Los dólares no alcanzan y el Gobierno lanza un plan de "cepo flexible": a qué empresas privilegiará
Hay signos de "normalización" que todos los días se suman a vida argentina. Por ejemplo, que la gente vuelve a su gusto por los recitales masivos y ya se vendieron siete fechas de Coldplay en el estadio de River. O que en el evento promocional Hot Sale el rubro estrella vuelven a ser los viajes al exterior. Y eso, que en muchos sentidos es una buena noticia, tiene un lado oscuro para la economía: es un recordatorio de que se recupera con fuerza la "fuga" de dólares.
Porque, en definitiva, la ansiada recuperación del consumo implica la salida de divisas. El cachet de los músicos extranjeros no es en pesos argentinos, como tampoco es en pesos el boleto de los aviones y la tarifa hotelera de quienes están planificando sus vacaciones de invierno en el hemisferio norte.
Prueba de ello es que la demanda de divisas por parte de los individuos aumenta mes a mes, y las últimas cifras de la recaudación de impuesto PAIS permiten adelantar que ya se ubica en u$s600 millones por mes. De hecho, rubros como el turismo o la compra en el exterior con tarjeta de crédito se encaminan aceleradamente a recuperar sus niveles pre-pandemia, cuando insumían más de u$s8.000 millones cada año.
Pero hay un problema: los dólares no alcanzan para todo, y el gran debate que se está dando en estas horas en el Gobierno es cómo y a quién priorizar en el reparto de esos escasos billetes verdes. Después de todo, el propio Alberto Fernández fue quien marcó el criterio oficial al inicio de su gestión, tras restringir el cupo de u$s200 para los ahorristas: "Los dólares hacen falta para producir, no para guardar".
Dólares, ¿para producir o para stockear?
Esa situación contradictoria se evidencia en el sector empresarial, que a medida que recupera su capacidad productiva aumenta su demanda de dólares. El caso emblemático fue el del sector automotor: toda la cadena -autopartistas, terminales y el propio sindicato- habían advertido sobre el riesgo de que la actividad -que crece a un ritmo de 17%- se paralizara por falta de divisas para importar insumos con los que fabricar autopartes.
Esto es lo que deja a los funcionarios del equipo económico en la incómoda situación de tener que elegir a quién priorizar a la hora del reparto de dólares escasos. Y entre los aspirantes a quedarse con los dólares figura el propio Banco Central, que se comprometió con el Fondo Monetario Internacional a cumplir el objetivo de aumentar en u$s5.800 millones las reservas.
Era un objetivo que, en primera instancia, parecía fácil de cumplir, dado que buena parte de esas divisas las aporta el propio organismo, pero que se empezó a complicar aun cuando el complejo agroexportador ya dejó ingresos por u$s17.532 millones en lo que va del año -según cifras del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA).
Sin embargo, pese a ese boom agrícola y a que la balanza comercial del último mes dejó un saldo positivo de u$s1.444 millones, el problema de la falta de dólares se agudiza. A tal punto que el Banco Central no logra consolidar un ritmo de ingresos continuo y sufre frecuentes "tropezones". Por ejemplo, el jueves pasado tuvo que vender u$s50 millones.
A la búsqueda de los proveedores de dólares
Es en este contexto que el Gobierno está intentando nuevas medidas para maximizar la entrada y minimizar la salida de dólares.
Una acaba de ser anunciada por el propio Alberto Fernández, y apuesta al sector petrolero. Paradójicamente, la iniciativa fue presentada como una flexibilización del cepo, ya que se le permitirá a las compañías que inviertan en el país y aumenten su nivel de exportación, un más amplio acceso a las divisas. Se les permitirá, incluso, que esos dólares sean destinados a remisión de dividendos a las casas matrices.
Hay una justificación oficial para esta medida es la necesidad de incrementar las inversiones en el sector energético, sobre todo si se tiene en cuenta que, por la dependencia del gas importado, este año podrían sacrificarse unos u$s8.000 millones.
Pero hay, además, otro efecto positivo de más corto plazo que el de las inversiones en nueva infraestructura energética: esas petroleras aportarán divisas, que es algo que el Gobierno necesita con más urgencia que el propio gas.
De hecho, lo que hizo el Gobierno fue escuchar el reclamo que economistas de alto perfil venían reclamando: por caso, Martín Redrado, uno de los "ministeriables" del espacio oficialista, había pedido "bajar el techo de la brecha cambiaria generando más oferta de divisas, mediante incentivos a los sectores que pueden ampliar la oferta de divisas, por ejemplo el sector de hidrocarburos".
Cómo repartir los "pocos" dólares que hay
Incluso economistas más alineados con la postura ortodoxa habían sugerido una política en la que la mano estatal marcara prioridades a la hora de distribuir las divisas.
