participación era de 13% y hace un año era de 9%.
La crítica situación del mercado local -de la cual dio un contundente recordatorio la protesta de transportistas, con corte de rutas incluida-, no hace prever que la estadística pueda mejorar en los próximos meses. Más bien al contrario, con el rigor de las temperaturas invernales, la previsión es que las cantidades compradas deberían ser superiores.
De hecho, las cifras del Indec muestran que, cada mes va acelerando el ritmo de variación en la compra de combustible. Ya el mes pasado se había alcanzado la marca de 203% de incremento interanual, y en la balanza de mayo se llegó a un impactante 226%.
Y, contra lo que planteaba en un inicio el discurso oficial, este fenómeno no obedece exclusivamente al impacto de la guerra de Ucrania, que multiplicó los precios del petróleo y el gas a nivel global. Porque si bien es cierto que, en la comparación en el 2021, hubo un aumento de 115% en los precios de importación, también se registró un aumento en las cantidades compradas. Y no se trató de un incremento marginal: un 51,3% más de combustibles comprados que respecto de hace un año, cuando la economía se encontraba rebotando a un vigoroso 10%.
Ahora, si bien hay un arrastre de crecimiento y la producción industrial sigue mostrando números positivos -un informe de FIEL registra un 7,9% de crecimiento interanual para mayo-, también es cierto que la actividad se ve amenazada por un posible freno para el segundo semestre. Esta situación es la que llevó al debate sobre los motivos reales de explosión en la demanda de gas, y donde se mezclan situaciones tan heterogéneas como el mayor consumo hogareño por el frío, la compra de gasoil en las fronteras por parte de turistas y hasta una supuesta maniobra de acopio de gasoil por parte de empresas.
Desde que explotó la fase aguda de la escasez de gasoil, el Gobierno ha prometido una rápida solución al tema, consistente en un incremento de las compras del exterior, liderada por YPF, pero con presión para la participación del sector privado. Para lo cual se produjo una negociación con las empresas petroleras, que piden una compensación fiscal por la pérdida que implica la venta a un precio local inferior al del mercado internacional.
Esto ocurrirá en un contexto de recorte de las importaciones, según la misión explícita con la que asumió en su cargo el nuevo ministro de Desarrollo Productivo, Daniel Scioli. Es decir, la probabilidad es que en los próximos meses, el rubro de combustibles siga ganando participación en el total de importaciones, amenazando con quitarle el primer lugar del ranking a las compras de bienes intermedios para la industria.
¿Dónde estuvo el festival importador?
Pero si las compras de combustibles no fueron una sorpresa para nadie, lo que es más difícil de explicar es el resto de las importaciones, que también crecen a una tasa explosiva que no se condice con el nivel de actividad de la economía.
Un viejo consenso entre los economistas marca que, en la Argentina, por cada punto de variación del PBI, se necesita tres puntos de aumento de las importaciones. Esto significa que, aun si se confirmara el optimista objetivo del ministro Martín Guzmán, que prevé un 4,5% de suba del PBI, las importaciones no deberían estar creciendo demasiado por encima del 15%.
Sin embargo, en todos los rubros se están verificando números muy superiores. Bienes de capital tuvo un incremento del 40% en mayo y en el acumulado del año. Partes y accesorios, un 36,9% en mayo y un 32% en cinco meses, mientras que los bienes intermedios que se usan como insumo de la industria crecieron en mayo un 36% y un 34% en el acumulado del 2022.
En casi todos los casos, estas variaciones se explicaron por un aumento en las cantidades importadas y no por una suba en los precios de los productos.
En cuanto a los bienes de consumo final, también hubo una suba por 23,3% en mayo y de 31,2% en el acumulado anual. Aunque este rubro también registra una variación relativamente alta, los u$s137 millones importados en mayo suponen una cifra menor frente al resto de los componentes que llevaron al récord histórico de importación.
En otras palabras, el "festival de importaciones" al que hizo mención Cristina Kirchner y que genera el debate interno en el Gobierno no se está explicando por una súbita desprotección de la industria nacional ni por un ingreso indiscriminado de artículos de consumo, sino por el resto de los rubros vinculados a la producción industrial.
Seguramente en los próximos días los datos del Indec serán diseccionados por los funcionarios de Desarrollo Productivo, de Aduana y del Banco Central, cuya actuación está bajo la lupa por presunta liviandad ante la filtración masiva de divisas. Las especulaciones del ámbito político apuntan a que, motivados por el cepo y la volatilidad del mercado financiero, hubo casos de sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones.
El propio Scioli lo insinuó al asumir su cargo y empezar su gestión con una serie de reuniones con agremiaciones industriales. Habló sobre una situación de anormal acumulación de stocks de productos importados por parte de las empresas y también se refirió al "uso de la brecha cambiaria" por parte de especuladores.
Y la soja a cuentagotas
En contraste con el boom importador, las exportaciones no mostraron tan buen desempeño, y de hecho, si no fuera por el gran aumento de los precios en el mercado de las materias primas agrícolas, se habría registrado una caída en la comparación interanual.
Aun con la gran liquidación informada por la cámara cerealera, lo que ha quedado en evidencia es la tendencia de los productores a seguir reteniendo los granos en silobolsas, y venderlos a medida que vayan teniendo necesidades financieras. En comparación con la campaña del año pasado, el nivel de liquidaciones está casi un 10% por debajo.
Es una tradición que suele intensificarse en los momentos de retraso cambiario, sobre todo cuando hay restricciones en la compra de divisas. Aunque los analistas y consultores suelen desaconsejar a sus clientes esa actitud -por el riesgo probable de quiebre en la tendencia de los precios-, y sugieren recurrir a contratos de futuros para asegurar el ingreso, lo cierto es que pocas cosas tranquilizan más a los productores que tener el producto a la vista.
Esto, por un lado, implica un estrés de corto plazo para el equipo económico del Gobierno, que podría estar recibiendo un flujo de divisas más intenso. Pero, por otra parte, los lleva a prever un año con menos picos estacionales: es decir, el campo seguirá aportando dólares de una manera regular hasta fin de año, sin que se produzcan los temidos meses de bajón al llegar el verano.
Por lo pronto, se está proyectando que junio podría tener un nivel de liquidaciones cercano al de los u$s4.200 millones registrado en mayo. Los funcionarios diagnosticaron que la soja seguirá relativamente retenida, dado que los buenos precios del maíz y el trigo dejaron suficiente liquidez a los productores, que ingresaron en una fase de cautela hasta que el inicio de la nueva siembra los impulse a vender para cubrir costos.
En todo caso, esta liquidación más "a cuentagotas" que lo habitual no debería hacer temer al Gobierno por un déficit de ingreso de agrodólares: más bien el contrario, las proyecciones de la Bolsa de Comercio de Rosario apuntan a que el campo dejaría este año u$s41.000 millones, casi la mitad de una exportación que podría llegar a un récord de u$s87.000 millones.
En ese contexto, la incógnita pasa a ser el superávit que logre obtenerse en el año. Y los economistas ya hicieron números al respecto: para que el Gobierno alcance un monto holgado -en torno de los u$s10.000 millones-, será necesario topear las importaciones en u$s6.000 millones mensuales hasta fin de año.
Es decir, un recorte de 25% respecto del récord de u$s7.870 millones que el Indec registró para mayo.