"La clave pasa por administrar inteligentemente los pocos dólares que hay, regulando los sectores que están recibiendo más de lo que debieran, pero asignándolos a otros estratégicos, como Vaca Muerta, con capacidad de multiplicarlos", sostuvo Rodrigo Álvarez, economista jefe de la consultora Analytica.
Y enfatiza que, del otro lado, hay sectores como comercio, que accede al mercado cambiario "de manera muy irrestricta", de tal forma que su déficit de divisas actual casi duplica al nivel previo a la pandemia.
"En otros términos, consumió los mismos dólares que toda la industria. Con la gran diferencia que se trata de un sector que no produce bienes finales, que no es intensivo en la utilización de capital y que por lo tanto no requiere de la importación de bienes intermedios y repuestos y maquinaria para su funcionamiento. A la hora de administrar divisas, es un misterio por qué fue tan demandante en los últimos años y en 2021 en particular, mostrando una elasticidad similar a la de la industria", apunta el economista.
Y otros colegas, como Rodolfo Santangelo, plantean que hay motivos para sospechar de sobrefacturaciones en la importación, incentivadas por el retraso cambiario.
"Con una brecha tan alta como la que tuvimos en estos años, los incentivos a comportamientos ilegales para hacerse de dólares extras baratos y dejarlos en el exterior son altísimos. Es como decir que parte del ‘faltan dólares’ tiene que ver con la alta brecha. Y la alta brecha es consecuencia del desorden macroeconómico, ya sea fiscal, monetario, financiero, deuda o externo", remarcó.
Recurriendo al bolsillo de la casa matriz
Lo cierto es que el Gobierno está empezando a tomar esas recomendaciones. Por lo pronto, reflotó un esquema ya utilizado en otras épocas con la industria automotriz: les pide a las terminales locales que se financien con sus casas matrices a la hora de prefinanciar exportaciones. De esa manera, queda un "cupo" liberado para que el Central pueda incrementar la cantidad de divisas asignadas a las autopartistas locales, que cuentan con menor espalda financiera.
La promesa oficial es que, mediante esta fórmula, se podrá sostener el ritmo de incremento en la producción automotriz -que crece a un ritmo de 17% interanual- sin que implique una mayor erosión en la posición de reservas del Banco Central.
Claro que hay antecedentes históricos que ponen una nota de duda sobre la efectividad con la que funcione este esquema: en la industria se recuerda que, durante la gestión de Cristina Kirchner, la entonces presidente puso restricciones al repago de los préstamos de las filiales locales con sus respectivas casas matrices, con el argumento de que no sufrirían consecuencias porque no podía asimilarse un crédito interno a uno con el mercado de capitales.
De hecho, en 2014 se produjo un conflicto porque Cristina acusaba a las automotrices de retacear la entrega de vehículos para un plan de compras a precio bajo, mientras los empresarios reclamaban que tenían deudas por u$s2.500 millones y reclamaban acceso a divisas al precio oficial, que la entonces presidente no quería habilitar.
¿Guzmán coincide con Cristina?
En definitiva, la escasez de dólares puede ser, para algunos, un síntoma de recuperación y normalización de la economía, ya que implica un mayor movimiento industrial. Para otros, una evidencia del retraso cambiario -que incentiva a los importadores a hacer compras por adelantado para acumular stock, mientras desestimula a que los exportadores se desprendan más rápido de su producto-.
Y para otros, como Cristina Kirchner, la culpa de que no se pueda acumular reservas en el Banco Central es de "funcionarios que no funcionan". Más específicamente, de Miguel Pesce, por no ser más restrictivo a la hora de habilitar el acceso a las divisas por parte de las empresas privadas endeudadas en dólares.
Curiosamente, es un punto en el que el criticado ministro de Economía, Martín Guzmán, parece coincidir con la vicepresidente. En una reciente entrevista en C5N con Alejandro Bercovich, reconoció que cuando en 2020 se discutió la forma de abordar el problema del endeudamiento privado, él propuso una fórmula diferente, que no fue aprobada.
Guzmán recordó que en aquel momento "las propuestas no se discutían tan en público como ahora, había una que consistía en que hubiera mercados cambiarios diferentes para el pago de esas deudas para evitar el impacto en las reservas, pero se decidió ir por el camino que está vigente ahora".
En otras palabras, el ministro reconoció que él quería venderles a los empresarios endeudados un dólar más caro que el oficial, pero se impuso la visión de Pesce, que consistió en una reestructuración para las empresas que tuvieran vencimientos mayores a u$s1 millón mensual. La medida imponía un tope de 40% para cancelar, mientras el restante 60% se refinanciaba a un plazo promedio de dos años.